El primer ministro británico, David Cameron, se juega su futuro en el referendo de independencia de Escocia del próximo 18 de septiembre, que puede ser el fin a un liderazgo ya cuestionado entre las filas conservadoras.
Un voto favorable a la independencia, que no es imposible, haría pasar a Cameron a la historia como el jefe de Gobierno que permitió la escisión de Escocia del Reino Unido después de 307 años, una decisión sensible y de enormes consecuencias políticas y económicas.
Aunque el primer ministro y líder conservador insiste en que no dimitirá si triunfa la opción separatista, muchos lo dudan, debido a que faltan meses para las elecciones generales de mayo de 2015.
Fue Cameron quien en 2012 acordó con el ministro principal escocés, el independentista Alex Salmond, la celebración de ese histórico referendo, aceptó un calendario a casi dos años vista, permitió que la palabra “independencia” figurase en la pregunta de la consulta y prometió que el resultado sería vinculante.
Si el “sí” triunfa y acaba de facto con el Reino Unido actual, el liderazgo de Cameron en el Partido Conservador y Unionista (su nombre completo) sería prácticamente insostenible, según la mayoría de los analistas.