Se conoce por BRICS a un grupo de países – Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica – cuyas iniciales dan origen al nombre.
La sigla la pone en el tapete Jim O´Neill, economista y actual presidente del banco Goldman Sachs, en 2001, pero es en 2003, cuando escribe “Soñando con los BRIC: Rumbo a 2050” que el término se hace conocido internacionalmente. Este texto postula que al 2050, Brasil, Rusia, India y China superarán el poderío económico del G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido). Es importante acotar que Sudáfrica se une al grupo solamente a finales del 2010 y, básicamente, como el país que puede ser la gran puerta de entrada al continente africano.
La denominación es además un ingenioso juego idiomático, ya que brick significa ladrillo en inglés, con lo que la asociación hacia lo sólido de las economías de esos países quedaba explícitamente de manifiesto.
Los integrantes del grupo representan hoy el 42 por ciento de la población mundial, el 45 por ciento de la fuerza laboral del planeta, generan un cuarto del PIB global y el intercambio comercial entre ellos es de 288.000 millones de dólares.
Los elementos que caracterizan a los BRICS son los siguientes:
- Gran población
- Crecimiento por sobre la media
- Clase media en expansión,
- Gran inversión en educación
- Tecnología de nivel medio, pero avanzando hacia lo complejo,
- Desarrollo de la demanda interna, lo que los hace ser menos vulnerables a los vaivenes de los mercados externos,
- Dependencia financiera y económica externa mediana
Son justamente estos parámetros los que llevaron a pensar y proyectar que al 2050 pueden sobrepasar al grupo de los G-7, lo que implica un cambio en los contrapesos mundiales.
Hacia un banco de desarrollo
Los BRICS están hoy en las portadas en el mundo debido a la decisión de crear un Banco de Desarrollo en su sesión plenaria realizada esta semana en Sudáfrica.
Esto no tendría mayor importancia ni relevancia, si no fuera por los motivos que dan para su nacimiento: Ser un contrapeso al FMI y al Banco Mundial, que han reinado en la arena mundial desde su nacimiento en Bretton Woods, Estados Unidos el año 1944 como parte del sistema de las Naciones Unidas. Los BRICS consideran que Occidente es el gran culpable de la crisis financiera actual, así como de la guerra cambiaria que se está produciendo y que ambas organizaciones no son capaces de cumplir el rol que les correspondería, ya que están bajo la tutela inmediata de los Estados Unidos.
Este nuevo Banco del Desarrollo declara que sus objetivos principales son invertir en proyectos de infraestructuras y desarrollo sostenible para sus integrantes, lo que les comenzaría a generar una separación y una independencia tanto del Fondo Monetario, como del Banco Mundial.
La pregunta que surge es ¿Por qué estos países no quieren seguir acudiendo al FMI y al BM? Y la respuesta se encuentra en dos ámbitos estrechamente ligados, por una parte la hegemonía de Estados Unidos desde el término de la guerra fría tanto en lo económico, lo político y lo militar y, por otra parte, la capacidad de veto que posee en ambos organismos al ser el accionista mayoritario, lo que refuerza el uso estratégico de los fondos de ambas instituciones. No hay que olvidar que el FMI, entre otras funciones, presta ayuda y dinero a los países cuando éstos se encuentran con problemas estructurales, para lo que utilizan el mecanismo llamado Stand-By, que de manera simple significa prestar plata en la medida que hagan lo que el fondo dice. Si cumplen, se entrega el dinero prometido. Y las recetas del FMi para arreglar problemas estructurales son bastante simples, recortar gastos estatales en primera instancia, lo que afecta, habitualmente, los dineros destinados a solventar políticas sociales.
Los BRICS no quieren seguir en esta dinámica y desean generar un polo que sea capaz de contrarrestar esta hegemonía y esta imposición de modelos de desarrollo, asumiendo su propia vía y adecuándose a sus propias necesidades.
Si el banco parte, lo más probable es que comience a prestarle dinero no solamente a sus miembros, sino que lo haga a otros países emergentes, entre ellos y en primer lugar, a los que se están conociendo como MIST, México, Indonesia, Corea del Sur y Turquía, lo que vendría a conformar una fuerza económica poderosa y un mercado que superaría por mucho al G-7 y se convertiría en el nuevo eje del desarrollo mundial.
*Ricardo Farrú. Economista.