¿Cómo saber del Chile musical en los primeros decenios de independencia? Esa fue una de las preguntas que se realizaron los musicólogos, Luis Merino, Rodrigo Torres, Cristián Guerra y el fallecido Guillermo Marchant, para llevar a cabo una investigación sobre la época.
La idea era escribir sobre unos años “de valor no interesante”, cuenta Merino. Lo anterior porque “la historiografía siempre ha dicho que la música que vale comienza en el siglo XX”, prosigue.
Fue en ese contexto que estos académicos de nuestra casa de estudios comenzaron un proyecto de tres años, del 2003 al 2006, acerca de la relación entre los ciudadanos y las sonoridades en los inicios de la república. El libro lleva por nombre “Prácticas sociales de la música en Chile, 1810- 1855: El advenimiento de la modernidad en la cultura del país”.
El texto reúne 8 ensayos donde se cuenta sobre la Sociedad Filarmónica de 1826 y los inicios de la actividad de conciertos públicos hacia 1830, el destacado rol de los compositores Isidora Zegers y José Zapiola durante el siglo XIX, y la importancia de la zamacueca, como “único punto de contacto entre las clases sociales”, según escribía en la época Domingo Faustino Sarmiento.
“Después de los diversos ensayos de gobiernos liberales viene el período conservador y la etapa fundacional chilena, y fue donde se dieron los proyectos de Doña Isidora, las primeras creaciones de José Zapiola. Sobre eso trazamos este tema, y ahí partieron los cultos cristianos no católicos, se hizo el semanario musical, entre otros. Lo central es contar la característica social de la música”, destaca Luis Merino.
Prácticas sociales
Sobre las prácticas sociales, Rodrigo Torres, el investigador del capítulo “Zamacueca a toda orquesta. Música popular, espectáculo público y orden republicano en Chile, 1820- 1860″, señala que “es interesante observar como se incorporan al Estado los quehaceres populares. Éstas aparecen mediadas por una función de representar lo nacional, y de ahí que la zamacueca, en la década de 1840, comienza a ser considerada como parte de ese sustrato común a todo lo que habita en el territorio, y te das cuenta que todo ese proceso es una construcción histórica. No siempre fue así, sino que se fue edificando”.
Aquello ocurrió porque en la época se configura el concepto de Estado- Nación “y se despliega gradualmente la modernidad en el arte y la cultura chilenos en función de sus diversos rasgos”, explica el texto.
En esta etapa también se iniciaron proyectos musicales de los cultos cristianos no católicos en Valparaíso, puerto de entrada de lo extranjero. Es el caso de la protestante Union Church (iglesia Unión) entre los años 1845 y 1890, que fomentaron los coros en la ciudad, para luego propagase por el resto del país. “La labor que realizó esta iglesia permitió activar toda la vida coral en Valparaíso, entonces fue este grupo de personas, los ingleses y escoceses radicados en el puerto y que asistían a la Union Church o a la iglesia anglicana los que estrenan acá El mesías de Händel o La creación de Haydn”, señala Cristián Guerra
Otro de los ensayos que se destaca es “La música en la catedral de Santiago”, realizado por Guillermo Marchant, quien falleció el año 2009 sin ver publicado el texto. Ahí se relata acerca de cuatro maestros de capilla y las características sonoras de sus obras.
El libro “Prácticas sociales de la música en Chile, 1810- 1855: El advenimiento de la modernidad en la cultura del país” de Ril editores estará a disposición en todas las librerías del país.