Reforma Tributaria y Desigualdad: El impacto del impuesto en el 1% más rico

El trabajo de James Henry (“The Price off shore revisited”) muestra que la mitad de esos US$21 millones de millones en depósitos en paraísos fiscales está en manos de las 91 mil personas más ricas del mundo, es decir, un 0,001% de la población mundial, la que controla más del 30% de toda la riqueza del orbe. Asimismo, añade Henry, unas 8,4 millones de personas o 0,14% de la población, define el destino del 51 % de la riqueza mundial.

El trabajo de James Henry (“The Price off shore revisited”) muestra que la mitad de esos US$21 millones de millones en depósitos en paraísos fiscales está en manos de las 91 mil personas más ricas del mundo, es decir, un 0,001% de la población mundial, la que controla más del 30% de toda la riqueza del orbe. Asimismo, añade Henry, unas 8,4 millones de personas o 0,14% de la población, define el destino del 51 % de la riqueza mundial.

El ex economista jefe de la consultora McKinsey y profesor del Centro para la Inversión Internacional Sostenible de la Universidad de Columbia, James S. Henry, ha señalado en un reciente estudio que los cálculos de Thomas Piketty (“Capital en el siglo XXI”) y de organismos mundiales (OCDE) y privados (“Global Wealth Report” del Credit Suisse Research Institute) han subestimado la real desigualdad mundial, dado que habría unos US$21 millones de millones (90 veces el PIB de Chile) ocultos en “paraísos fiscales”.

Tamaña riqueza, en manos de una pequeña élite, no formaría parte de las mediciones y en consecuencia, el error de Piketty y las otras mediciones sería que no incluyen una valoración del impacto de esos recursos en la desigualdad, cuyo nivel es aún mayor si aquellos se consideran.
En efecto, las mediciones sobre ingresos se hacen básicamente con las declaraciones de impuestos, es decir, la riqueza que registra el Estado. Sobre esas declaraciones se puede calcular el coeficiente Gini que mide la desigualdad. Como se sabe, este coeficiente va de 0 (que significa igualdad total de ingresos) a 1 (desigualdad absoluta). En países con una estructura social más igualitaria, el coeficiente es del orden 0,25, como en naciones escandinavas; en países más desiguales, como en África o América Latina, alcanza hasta 0,60.

El trabajo de Henry (“The Price off shore revisited”) muestra que la mitad de esos US$21 millones de millones en depósitos en paraísos fiscales está en manos de las 91 mil personas más ricas del mundo, es decir, un 0,001% de la población mundial, la que controla más del 30% de toda la riqueza del orbe. Asimismo, añade Henry, unas 8,4 millones de personas o 0,14% de la población, define el destino del 51 % de la riqueza mundial.

El informe, basado en datos oficiales del Bank of International Settlements, FMI, el Banco Mundial y de cada país, analiza 139 naciones, la mayoría de ingresos medios-bajos. Entre las 10 con mayor fuga de capitales (en valores del 2010) están China, Rusia, México, Arabia Saudita, Malasia, Emiratos Árabes, Kuwait, Venezuela, Qatar y Nigeria.

Por su parte, en entrevista con BBC Mundo, el economista argentino, Jorge Gaggero, dijo que de acuerdo a su estudio “Fuga de Capitales III (2002-2012)”, sobre este fenómeno en Argentina, el impacto de las salidas de recursos sobre la desigualdad se observa en el aumento del coeficiente de Gini de 0,42 a 0,48 si se contabilizan los fondos fugados de ese país. Gaggero explica que si se acepta que el stock escapado alcanza a US$400 mil millones, el cambio del coeficiente de Gini, según las cifras más conservadoras, neutraliza todos los avances de una mejor distribución del ingreso por crecimiento y políticas sociales del período 2003-2010.

Otro ejemplo, pero en países ricos, es el analizado por Sam Pizzigati, del Institute for Policy Studies de Washington, quien define como “la paradoja americana” la desconexión entre los datos sobre la desigualdad de ingresos y la desigualdad de riqueza. La de ingresos muestra que ha habido un enorme crecimiento de la desigualdad entre los más ricos y el resto. Sin embargo, si se mide la desigualdad de riqueza (es decir, el patrimonio total de una persona, incluyendo depósitos, acciones, inmuebles, otros) se evidencia que en 1983, el 1% más rico tenía 33,8% del capital global, mientras que en 2009 tenía 35,6%: es decir, el aumento de la desigualdad sería marginal.
Para Pizzigati la explicación más lógica de esta diferencia es “la riqueza oculta en paraísos fiscales”, dado que de otro modo habría que suponer que los ricos se gastan US$5.000 en cenas cada noche del año. Y si se agrega el hecho que los recursos en paraísos fiscales no están quietos, sino que continúan reproduciéndose, esa riqueza podría ser aún mayor, según John Whiting, ex director de política impositiva del Chartered Institute of Taxation del Reino Unido.

La propia OCDE muestra cifras que develan una mayor concentración de riqueza en manos del 1% de la población, aunque también cierta ralentización del ritmo de concentración durante la crisis, ya que los ingresos de los más ricos son más sensibles a los movimientos de la actividad económica y del capital. Al mismo tiempo, muestra que las tendencias a las reducciones de impuestos de las últimas tres décadas han contribuido al aumento más rápido de los ingresos más altos, respecto de los más bajos.

En efecto, la tasa legal superior media de la OCDE cayó desde 66% en 1981, al 51% en 1990 y al 41% en 2008, cuando comenzó la crisis. Esta baja de las tasas máximas de tributos sobre la renta condujo a una reducción de la carga impositiva de los ingresos más altos –que en la actual propuesta del Gobierno propone reducirla desde 40% a 35%- y, por lo tanto, incrementó sus ingresos después de impuestos en el mediano plazo. El fenómeno se explica porque una renta disponible mayor hace más fácil ahorrar, aumentando ingresos futuros. Además, la baja de impuestos sobre las rentas más altas reduce el aliciente a eludir o evadir tributos, estimulando el declarar mayores ingresos.

Los resultados de la investigación OCDE recomienda, pues, alza de impuestos a los que más ganan, aunque en dicho análisis no se miden los impactos de tales alzas sobre la inversión, productividad y creación de empleo, ni el aumento del treaty shopping (cuando personas con altos ingresos y empresas organizan sus finanzas para aprovechar disposiciones fiscales favorables en otras áreas), lo que es más fácil para los que tienen más.

No obstante tales efectos posibles, desde 2008, 21 países de la OCDE aumentaron sus tasas tributarias sobre las rentas superiores, mientras que solo tres las redujeron en igual lapso. Otros impuestos que impactan los ingresos más altos también bajaron en las últimas décadas. El tipo medio del tributo a las empresas se redujo del 47% en 1981 al 25% en 2013 y los impuestos sobre los ingresos por dividendos del 75% a 42%. Varios países eliminaron o redujeron los impuestos sobre el patrimonio neto y los de herencia. Los tipos impositivos sobre ganancias de capital en acciones van desde el 12% en Bélgica, a más del 55 % en Grecia y Dinamarca. En alrededor de la mitad de los países de la OCDE, las ganancias de capital por acciones sólo están sujetas al impuesto sobre la renta de las empresas y no al impuesto sobre la renta personal.

La reforma tributaria en marcha en Chile podría, pues, tener cierto impacto positivo en el coeficiente de Gini, aunque en el entendido de que las decisiones de política fiscal que se materialicen en la discusión en el Senado tengan el menor efecto posible en las tasas de inversión, empleo y productividad, al tiempo que puedan ser fiscalizadas con eficacia para impedir el treaty shopping. Una menor desigualdad puede ser, por el otro lado, un fuerte incentivo a una mayor actividad económica y demanda, gracias a los desahogos de las familias en gastos en educación y salud y al mejor estado de ánimo surgido de este esfuerzo social por una mayor justicia tributaria.





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