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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Porque Allamand ¡no!


Jueves 4 de julio 2013 6:52 hrs.


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Es curioso. Pero, por encima de los talentos de ciertos individuos, sus despropósitos y erráticos desempeños los marcan al extremo de una dura objeción como principal acreencia y los desplaza al infértil terreno del nulo emprendimiento como líderes políticos. Recordaré algunos episodios de la trayectoria de quien anima nuestro comentario.

Corrían los 80 (1983-85) cuando Onofre Jarpa fue nombrado Ministro del Interior del Gobierno de Pinochet. Su jefe de gabinete, el novel Andrés Allamand. La ciudadanía, a esas alturas, ya demandaba, con insistencia, la resistida vuelta a la democracia. Los denodados esfuerzos por alcanzar los acercamientos entre la disidencia de la época y el gobierno militar dieron finalmente origen al no menos recordado “Acuerdo Nacional”. Allamand, sin duda, tuvo, desde la Moneda, un rol protagónico. Dialogaba con fluidez con los personeros disidentes. Claro si, que del otro lado, su sector y en particular, “su empleador” se mostró resentido y así Jarpa, refiriéndose al joven Allamand en una entrevista, reconoció sus capacidades, especialmente aquella de “subirse arriba de tu caballo y echarte abajo de la montura…”(sic). Hago bien en recordar que el nonagenario político para estas primarias tomó la opción Longueira ( La Tercera, 10.05.2013). Después, don Andrés, inexplicablemente, apoyaría con frenesí la opción “Sí”.

Mas tarde, este mismo personaje, durante la primera etapa de la transición, tomando distancia de su sector y que dio apoyo al régimen de fuerza, asume una atractiva posición liberal, plural, de claro aperturismo que parecía plasmar tanto la impronta de su presidencia en RN cuanto el escaño que logró ocupar en la Cámara baja (por Las Condes, Vitacura, Providencia y Lo Barnechea). En mi concepto, persuadía el aglutinamiento del mundo liberal disperso. Sus intervenciones así lo atestiguaban. Con este “new look” postula al Senado por la Metropolitana Oriente, enfrentando a su compañero de lista UDI, Carlos Bombal Otaegui. En el fragor de esa justa electoral, fue el primero en denunciar la intervención de lo que él denominó los “poderes fácticos” en política, refiriéndose con seguridad a los apoyos financieros de los grupos económicos que recibía su contendor UDI. El resultado, ya es de público conocimiento. Sin embargo, lo curioso y llama la atención que tras la derrota, encuentra refugio, precisamente, en uno de los más caracterizados “poderes fácticos” criollos: el Grupo Ibáñez. Y, desde allí, primero como docente de la Universidad Adolfo Ibáñez; luego, ésos mismos financiando su paso por Estados Unidos como así también el “ladrillito” que tituló “Mi travesía por el desierto”, para concluir su incursión literaria con “El desalojo”, obra menor que propugnaba, con ese sugerente título, el término de los gobiernos de la concertación. Quedaba claro que aquel liberal, plural y aperturista había dado pasos marcados hacia una postura más radical y no menos rupturista dentro de la derecha conforme a los dictados de su otrora maestro Onofre Jarpa. La oscilación, no obstante, le valió integrarse al grupo “los samurái”, muy cercano a la candidatura presidencial de Joaquín Lavín (el mismo que hoy ha sido objeto de denuestos de grueso calibre de su parte por intentar exhibirlo en un balcón…) y de ahí, sin tropiezos, ni contratiempos, Ni Contendor, al anhelado Senado, por la 16ª circunscripción norte (Los Lagos). Pese al asegurado escaño que se estaba agenciando, su candidatura la promovió, con enormes pancartas “de la mano” de Joaquín Lavín, el candidato presidencial UDI, no obstante haber hecho asomo, con significativo entusiasmo, la postulación de su amigo y correligionario RN, Sebastián Piñera.

Como senador, durante la parte del período que ejerce el cargo, no logra emocionar mayormente y sus pares, entre ellos, Sergio Romero, actual embajador en España, tampoco lo secunda en sus posiciones al interior de RN por estimar que es promotor de una “doctrina inorgánica”. A la llegada del gobierno de Sebastián Piñera, su memoria experimenta una actualización en torno “a la amistad que los une” y junto con ello, con insistencia, lindante en la majadería, insta su nombramiento como ministro de estado al margen de todo compromiso con su función parlamentaria. Como este capítulo es también de todos conocido en torno a su ulterior desempeño, sólo es posible concebir que una determinación de tales caracteres, la dinamizaría únicamente la mayor y mejorada exposición frente al país para fines promocionales.

Bueno, y ya en la carrera por las primarias, no fue necesaria ninguna propuesta para “entramparlo”. Dispuso, el mismo, de un don especial para ello. Desde luego, su lata expertis política lo situó siempre por encima de Golborne, en todo orden de consideraciones. Sin embargo, no resistió la idea de “apagar el incendio con bencina” sumándose, o mejor, dando el puntapié inicial, al corro que desestabilizó la candidatura del ex Ministro de Obras Públicas. De otra parte, nunca se entendió la gratuita propaganda a la candidata Bachelet al consignar en afiches, pancartas y promociones que él era el único capaz de vencerla (o sea, antes de la elección de primarias, ya la daba por ganadora…¿?) Y, en los foros, tampoco tuvo respuestas claras, como fue el caso del cambio de nombre de la Avda. 11 de Septiembre en la comuna de Providencia, en contraste con su contendor, quien, sobre este particular, se expidió con precisión.

Así las cosas, la ciudadanía, una vez más, ha dado una muestra de madurez y de verificación de trayectorias asignándole un lugar en el podio de los vencedores a quienes parecieren describir una propuesta de país en contraste con los que sólo exhiben un mero proyecto personal.

Concluyo coincidiendo con Carlos Peña, articulista de El Mercurio, en torno a la tragedia de Andrés Allamand, cuyo nombre, no obstante, estar vinculado a la historia política de Chile de los últimos 40 años, lo que anota son más bien el sesgo y el fracaso (Mercurio 1º de Julio).