Para quienes mantienen la mirada en el vaso medio vacío, la semana pasada se dio a conocer el Estudio del Foro Económico Mundial (FEM) sobre la competitividad de los países, el que ahora denominan de “competitividad sostenible” y que evalúa el nivel de competitividad sustentable de las diversas estructuras de las economías de los países analizados.
El Global Competitiveness Report 2014-2015, basado en el Global Competitiveness Index (GCI), que mide los fundamentos micro y macroeconómicos de la competitividad nacional, subió a Chile un lugar y lo ubicó en el puesto 33 (34 en 2013) calificando a nuestra economía como “la más competitiva de América Latina”, con perfil “muy estable” y las siguientes puntuaciones: en su estructura institucional (puesto 28) en los niveles de corrupción (25), en la eficiencia del gobierno (21), en la solidez y estabilidad macroeconómica, con bajos niveles de déficit público y deuda pública (22), en la eficiencia del mercado laboral (120); en el sistema educativo del país, especialmente en términos de calidad (71), el sistema educativo del país, especialmente en matemáticas y ciencias (99), en la inversión en innovación, especialmente del sector privado (77) y en la capacidad de innovación en general (76)
El trabajo tiene prestigio internacional pues encuesta a miles de ejecutivos alrededor del mundo, midiendo 147 países que, en conjunto, conforman el 99% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial y utilizando 115 indicadores para llegar a sus conclusiones.
Los conceptos principales son la competitividad sostenible definida como el conjunto de instituciones, políticas y factores que hacen a una nación productiva en el largo plazo, al tiempo que garantizan la sostenibilidad social y medioambiental. Luego, la sostenibilidad social referida a como las instituciones y políticas permiten a todos los miembros de la sociedad el mejor acceso posible a la salud, participación y seguridad, y cómo maximizan su potencial para contribuir y beneficiarse de la prosperidad económica; y finalmente, la sostenibilidad ambiental entendida como las instituciones, políticas y factores que garanticen una gestión eficiente de los recursos para asegurar la prosperidad de las generaciones presentes y futuras.
Entre las variables para medir la competitividad sostenible ponen énfasis en el concepto de desarrollo sostenible y la importancia de la productividad como motor de la prosperidad y el crecimiento a largo plazo, enfocados en elementos como uso eficiente de los recursos naturales, reducción del carbono, mejora de la salud y protección de la biodiversidad.
Respecto de la sostenibilidad medioambiental el estudio mide la sustentabilidad a nivel país y a nivel empresa, incorporando la necesidad de prácticas que tengan en cuenta la limitación y el agotamiento de los recursos. A nivel de la competitividad de las empresas, se incluyen las externalidades de esta actividad, ya que las empresas no cubren todos los gastos de sus actividades y, las que no se incorporan, las cubre la sociedad en general.
Finalmente en la sostenibilidad social la investigación tiene en cuenta elementos como el acceso de la población a los servicios básicos, vulnerabilidad de la población a la exclusión económica, evaluación de la cohesión social, que incluye indicadores como índice de Gini de ingresos movilidad social y desempleo juvenil.
También el estudio relaciona la sostenibilidad medioambiental y la social, evaluando elementos como salud y degradación ambiental, demografía, pobreza y medio ambiente, energía y estabilidad social, cambio climático, seguridad alimentaria, conflicto y cambio climático y la potenciación de las mujeres.
El objetivo del estudio es estimular un debate entre las partes interesadas en mejores estrategias y políticas para ayudar a los países a superar obstáculos y mejorar la competitividad. Para el caso de Chile, bien ubicado a nivel latinoamericano y en niveles medios altos a nivel mundial, quedan pues en evidencias las precariedades que debemos enfrentar como nación: nuestro mercado laboral, con una reforma inteligente y bien diseñada para salir del lugar 120 en el mundo (de los últimos); mejorar el sistema educativo en términos de calidad (71), especialmente en matemáticas y ciencias (lugar 99); un sector privado que aporte mucho más a la inversión en innovación para salir del puesto 77 actual y un esfuerzo público-privado que ponga foco en capacidad de innovación en general. Lo demás vendrá por añadidura.