“Tendría que contarlas en el calendario”, dice Manuel García cuando piensa en cuántas entrevistas ha dado en los días previos al lanzamiento de Retrato iluminado, el disco doble que acaba de publicar, producido por el guitarrista Ángel Parra y con colaboraciones de su padre homónimo.
Entre ensayos, preparativos y actividades de promoción, son días agitados para quien alista el paso más ambicioso que haya dado un solista chileno en los últimos años en términos de convocatoria: el Movistar Arena.
Ahí presentará un disco de proporciones mayores para la era de los formatos digitales, con 19 canciones y 70 minutos que apuntan a dos polos: “Había canciones que necesitaban un tratamiento más rocker y otras que de frente ponían los pies en el mundo del folclore”, dice.
Los discos dobles siempre dan la impresión de que podrían acotarse. ¿Tu disco no provoca eso?
Se podría haber acotado. Cuando lo estaba haciendo y lo escuchaba en el auto, mi hijo me decía que se quería saltar algún tema. Mi esposa también dice que hubiera quedado perfecto con dos temas menos. No creo que haya quedado perfecto, pero sí está justificado que sean dos polos tan distintos. El segundo disco ni siquiera es cantautoral como los otros, sino que de frente entra en el mundo de un folclore ficción, con los retazos de lo que uno siente que es el folclore. ¿Qué me motivó a hacerlo? Que había escondido un poquito del folclore que hacía, por este respeto raro que uno tiene, como que no lo hiciera de verdad.
¿Temor?
Respeto más que temor. Conozco el folclore andino de cerca, he estado con la gente en el campo, mi abuela era campesina de Chillán y he escuchado tonadas y huaynos vívidos. Más que miedo, es la imposibilidad de hacerlo porque entiendes que la raíz, cuando la escuchas de cerca, tiene un encanto, una magia que no es tan simple siendo urbano. Pero preferí no quedarme corto de genio luego de ser bien recibido por el mundo del folclore, de haber recibido una buena sonrisa de la “Chabela” Parra, una carta cariñosa de don Ángel (Parra), una invitación de Inti Illimani a tocar, una atención especial en el restaurant de Charo Cofré en Isla Negra. No me sentía con las ínfulas para pararme al lado de ellos, pero esa bienvenida me hizo ajustar cosas que tenía medio escondidas y pensar que con un par de nuevas composiciones me quedaba un disco lo más bien.
Me interesa la inclusión de Ángel Parra padre cantando, porque dialoga con sus discos y una parte de la Nueva Canción Chilena que no ha sido tan revisada como Víctor Jara o Violeta Parra. Hay otros nombres, como Rolando Alarcón o “Payo” Grondona. ¿Tenías conciencia de eso?
Con Ángel Parra padre tuve una relación antes que con el chico. Grabando El árbol de la vida de la Javi (Parra) le comenté el libro de su papá (Violeta se fue a los cielos) y ella me dijo que le escribiera todas las ideas que tenía. A mí me daba miedo, en festivales lo veía pasar con sus bigotes, su onda Parra y pensaba que iba a molestarlo, pero él le escribió a la Javi para decirle que encontraba muy lindo lo que hicimos. Ahí le di las gracias, le comenté el libro y empezamos una relación epistolar muy bonita.
Cuando empecé a trabajar con el Ángel chico me olvidé absolutamente que tenía esa relación. Le pasaba las canciones, trabajaba con rocanrol y estaba relegado lo más acústico, pero me apareció el concepto de Retrato iluminado, sobre las fotos antiguas, y pensé que debían ser unas décimas, porque el Angelito chico me había dicho por qué nunca había escrito décimas. Escribí cuatro “Retrato iluminado” distintos en décimas, al quinto lo encontré más o menos y le dije a Ángel si su papá podía arreglarlo, ponerle algo más parriano. Cuando volvieron los versos, quise que él los recitara y empecé a elucubrar el disco dos, que empecé a trabajar más directamente con don Ángel.
Ahí le dije “si ya va a recitar unos versos, ¿cantaría una de estas canciones?” Le gustaron “El huerto de los deseos” y “Noche montuna” y me fasciné al escucharlo, porque estaban hechas con la onda de sus discos antiguos. Tan así, que ahora tengo pegado su fraseo y no me acuerdo bien cómo era el original. Por eso digo que es folclore ficción, es un privilegio enorme tener la sensación de que la canción la escribió don Ángel. Para mí, evoca ese folclore de ninguna parte, todo ese folclore desaparecido. Sabemos que canciones como esa y mejores hay en miles de discos chilenos no escuchados. No es una reflexión que tenga de antemano, pero la hago por lo que me dices, cuando nombramos las figuras de Rolando Alarcón o “Payo” Grondona, por ejemplo; de la misma “Chabela”, que tiene una discografía increíble y dudo que los chilenos la hayan escuchado completa.
A propósito, ¿por qué grabaste “Pupila de águila”? No es una canción tan conocida de Violeta Parra.
Es una canción que confunde. Habla de un pajarillo que es un engaño, porque realmente es un águila; y no es solo una canción de amor, sino una canción sobre la transfiguración de la realidad. En cada estrofa el pajarillo no es el pajarillo: su silueta tenía el alma herida, luego llega una carta y todo lo que estaba bonito, las flores, son moradas; después deja un collar, ella lo frota y vuelve a cambiar la realidad, porque él llega, ella ve otra vez a su pajarito desgarrado y cuando se acerca a consolarlo ve el águila, mira la pupila. O sea, un thriller extraordinario. Ni Hitchcock.
La confusión es por una falta de respeto con el folclor, porque pensamos que la gente del campo está en un estado de ingenuidad permanente. La escuchamos y empiezan las palmas como si fuera una canción saltarina. Eso es lo extraño, que invita a una cosa dulce y rítmica pero tiene un thriller escondido.
Además, es una de las canciones de Las últimas composiciones donde se juega un rol que la Violeta logró con maestría en ese disco, que es la dualidad: cuando canta con Alberto Zapicán hace un dúo perfecto en su complementariedad, que no es armónico, sino que son voces paralelas donde macho y hembra se confunden. En canciones como “Una copla me ha cantado” van en paralelo y es una complementariedad que maneja el mundo andino, el campesino. Día y noche, invierno y verano, frío y calor; referentes campesinos que están en todas las culturas importantes. Ella maneja esos dos personajes en las canciones necesarias y donde los textos justifican que haya una dualidad. Por todas esas razones tenía que ser “Pupila de águila”. Podrían haber sido muchas, pero esta se entiende como una canción medio lúdica e infantil y para mí es maldita.
Con este concierto vas a cumplir un recorrido que a veces se ve como una prueba de éxito: Olmué, Viña del Mar, Caupolicán y Arena Movistar. Sin embargo, eso no significa que el trabajo sea de calidad. ¿Cómo lo enfrentas?
Estoy convencido de un trabajo que tiene ciertas pruebas de que sí es artístico. No es que sea infalible, pero cuando enfrentas un escenario tan grande debe existir una filosofía con la que has construido. Hice una escalera en que quemé etapas. Mi carrera más visible comienza en una etapa de madurez de años y de calle tocando, hay un paso a paso. Estoy con la ilusión de cuando haces un regalo, la otra persona está rompiendo el paquete y estás esperando si le sorprende, si le gustó, miras qué le pasa. Eso es lo que me pasa en estos escenarios grandes, no estoy esperando que el otro mire cómo yo me veo.
Estar en el Movistar también significa dar los primeros pasos para construir de nuevo en Chile carreras que puedan ser masivas y sostenerse sobre un modelo económico. Me da ilusión que el concierto genere una relación entre empresas, medios, artistas y sellos, que establezca un piso para que la música crezca. Necesitamos procesos como el argentino o mexicano, donde hay bandas que llenan estadios en sus propios países. Cuando venía Soda Stereo y llenaba el Nacional, yo pensaba que estábamos muy lejos de que cerraran las calles alrededor del estadio por un concierto de un grupo chileno.
Te gusta generar esos fenómenos con tu música.
Claro, no estaría dispuesto a jugar este nivel de exposición sin la expectativa de que eso genere algo importante a cambio. Tiene que tener una compensación que no es solo personal ni directamente dinero, sino la posibilidad de mover una gran energía en torno a la música. Es como una ilusión que cada artista tiene derecho a tener con el arte chileno. Sentir orgullo porque Los Jaivas hacen un Nacional a sus 50 años, porque Los Prisioneros hacen dos estadios; qué interesante sería que Los Tres se reunieran y la gente estuviera así de contenta o que los Inti Illimani se junten y hagan dos funciones en el Nacional. ¿Eso es plata? ¿Es la industria de unos sátrapas que se quieren enriquecer con la música? Se hace con un modelo de negocios, pero no significa que no responda a necesidades culturales.
¿Cómo te relacionas con esa estructura? El disco está asociado a Chilevisión, el concierto está auspiciado por Movistar, que son grandes marcas. ¿No se contradice con la postura política que también has vinculado con tu música?
Eso me recuerda la estatua preciosa que le hicieron en Cuba a John Lennon, que vivía en una mansión extraordinaria en Nueva York. A Bob Dylan o al agradecimiento del mundo con Elvis Presley, que tiene una tremenda mansión en Memphis. Me acuerdo que los Beatles podían hacer cada vez mejor música porque eran dueños de un edificio que era Abbey Road, desde donde salieron discos luminosos para el mundo. O sea, ni me complico con el tema.
Es una mala perspectiva entender que lo social tiene que entrar en una contradicción vital con el capitalismo. Desde el punto de vista político es cierto, pero no desde el punto de vista estratégico para lograr cosas, porque vivimos en un país que tiene un régimen de mercado. La gente que piensa eso tendría que dejar de ir al supermercado, no tener teléfonos, no relacionarse con ninguna de las cosas con las que se supone que nos ataca el monstruo capitalista. Para mí es vital tener guitarras Martin que suenen igualitas a la de Dylan, a la de Jake Bugg o Johny Cash. Es importante tener un guitarrón bien hecho para tratar de replicar una cosa de la Violeta. Es vital tener la tecnología para lograr un disco con el sonido de Kraftwerk o Depeche Mode. Esto es idéntico a decir que los médicos son más honrados y hacen mejor su trabajo porque el hospital es más pobre. No se puede relacionar canción social con precariedad y pobreza, con músicos a los que se les caen los dientes, que no tienen recursos para sonar bien y hacen discos mediocres que no interesan en el extranjero porque andan al tres y al cuatro, porque no pueden cobrar bien por sus giras o negocios ya que es indigno o contradictorio con la canción social. En Chile tenemos un tremendo nudo ahí que hay que desatar.
Pero es un comentario muy común.
El prejuicio es grande. Nosotros nos llevamos al sur la gira con el escenario de tres pisos que montamos en el Caupolicán y cuando volvimos la pregunta era ¿cuánto ganamos? Nada, recuperamos los gastos. Estuvimos un mes de gira y la gente podía pensar que ahí estaba la riqueza, porque a teatro lleno en diez ciudades… los bolsillos llenos, pero nada.
Eso suele suceder, porque acá no hay transnacionales que te pongan lucas. Con Carlos Fonseca (su manager) armamos las lucas para que este disco fuera bien grabado y cuando cubrimos todos los gastos apareció la invitación de Calle 13 para ir a Estados Unidos y rompimos el chanchito. Nos pagaban algo, pero no sustentaba todos los gastos de una gira por todo California. En los medios ves que Manuel García grabó en Estudios del Sur, fue a tocar a California, anda en aviones, tiene fotos tocando en teatros de Texas… pero es una inversión para que la música crezca. Llegamos acá y no tocamos en un mes para llenar el Movistar. Estamos metidos igual que todos los chilenos en el sistema de tarjetas, de encalillarse para que la fiesta sea más bonita, entonces no me digas que lo que te sirvo no te lo vas a comer porque es caro.
Hay un nivel de ingenuidad que tiene que ver con un desconocimiento absoluto de cómo hacer crecer la música. ¿Por qué no tengo derecho a tener un disco que suene tan bonito como el Little broken hearts de Norah Jones? ¿Tengo que decir que no quiero un bajo Fender, que no voy a grabar en cinta porque es muy caro y la gente se va a enojar? Eso se traduce en calidad artística, no es el usufructo de una carrera basada en la música social. Es una fantasía, no funciona así.
Manuel García lanza Retrato iluminado.
Viernes 29 de agosto, 21 horas, Movistar Arena.
Entradas: entre $9.900 y $27.900 en Puntoticket.