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Excomunión a la economía convencional

Columna de opinión por Vivian Lavín
Domingo 13 de julio 2014 18:26 hrs.


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Después de la excomunión que declarara el papa Francisco a la mafia calabresa, los más de 200 reclusos de la cárcel de Larino pertenecientes a la ndrina decidieron irse a una huelga de misas. Pero contrariamente a como pudiera pensarse, los mafiosos no se estarían privando de la Eucaristía como señal de arrepentimiento por sus pecados, como se los pidió el Pontífice, sino que como una manera clara de establecer su fidelidad hacia lo más sagrado, la Ndrangheta. Una de las organizaciones criminales más ricas del mundo, cuyos ingresos superan los 60 mil millones de dólares cada año y donde gran parte de ellos proviene del tráfico internacional de cocaína.

Lo que hizo el papa Francisco es un atrevimiento inédito contra una asociación ilícita muy compenetrada con la religiosidad, al punto que cuando se unen a ella los mafiosos lo hacen con las manos unidas y abiertas en forma de cáliz, diciendo en voz alta: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo junto ante esta sociedad ser fiel a mis compañeros y renegar de mi padre, de mi madre, de mis hermanas y hermanos, y si es necesario, hasta de mi propia sangre”. Un juramento cuyo espíritu se materializa cuando la friolera de dinero que obtienen no va en ayuda del casi 60 por ciento del desempleo juvenil de Calabria, esperando a que esos jóvenes se les unan cuando ya la necesidad les haga romper con sus valores.

De la misma manera cómo estos mafiosos acuden a la religiosidad a la hora de encomendarse en su quehacer delictual, es como hoy los economistas se encomiendan a la economía, como si ella fuese una religión a que hay que seguir pase lo que pase. Aunque los millones de pobres sigan aumentando, aunque la cesantía tenga a otros millones más viviendo la peor vida.

Y lo que ahora están haciendo lo economistas que han justificado esta crisis mundial con mil y una volteretas y guarismos, es, con las manos unidas y en forma de cáliz, tratando que se les ocurra una nueva teoría financiera con qué seguir la fiesta.

Así sucedió luego de la crisis de los años 30, cuando de las cenizas de los mercados surgió la teoría keynesiana. Y después, cuando se produjo la feroz inflación que tuvo a Estados Unidos y a Europa con sus monedas por las nubes, pero sin valor, es que arremetieron con la teoría monetarista de Milton Friedman. Y ahora, falta una nueva teoría económica que venga a desplazar a la actual.

Sin embargo, hay quienes no tienen fe. Como el filósofo argentino Mario Bunge, cuando dice que “los golpes no enseñan nada, no creo que aprendamos de esta crisis, sobre todo si los gobiernos siguen pidiendo consejo a los economistas que contribuyeron a crearla, a los partidarios de políticas sin regulación”.

Lo que quieren hacernos creer que a la economía hoy hay que rezarle para que no nos castigue más y padecerla como si fuera una de esas plagas que azotaban al Antiguo Egipto, olvidan que hoy estamos en un mundo interconectado, donde el conocimiento fluye y llega a capas de la sociedad que nunca antes fueron consideradas. Como que existe un libro que se titula La economía desenmascarada (Ed. Icaria) en el que el Premio Nobel de Economía alternativo Manfred Max Neef junto al físico inglés Philip. B. Smith dan cuenta del gran cambalache actual, sentando un nuevo orden que vaya desde el poder y la codicia a la compasión y al bien común. Porque como muy bien lo explican, la economía en la actualidad está sentada sobre la bases de una cosmovisión mecánica del universo. Que a la economía no le da para ciencia, sino que para mera disciplina, cuando el mainstream o economía convencional se sustenta en teorías neoclásicas de fines del siglo XIX. “Porque el mundo no es mecánico, como supone la economía neoclásica, sino que orgánico, como lo entiende la economía ecológica, no hay que sorprenderse de que la disciplina tal como se la enseña, crea economistas que no entienden el mundo real”, dicen los autores.

El resultado de haber erigido a la economía como una pseudo religión es que hemos creado dos mundos, “uno centrado en la política, la competencia, la codicia y el poder, que parece tener todo bajo control, y otro interesado en la equidad, el bienestar, el respeto por la vida y la solidaridad, que no controla nada, pero que crece y se expande como un imparable movimiento subterráneo de la sociedad civil”.

Lo que queda por hacer es excomulgar a estos economistas que siguen profesando que el modelo es el que está bien y lo que ha fallado son las personas que tienen la mala costumbre de comer y querer vivir mejor. Exiliarlos del púlpito televisivo para que ya no sigan con su prédica decimonónica que justifica la pobreza, y el sufrimiento de millones de personas, como meras externalidades. Que se vayan de una vez por todas y dejen que los verdaderos científicos, aquellos que consideran la realidad desde la vida misma y no desde un laboratorio, puedan buscar una salida del callejón en el que nos metieron.

 

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.