Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 24 de abril de 2024


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La insoportable levedad de Lavín


Sábado 6 de julio 2013 10:36 hrs.


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Señor director:

Solemos admirar a aquellos personajes que sufren derrotas y surgen nuevamente en el escenario político, aparentemente rehabilitados. Al tratar de explicar esta resiliencia, no nos cabe sino suponer que ella obedece a la certeza y solidez de las convicciones, a un especial intelecto para apreciar la realidad y, sobre todo, al sentido común -en el lenguaje y las actitudes- tan necesario en política. Es por ello que es difícil descubrir la ventaja estratégica de designar y mantener en una responsabilidad clave de la contienda presidencial al actual jefe de campaña del candidato gremialista.

En el imaginario colectivo, como suele llamársele, figuran numerosas de sus caídas y recuperaciones: la iniciativa alcaldicia fugaz de playas populares en el Mapocho; el discurso de su propia proclamación presidencial, en 1999, que necesitó constantemente de un “apuntador” desde la galería; la cándida confesión sobre sus inversiones en universidades -felizmente recuperadas, expresó- en medio de las manifestaciones callejeras de los estudiantes contra el lucro; la subsecuente renuncia como ministro de Educación y su reaparición en otra cartera, esta vez con oficina en el palacio presidencial, en un acto en que el mandatario lo recibió con una frase que revelaba ironía cruel en el anfitrión e impavidez en el agraciado; el anuncio de una nueva categoría analítica, el centro social, que aún permanece ininteligible; y, finalmente, la recepción ofensiva de Allamand en la sede de la UDI, explicada como un error protocolar. ¿En qué reside esta capacidad de recuperación de quien ha sido el último en vestir, estoicamente, la chaqueta rojo-chavista del Gobierno?

En La insoportable levedad del Ser, Milan Kundera expresa que la posibilidad del “eterno retorno” -el que los hechos y las circunstancias reaparezcan cada vez, aunque de un modo distinto- facilita el que nos formemos un juicio sobre ellos. De no ser así, si consideramos los actos humanos, incluidos los políticos, como únicos, singulares, irrepetibles y efímeros, estaríamos avalando su fugacidad y la desmemoria como atenuantes de su eventual condena, un mundo en el que “todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido”.

Hernán Ampuero Villagrán

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