La estructura del documental está guiada por la búsqueda de la realizadora tratando de reconstruir la figura de esta compleja mujer, primero a través de los testimonios de sus familiares y documentos, y luego directamente en una intensa conversación con ella. Aunque sólo la vemos en una escena filmando ante un espejo –imagen potente en el contexto de esta obra-, desde el inicio escuchamos la narración y las preguntas de Teresa Arredondo. Es su voz, y sus preguntas las que guían toda la narración y esa honestidad hace que el espectador pueda interesarse en sus interrogantes y en acompañarla a ir llenando los vacíos de su propia historia.
Visualmente lo más logrado del documental son los espacios de búsqueda, como cuando se entrevista a una nieta de Sibila que no quiere mostrar su rostro en un auto, por lo que escuchamos sus palabras mientras vemos imágenes cotidianas del Lima actual. O cuando recorremos espacios o fotografías persiguiendo testimonios sobre Sibila. Y aunque en algún momento las entrevistas a cámara pueden volverse monótonas en su simplicidad, el observar todos los gestos de los familiares de Sibila y Teresa nos ayudan a entender el conflicto familiar y político que hay detrás de esta situación. Este formato alcanza todo su sentido cuando la cámara –y la realizadora detrás de ella- se enfrentan a Sibila misma. Es difícil pensar que otro tipo de construcción visual hubiese sido más eficiente para comunicar la pasión, las certezas, la tozudez y la visión de mundo de Sibila Arredondo.
Lo que nos queda de ver “Sibila” es bastante más que el voyerismo de acompañar a una joven realizadora tratando de reestablecer relaciones con una tía complicada. Son las preguntas que guían el relato y las respuestas contundentes de la protagonista las que quedan haciendo eco, y nos obligan a detenernos y reflexionar sobre los ideales y los medios para alcanzarlos, la radicalidad política y sus costos personales. “Sibila” nos regala sus razones, y nos obliga a plantearnos las nuestras y a poner a trabajar nuestra capacidad de comprensión, más allá de que compartamos o no sus valores.