Reconocido por el Tribunal Supremo Electoral, Juan Osvaldo Hernández es el nuevo presidente de Honduras. La noticia, que debería ser solamente la consecuencia de un resultado electoral, cobra relevancia al adentrarse en lo que durante estas cuatro semanas se ha vivido en el país de Centroamérica que, previo al golpe de Estado que vivió en 2009, era considerado estable, ya que sus fuerzas políticas se repartían entre dos grandes partidos de centro derecha.
El pasado 24 de noviembre, un poco más de 5 millones trescientos mil hondureños estaban habilitados para elegir representantes. La variopinta papeleta electoral invitaba a los ciudadanos a acudir a las urnas donde se decidían los destinos de un país que ha sabido de tormentas y crisis en los últimos años.
La sorpresa era la oposición. Ocho candidatos pretendían la casa presidencial de Tegucigualpa, pero por primera vez existían opciones de centro izquierda con posibilidades de ganar. Ésa era la esperanza al menos de un movimiento iniciado en 2009 y que veía en el Partido Libre la posibilidad de derrotar los tradicionales pensamientos latifundistas y los permanentes lazos comerciales con Estados Unidos que desde siempre ha tenido el país que, otrora, se conoció con el peyorativo sobrenombre de “bananeros”.
Sin embargo, poco duró la esperanza. Las acusaciones de fraude, que se empezaban a oír como posibilidad en los días previos a los comicios, empezaron a ser nombradas como una realidad concreta. Muertos que votaban, dádivas materiales antes de sufragar, compra de credenciales y otras varias irregularidades, le quitaron toda connotación prístina a los resultados.
Pese a las voces que clamaban validez, desde Estados Unidos se felicitaba al pueblo hondureño por su participación en las urnas, eso, mientras la portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Jen Psaki, declaraba que habían sido unas tranquilas elecciones.
En las primeras horas del lunes, los presidentes de Colombia, Guatemala y Panamá felicitaban al nuevo presidente electo, Hernández, el continuador de Porfirio Lobos, quien llegara en 2010 al poder luego del golpe de Estado que en junio de 2009 derrocó a Juan Manuel Zelaya. A los reconocimientos se sumaba la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, quienes validaban el triunfo del militante del Partido Nacional.
Pero Xiomara Castro, candidata del Partido Libre, y esposa de Zelaya se negaba a reconocer el triunfo de Hernández, no por capricho, o por mera ocurrencia, sino porque las elecciones estaban viciadas.
“Desafortunadamente a las únicas conclusiones que uno puede arribar, luego de observar y acompañar el proceso electoral hondureño, son negativas. Lo que pudimos observar y comprobar es un proceso frágil, vulnerable, carente de un sistema de consecuencias a las diversas situaciones de irregularidad y anomalía que hemos manifestado”, así redacta su conclusión en informe elaborado por la Fundación Juan Bosch, uno de los veedores internacionales invitados al proceso.
Bartolomé Pujals, redactor de dicho informe duramente titulado “Elecciones en Honduras: No a otro matadero electoral en América Latina”, aún en Tegucigualpa, conversó con Radio Universidad de Chile para detallar parte de estas lamentables irregularidades: “Nosotros creemos que aquí este proceso ha estado matizado por muchísimas anomalías e irregularidades, las que llaman a una preocupación, teniendo en cuenta el pasado cercano de Honduras y los retos que tienen por delante. En este país la situación es complicada” relató, agregando información sobre las escenas de violencia que contrastan esa visión de paz: “De la OEA y de la ONU dicen que el proceso transcurrió con total calma, pero nosotros no podemos decir lo mismo, porque las delegaciones dominicana, brasileña y salvadoreña fueron objeto de represión y discriminación”.
Pero para Jorge Heine, catedrático de Gobernanza Global de la Escuela Balsillie de Asuntos Internacionales, Universidad Wilfrid Laurier, Canadá, la situación ya está definida, por lo que lo interesante es ver cómo el nuevo gobierno va a trabajar en su mandato, considerando por un lado los niveles de fragilidad crecientes del Estado y, por otro, la recomposición política que vive el país.
“Más allá de las diferencias políticas entre los partidos, los problemas que enfrenta la sociedad hondureña son muy significativos. Este presente que este es el país que tiene la mayor tasa de homicidios en el mundo, mueren 86 cada 100 mil y por dar una idea en Chile es 2 cada 100; segundo dato, más del 80% de la cocaína que entra a los Estados Unidos, pasa en algún momento por Honduras, de manera que el tráfico de drogas está cambiando; tercer lugar, este es uno de los países más pobres de América. Esos son problemas muy de fondo y a mí no me queda claro que respuesta tiene para eso el nuevo gobierno que va a encabezar el presidente Hernández, su correligionario el presidente Lobo , el actual presidente, no ha tenido grandes respuestas. Una de las respuestas que ha dado Hernández es que él va a aplicar mano dura, pero una de las conclusiones del informe del PNUD que se entregó hace unos días, es que la mano dura no resulta, no resuelve este tipo de problemas”, explicó.
Es de esta recomposición a la que se refiere Pujals, como uno de los aspectos positivos de estas elecciones, que salen del tradicional bipartidismo que imperó en Honduras hasta antes del Golpe, posicionando como tercera fuerza al Partido Libre, centro izquierda encabezada por el zelayismo, y dejando en la Cámara una multiplicidad de representaciones en las que no tiene mayoría el sector del electo Hernández.
“A pesar de todo, hay cosas importantes. Aquí se rompió el bipartidismo y hay un tutifruti en el gobierno. Sin embargo, hay conmoción, las calles están intranquilas, la gente muy abatida, en un estado de incertidumbre. Pero del partido libre yo he podido comprobar que hay un llamado a la paz, un llamado a una resistencia, pero pacífica, porque aquí hay mucho chantaje, se le quiere prohibir al pueblo que se manifieste”, declaró Pujals desde Honduras.
“El triunfo de Hernández mantiene el statu quo” plantea Fernando Estenssoro, doctor en Estudios Americanos e investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, para quien nada va cambiar, mientras las elites no permitan mejoras en los derechos sociales del país.
“No ceden. La política económica y política de los partidos tradicionales apoya a unas cuantas familias que desde siempre han sustentado el poder en Honduras. Por primera vez hubo un intento de cambio, cuando Zelaya -que si bien ganó con un partido de derecha-, comenzó a hacer reformas que se salieron de esta tradición, le hicieron un golpe de Estado. En este momento hay un gran malestar político, se pensaba en vientos de cambio, pero al final no le alcanzó a Xiomara Castro y tampoco hubo alianza opositora, que es lo que está faltando hoy a Honduras, lo concreto es que estarían ganando las fuerzas tradicionales lo que significa que el status quo se mantiene”, analizó el cientista.
El papel que juegue la alta dirigencia, el cómo se van a ir tejiendo acuerdos en un sistema unicameral donde de sus 128 representantes, 39 pertenecen al frente conformado por Xiomara Castro, otros 47 son de la bancada oficialista, y cómo se enfrenten los problemas sociales son las claves que los expertos adelantan de cara a los próximos años.
“Lo que va a tener que ocurrir es que Honduras –un país que depende fuertemente de Estados Unidos-, un país que está en espiral, que está pasando a ser un país problema, que está al borde de ser un Estado fallido, en ese sentido, representa un desafío muy grande para la comunidad de Estados Américanos, por ello es muy importante que a través de la OEA los países busquen forma de ayudar, para evitar que Honduras siga cuesta abajo en la rodada”, postula Heine, tratando de avizorar soluciones.
Para Estenssoro nada va a cambiar en las políticas internacionales. Tal vez, plantea el académico, exista algún tipo de acercamiento comercial de Estados Unidos, pero nada muy diferente a la relación que ya existe con Centroamérica, de lo que Honduras es un reflejo: “No creo que haya un cambio de la política de Estados Unidos a Centroamérica, una zona con problemas sociales estructurales. Sus estructuras económicas tradicionales no generan suficiente empleo, no hay fuentes de ingreso, no hay desarrollo de industria. Son países con pocos ingresos, esos pocos ingresos están mal distribuidos, concentrados en oligarquías dueñas de la tierra, con reformas sociales que no vienen, entonces, salvo que viniera un plan especial, si no hay un acuerdo social entre las fuerzas políticas, yo no le veo solución a un tema que avanza en polarización política”.
El rol de Zelaya, Xiomara Castro y la oposición en general puede ir cobrando importancia si se mantienen vigentes, plantean los analistas. Si bien Estenssoro critica la poca unión que hubo entre estas representaciones de centro izquierda, lo que les impidió más presencia en las urnas, Heine postula que “el ex presidente Zelaya y su esposa han pasado a ser referentes en el país. Lo que ha pasado desde 2009 es que se ha activado un movimiento social entre los campesinos, entre los pobladores, entre los estudiantes, que son quienes han dinamizado estos partidos. Entonces, una de las interrogantes que quedan es qué va a pasar con estos movimientos sociales, si es que van a seguir presionando fuertemente al gobierno para que entregue respuesta a los grandes problemas que enfrenta la sociedad hondureña o se van a desactivar. A mí me parece que si ellos se mantienen activos, van a seguir jugando un papel importante”.
Destacando que tanto Xiomara Castro como Zelaya han llamado a la paz, a la tranquilidad del pueblo, Pujals apunta que: “Aquí va a mantenerse la lucha, la gente está muy activa. La intensión de la gente es no aceptar a este presidente y dejar las cosas tal como están. Se vienen tiempos difíciles, de bastante conmoción, y al haber democratizado un poco más las instituciones de poder, hay más posibilidades de generar situaciones de ingobernabilidad que no ayudarán a Honduras, pero que lo único que quedará es seguir luchando en el Congreso, seguir luchando en las calles como lo ha hecho el Partido de Resistencia Nacional”, concluyó el relator para la Fundación Juan Bosh, institución invitada por el partido de Castro a observar la regularidad de un proceso eleccionario que puso en duda la capacidad institucional y democrática de un país cansado, pobre, masacrado, que tiene a su haber algunos de los peores índices del continente.
En lo legal, la imputación a las elecciones es un paso que pueden ejercer las fuerzas de la oposición. Desde el Partido Anticorrupción, uno de los ocho postulantes a la presidencia, han vociferado que lo harán, lo que a juicio del veedor poco puede cambiar la actual situación.