Desde temprano los medios nacionales e internacionales ya daban cuenta de la baja participación en los comicios. Llamado de atención dijeron algunos, una verdadera sombra en la legitimidad de las elecciones, señalaron otros.
Dada la simplicidad de la elección y la baja participación, los resultados eran claros la tarde de este domingo y se visualizaba a la real ganadora de esta contienda: La abstención. Es que, a esa hora con un 99, 97 por ciento de las mesas escrutadas, podemos saber que sólo votaron cinco millones 579 mil 695 mil personas de un padrón electoral de 13 millones 573 mil chilenos habilitados para sufragar. La abstención alcanzó el 59 por ciento, es decir 6 de 10 chilenos no fue a votar en esta segunda vuelta presidencial.
En cifras, solo un 41 por ciento de los ciudadanos acudió a las urnas, pese al masivo llamado a votar impulsado desde de la Alianza y la Nueva Mayoría. Así, el 62 por ciento de los votos válidamente emitidos con que resultó electa la nueva presidenta, se traduce en que finalmente fue elegida tan sólo por el 25,5 por ciento de los chilenos habilitados para sufragar.
Cifras que fueron un jarro de agua fría para la clase política, que hace dos años aprobó por unanimidad la reforma que estableció la inscripción automática y el voto voluntario. El presidente Sebastián Piñera manifestó su preocupación al respecto.
“Sólo votó un 47% de los chilenos y eso no nos deja contentos. Sin duda, mientras mayor es la participación, más sana, más fuerte y más vital es nuestra democracia, y tendremos que aprender a escuchar a los chilenos y chilenas que votaron y, también, a aquellos y aquellas que no votaron”, pronunció el presidente.
El mandatario defendió la reforma al afirmar que creen en la libertad y que los chilenos deben votar “por compromiso y no por temor a una multa”, pero aseguró que están convencidos también que toda libertad va acompañada de deberes y compromisos uno ellos es la participación en nuestra democracia.
Sin embargo, desde el bloque opositor intensificaron la crítica apuntando a los esfuerzos del Gobierno de complementar su reforma con una acción política. El presidente del Partido Socialista Osvaldo Andrade, indicó que la actual administración actuó “con una desidia brutal para la participación de los chilenos” y pidió que desde la derecha no se adoptara ahora “el discurso sobre la legitimidad del triunfo” de su candidata.
Desde el Servicio Electoral su presidente Patricio Santamaría fue tajante; “aquí no está en juego la legitimidad”, sostuvo. Incluso desde el oficialismo se tuvo la misma mirada: La vocera del comando de Evelyn Mather, Lily Pérez, coincidió con esto, pero expresó que “sí es un llamado de atención para todos en la política y para todos aquellos que han tenido un rol de conducción en todos estos años en política, porque algo está diciendo la gente con la abstención”.
Ante los indicios de baja participación, desde muy temprano, Michelle Bachelet salió a pedir que no se cuestionara la legitimidad de los resultados. “En democracia gana el que tiene más votos. La legitimidad no depende de cuánta gente vaya a votar”, enfatizó. Sin embargo, en su discurso final no pudo evadir este tema.
“Un número importante de chilenos y chilenas no fueron a votar, sé que muchos de ellos tienen desconfianza y frustración, sienten que el Estado ya no los protege, otros no han ido a votar por problemas prácticos, muchas micros, locales de votación muy lejos, pero lo importante es que nos demos una gran tarea, debemos hacer que esos chilenos y chilenas vuelvan a creer, no en mí, no en un partido, no en un grupo político, debemos lograr que vuelvan a creer en la democracia y sus tareas”, apuntó la electa presidenta.
Para el Senador del MAS Alejandro Navarro, la alta abstención muestra la crisis institucional que vive Chile y la necesidad de avanzar a una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente. Otros, de frente cuestionan el modelo de voto voluntario, algunos que estaban cien por ciento seguros como el Senador DC Andrés Zaldívar afirmaron que tenían que reflexionar después de los resultados de esta elección.
Sin embargo, algunos analistas recuerdan que con el voto obligatorio el nivel de falta de participación también oscilaba en torno al 50 por ciento, considerando los ciudadanos que no se inscribían en el registro electoral. Entonces el abstencionismo se disfrazaba, lo que demuestra que, si bien, en estas elecciones la abstención fue clara y contundentemente la vencedora, esta realidad se arrastra hace años y constituye una sobra inquietante en nuestro proceso democrático.