Los islamistas habían llamado a salir a las calles y convertir este viernes en una jornada de “ira contra el golpe” que derrocó al presidente Morsi. Y así fue, las calles del Cairo y de las principales ciudades de Egipto se convirtieron en el escenario de las protestas para reclamar el regreso del depuesto Presidente y también de choques, primero, con las fuerzas de seguridad y ya en horas de la noche con los manifestantes que desde el miércoles están apostados en la plaza Tahrir, celebrando la caída del que fuera el primer presidente elegido democráticamente en ese país.
La violencia se extendió también al Sinaí, en la frontera entre Egipto e Israel, donde dos policías y un soldado murieron, al ser alcanzados por los tiros de un hombre motorizado. En Alejandría, por su parte, la violencia se cobró la vida de doce personas, dejando más de 400 heridos.
Durante la tarde, el líder supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Badie, reapareció en escena -desmintiendo así las noticias de su arresto la víspera- para decir que “seguirán en las calles”, reiterando que el “golpe de Estado no es válido”.
Los islamistas volvieron a formular el llamado para este sábado, jornada en la que piensan salir nuevamente a las calles y en la que podrían producirse más incidentes.
El tenso ambiente llevó a que el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, expresara su preocupación y pusiera la alerta contra una posible “política de represalias”.
Por su parte, el presidente interino de Egipto, Adly Manzur, decidió este viernes disolver el Parlamento, dominado hasta ese momento por los islamistas.