¿Por qué ver cine chileno?

En estas fechas en que nos rodea un amor por lo propio aprovechamos de darle algunas razones para descubrir la abundante y diversa producción audiovisual nacional e ir avanzando en cerrar la gran distancia que hoy existe entre el cine chileno y la audiencia local.

En estas fechas en que nos rodea un amor por lo propio aprovechamos de darle algunas razones para descubrir la abundante y diversa producción audiovisual nacional e ir avanzando en cerrar la gran distancia que hoy existe entre el cine chileno y la audiencia local.

No se trata de chauvinismo, ni nacionalismos superficiales, ni de que “hay que apoyar lo local”, ni que “el cine chileno es bueno” porque sí. Se trata de detenerse a reconocer que hoy existe en Chile una producción de calidad, numerosa y heterogénea que tiene cosas que mostrarnos respecto a nosotros mismos y nuestra idiosincrasia.

Más del 90% de lo que vemos en la gran pantalla esta hecho en Estados Unidos. Ese 10% restante se lo disputan el cine chileno y el de todo el resto del mundo y lo que llega es normalmente europeo, un par de veces al año del resto de Latinoamérica, y si tenemos suerte por ahí alguna una película asiática. Hoy cerca del 5% de los asistentes al cine ven cine chileno. Un cifra que puede variar frente a un fenómeno –como lo fue “Stefan v/s Kramer”- pero que en general hablar de la distancia que tiene el gran público con las películas hechas en Chile, y razones hay muchas.

A pesar de que en 2012 se superó la barrera de una visita anual al cine per cápita, reconozcamos que por cada chileno que puede ir al cine cada mes o varias veces al mes, aún hay millones de compatriotas para los que ir al cine está fuera de su alcance (geográfico o económico). Además de eso es comprensible que quienes pagan su entrada al cine –que es carísima comparada con el resto de los países de la región- quieran recibir por su inversión un gran espectáculo en 3 o 4D que son las películas que más público alcanzan, además de las que tienen mayor inversión en publicidad. No es raro entonces que nuestros adolescentes puedan describir mejor una calle de Nueva York que un paisaje de Chiloé.

Entonces ¿Qué pasa con el cine chileno? Pasa que desde hace varios años ya la producción nacional ha ido creciendo tanto en términos de calidad como de diversidad prueba de esto es el gran prestigio que posee en el exterior, lo que se refleja en que los grandes festivales de cine del mundo consideran constantemente las cintas chilenas en su programación y en su palmarés. De hecho el que una película chilena gane premios en el exterior ya no se considera gran novedad e incluso no tiene mucha cobertura noticiosa, pensemos por ejemplo en la gran cantidad de reconocimientos obtenidos por “Matar a un hombre” de Alejandro Fernández Almendras –premiada en Sundance, Munich, Miami y Rotterdam- y de los que poco se ha hablado por acá.

A mi entender existen varios prejuicios que siguen afectando la relación entre el cine chileno y la audiencia. Hay quienes siguen pensando que el cine chileno es eminentemente político, y aunque lo fue antes de la dictadura, desde 1990 hasta hoy, lamentablemente, sólo tenemos un puñado de películas que han hablado directamente de nuestra historia reciente. Ese prejuicio sólo se explica desde la desinformación y creo yo, de la inquietud de algunos sectores que se han dedicado a instalar esta idea como algo negativo ante el temor de que el cine vuelva a ser una herramienta de movilización política. Por ahí hay quienes dicen que las películas chilenas no tienen calidad técnica. Ese punto fue superado hace décadas gracias a la formación cada vez más exigente de los realizadores, al acceso a las nuevas tecnologías y al mismo ejercicio cinematográfico.

En 2013 se estrenaron cuarenta largometrajes de ficción y más de veinte de documental. Entre ellos había de las más diversas temáticas y estéticas. No todas ellas son buenas películas, no todas ellas están pensadas en alcanzar a una amplia audiencia. Pero hay de todo y es allí en donde debería estar el interés. Hoy Chile posee una rica y muy amplia propuesta cinematográfica, acercarnos a ella nos permite poder mirarnos y reconocer esas características propias que nos hacen lo que somos. En este mundo hiper globalizado nos hace falta tener acceso a aquello que nos permite reflexionar sobre nuestra particularidad, que nos presenta al mundo y nos hace únicos. Parte del valor del ejercicio fílmico es poder reconocerse en pantalla y salir con una visión más compleja de lo que somos. Hay muchas películas chilenas que hacen esa invitación. ¿Qué tal si la aceptamos?





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