La pintura figurativa de Víctor Mahana (1977) suele representar espacios reconocibles para todos, pero dotados de un silencio enigmático: rincones arquitectónicos con muros, pasillos o ventanas que, en medio de un completo vacío, encuadran visiones de naturalezas exuberantes. Las trece obras que forman parte de esta muestra presentan escenas más abiertas; de gran formato, colorido y simbolismo, proponen un viaje místico, un universo paralelo que lleva consigo también una crítica al sistema imperante.
“Hay un abandono de la fotografía y el foto realismo por una pintura de memoria, psíquica, más visceral, que busca humanizar el sistema, recuperar el aura. Salir de esta técnica fue dar un paso desde la imagen generada por un ente mecánico a una creada orgánicamente con los propios ojos, con las propias limitaciones físicas, con los particulares gestos. Aparecen entonces lugares mentales, paisajes espirituales; lo representado transporta al espectador hacia nuevos mundos, como portales que nos llevan hacia el otro lado del espejo. Es una intención de materializar lo invisible, lo que define primordialmente el acto de pintar”, asegura Mahana, quien trabajó en constante diálogo con la curadora Carolina Castro.
“El artista se erige en fabricante de mundos, de imágenes, de objetos, de historias y de situaciones; incluso en creador del tiempo y del espacio y, en ciertas ocasiones, de la nada y lo inminente”, dice la experta chilena residente en España.
“Su registro extiende nuestros horizontes, permitiéndonos ver más allá de lo material y expandir nuestra conciencia. Es una invitación a imaginar nuevos universos, a cada uno de los que es usted, el observador, el que le otorga vida”, agrega Mario Hamuy (P.h.D. Astronomy: The University of Arizona, 2001) en la publicación que acompaña la muestra.
Para presentar “Cuando desperté no había nadie” en el Museo Nacional de Bellas Artes, Víctor Mahana se preparó durante dos años a través de un proceso que implicó tanto la investigación conceptual y visual, como la liberación de la propia psiquis. La construcción de la imagen incluyó bocetos, estudios e investigaciones temáticas, dando paso “a la realización de las pinturas bajo una grilla matemática, un dibujo esquemático, una planificación por capas sucesivas, una selección de paleta de colores”, detalla el artista.
Junto a la experimentación con nuevos pigmentos y técnicas pictóricas contemporáneas que rescatan la tradición de antiguos maestros, hay un modo de pintar muy meditado que guarda referencias a pintores universales, como Pieter Brueghel, William Turner y Henry Rousseau, así como a los japoneses Katsushika Hokusai y Utagawa Hiroshige.
Mahana logra así lugares nunca antes vistos y que, sin embargo, resultan familiares: tal vez han sido percibidos en sueños o bien representen arquetipos universales. La montaña, el puente, el bosque, el muro, los caminos y la torre son algunos de esos iconos que en sus pinturas transmutan en símbolos atemporales con una crítica político-social implícita. El volcán, por ejemplo, rememora el cordón del Caulle, que hizo erupción recientemente en la Región de Los Ríos; el puente es una serpiente que atraviesa el infinito del mar, recortando el paisaje entre naturaleza e industria, vida y muerte; los árboles del bosque son elementos humanizados y aprisionados por un muro que apela también a la situación de Gaza en Palestina; y la torre recuerda al edificio Alto Río, que cayó en Concepción en el terremoto de 2010.
El sentido de esta última catástrofe aparece varias veces durante la muestra; hay una energía telúrica y el derrumbe del modelo es uno de los temas transversales, proceso que el autor descubre en la situación de desigualdad, en la crisis medioambiental, en el cambio climático y en hechos como la caída de las torres gemelas. Para el artista, el terremoto evidenció las fisuras del sistema neoliberal.
Sobre el artista
Víctor Mahana (1977) es licenciado en Arte de la Pontifica Universidad Católica, pintor, grabador e ilustrador. Desde 1999 ha realizado más de 55 exposiciones tanto en Chile como en Estados Unidos y Bélgica: 10 individuales y 45 colectivas, destacando “Random Mode” (2006, Galería del Consulado Chileno en Nueva York, Estados Unidos); “Surreal! The Fantastic in Chile Today” de la serie “Painting Now: Contemporary Chilean Art” (2006, Embajada Chilena en Washington D.C, Estados Unidos); y Feria de Arte Lineart de Gent, Bégica (2008, Galería Abbeloos11).