“¿Por qué no me dejan descansar?”, confesaba Giorgio Napolitano a algunos parlamentarios y delegados con derecho a votar en la elección presidencial. Con casi 88 años, este excomunista se vio casi obligado a aceptar el cargo de Presidente de la República ante la incapacidad de la clase política de llegar a un acuerdo en la formación de un nuevo gobierno y de la elección de un nuevo presidente.
Napolitano, veterano militante antifascista, fue dirigente del otrora poderoso Partido Comunista Italiano y deseaba retirarse a una vida tranquila. Pero finalmente cedió.
En 2011, desempeñó un papel clave para sacar al país de la crisis cuando los mercados financieros pusieron al borde del abismo a la economía italiana, logrando con habilidad la compleja renuncia del magnate Silvio Berlusconi, sacudido por los escándalos y el nombramiento de un gobierno técnico.
Reconocido por su prudencia y moderación, Napolitano fue uno de los primeros en impulsar el reformismo del “mayor Partido Comunista de Europa” antes de la caída del muro de Berlín.
Giorgio Napolitano tiene ahora la ardua tarea de calmar el tenso y caótico clima entre los partidos que ha suscitado la protesta de Beppe Grillo, líder del movimiento antisistema Cinco Estrellas, quien consideró esta elección como un “golpe de estado”.