Hace 30 años, en 1984, la Población La Victoria, uno de los focos más combativos que enfrentó la Dictadura en la zona sur de Santiago, organizó como siempre las manifestaciones para plegarse a la décima jornada de Protesta Nacional. Carabineros desplegó sus fuerzas especiales, con vehículos, tanquetas y piquetes a pie. Uno de estos grupos policiales confundió a un grupo de periodistas con manifestantes y disparó para dispersarlos. Las balas atravesaron la casa parroquial de madera asesinando al sacerdote francés André Jarlán que se encontraba leyendo su Biblia.
Pierre Dubois y André Jarlán fueron más que dos curas. André había llegado hacía unos meses desde Francia y junto a Pierre estaban empecinados no sólo en combatir la represión que sufrían los pobladores, sino también la droga y la violencia que se instalaba en el lugar. Invitaban a los jóvenes consumidores de droga a la modesta casa parroquial de madera donde les ofrecía una once sencilla, que por 1984 era un lujo, en medio de una crisis económica que tenía a los pobladores sin trabajo, obligados a hacer ollas comunes para alimentarse.
La población La Victoria se creó a partir de una toma de terrenos en 1957. Con calles de tierra y estrechas, formó parte de las poblaciones de Santiago más golpeadas por la crisis económica de 1982, lo que provocó el auge de las protestas nacionales, bajo la consigna “Pan, Trabajo, Justicia y Libertad”.
La alcaldesa de Pedro Aguirre, Cerda Claudina Núñez, nacida en la población La Victoria, denunció que las violaciones a los derechos humanos sufridas por la gran mayoría de los pobladores quedaron impunes.
“Todos aquellos que utilizaron el Estado para matar para relegar para detener y desaparecer, están encubiertos ganando plata. Dominando este país y, lo más importante, y lo más triste a la vez, es que no se hacen cargo del daño sicológico- social de las víctimas y la pobreza. ¡¡Cómo han explotado como sanguijuelas este país con sus riquezas!!, exclama.
El cabo de carabineros que disparó su subametralladora UZI, confundió a los periodistas con manifestantes, por eso no apuntó al aire. Las balas atravesaron la casa parroquial de madera y una de ellas impactó en la zona posterior del cuello de André Jarlán, quien murió en forma instantánea. Los pobladores se quedaron sin uno de sus mayores defensores. La justicia militar sentenció que el cabo Leonel Povea Quilodrán no tuvo ninguna responsabilidad en el asesinato del sacerdote.
El presidente de la Junta de vecinos de La Victoria, Sergio Medel, aseguró que están tratando de recuperar el legado de los sacerdotes franceses, porque hoy deben enfrentar a los traficantes que se han apoderado de los espacios públicos, sin contar con el respaldo necesario.
“Fue como un dirigente más de la población. Colaboró en la organización y él logro aunar criterios para salir en defensa de los ataques que hacía la represión en la época de la dictadura. Pero hoy tenemos un hijo del monstruo que nos dejó esa herencia. Para socavar un poco la organización social en la dictadura, obviamente metió la droga para acá, en este instante tenemos un problema de tráfico de drogas, de muertes, de violencia, que nos afecta muchísimo”.
El integrante del canal comunitario, Señal 3 de La Victoria, Luis Lillo, que apoya el desarrollo de los jóvenes en la población, lamentó que las instituciones del Estado tengan en la desprotección a ciudadanos que lucharon por recuperar la democracia.
“Ellos dejaron un legado. André para los jóvenes de nuestra población, sobre todo con el tema de la droga y Pierre en lo político. Ellos dos lo hacían por convicción y todos los entes de este gobierno y de los otros gobiernos no han hecho nada por los pobladores. Se recuerda solamente el momento de la muerte de algún personaje. Hace dos días murió una mujer apuñalada, con más de 15 puñaladas, y no hay ningún pronunciamiento. No hay políticas de parte del Estado”.
Los pobladores de La Victoria, al igual que el resto de las poblaciones más pobres del país, sufrieron constantes allanamientos masivos, también llamadas operaciones “rastrillos” para reprimir la subversión, y algunas de ellas tuvieron como defensores a estos “curas rojos” como despectivamente se los tildó por parte de los detentores del poder.
Hoy los pobladores libran otra batalla: recuperar los espacios públicos, realizar actividades para alejar a los jóvenes y niños de la droga y la violencia. Esa es parte de la labor que retoman organizaciones vecinales, cristianas y medios comunitarios, como la Señal 3 de La Victoria, teniendo en la memoria colectiva las enseñanzas de estos dos sacerdotes que recuerdan con gran admiración.