Evo Morales: El proyecto histórico de posicionamiento indígena en Bolivia

El ex dirigente cocalero obtuvo una aplastante victoria con una votación de en torno al 60 por ciento. Pero su horizonte y el del MAS no están fijados en esta elección o en el próximo gobierno. Tampoco en un programa de izquierda y ni siquiera en la controversia de soberanía con Chile. Si bien todos estos elementos cuentan, el principal empeño es la descolonización, lo que supone el titánico intento histórico de revertir una hegemonía de cinco siglos.

El ex dirigente cocalero obtuvo una aplastante victoria con una votación de en torno al 60 por ciento. Pero su horizonte y el del MAS no están fijados en esta elección o en el próximo gobierno. Tampoco en un programa de izquierda y ni siquiera en la controversia de soberanía con Chile. Si bien todos estos elementos cuentan, el principal empeño es la descolonización, lo que supone el titánico intento histórico de revertir una hegemonía de cinco siglos.

Evo Morales y el MAS son los excluyentes intérpretes de la voluntad del pueblo boliviano. Así ha quedado consignado con el resultado de la elección presidencial, donde el mandatario ha superado por lo menos por 35 puntos a su principal competidor, el empresario de derecha Samuel Doria Medina, a la espera del resultado de las elecciones parlamentarias donde se tiene la expectativa de alcanzar los guarismos necesarios para continuar con el proceso de transformaciones.

Sí, de transformaciones. Ni de cambios y por supuesto tampoco de administración. Por eso es tan obtusa la hipótesis de un matutino nacional, según la cual el resultado de la elección tiene para el oficialismo el propósito principal de perpetuar la reelección de Evo Morales. Se quiere el poder por el poder cuando no se tiene proyecto histórico y éste no es el caso.

“Nos vamos a demorar por lo menos cien años en deshacer algo que se ha construido a través de quinientos”. Con estas palabras Rodolfo Machaca, el principal dirigente sindical campesino de Bolivia, se refería al concepto de descolonización, que se ha convertido en el principal propósito histórico del Movimiento al Socialismo, MAS. Con este término se refiere al acto de visibilizar, y luego deshacer, todos los nudos culturales que en la sociedad boliviana han subordinado la mayoría india a la minoría blanca.

En el desarrollo del concepto, y como su nombre lo delata, la colonización parte con la mirada de Colón al desembarcar en estas tierras, según la cual la civilización humana se organizaba necesariamente a través de reyes, leyes y ciudades. Para peor, el indio carecía de fe en Dios y por todas estas razones no podía alcanzar un genuino estatuto de ser humano. Las necesidades de poder y desarrollo económico hicieron que al siglo siguiente la mirada cambiara y los indios sí fueran considerados como humanos, pero para alcanzar plenamente ese estatus debía mediar su incorporación a la civilización occidental, partiendo por la evangelización.

Si bien el desprecio al indígena se mantiene en América hasta hoy y nos interpela especialmente en torno al 12 de octubre, hay lugares donde es más groseramente impresentable. Bolivia es uno de ellos, pues durante siglos fue gobernado de un modo extraordinariamente parecido al apartheid sudafricano: una minoría blanca oprimiendo y segregando a la mayoría plurinacional india.

Las cosas que pasaban en Bolivia no son tan distintas a lo que pasaba en Sudáfrica. Una minoría blanca, atrincherada en Santa Cruz y en barrios exclusivos de las otras ciudades, era la única que disfrutaba de los beneficios de la situación nacional. El contraste se expresaba en vastas regiones donde nunca hubo, y casi no se afirma en sentido figurado, políticas públicas. También había bares y restaurantes donde los indios simplemente no podían entrar. Y hasta segregación de los mejores espacios climáticos: en la ciudad de La Paz donde golpea la altura, los indios viven en el sector de El Alto, mientras los blancos viven en barrios un par de cientos de metros más abajo, donde se puede respirar con mucho más alivio.

Ante esta situación, Evo Morales se ha propuesto re-fundar el país. Para ello, lo primero ha sido cambiar la forma de hacer política y, más específicamente, la forma de hacer política desde la izquierda. Ha fortalecido a las organizaciones de base –en el mundo sindical, rural y campesino- para que tengan interlocución lo más directa posible con el poder central. Esto implica convertir al partido político, tantas veces endiosado por la izquierda, en una suerte de espacio de tránsito mucho más expedito que en el formato tradicional. Por eso el MAS es lo que dicen las banderas debajo de la sigla: instrumento político de los movimientos sociales.

Lo segundo ha sido incorporar a los sectores blancos progresistas, por lo general ilustrados y universitarios, al proyecto, pero subordinados a la conducción de los dirigentes sociales indígenas. La dupla Evo Morales – Álvaro García Linera es la expresión de lo recién descrito, pero esta fórmula también se repite en algunos ministerios. Hay que figurarse el shock cultural de que antes no había indígenas en espacios de poder, y que en pocos años haya presidentes, ministros, senadores y diputados en una cantidad significativa.

Como este ordenamiento expresa de una manera mucho más natural la realidad de la sociedad boliviana, con los años ha ido dando estabilidad al país a pesar de los intentos sediciosos más de una vez apoyados por Estados Unidos, hasta el punto de que Evo Morales se ha convertido en el presidente que más ha durado en su cargo en la historia de la inestable Bolivia. Esto, junto con los positivos resultados macroeconómicos, ha incorporado el apoyo de sectores medios y altos, hasta el punto de en esta elección Evo Morales ha vencido también en la antes hostil Santa Cruz.

Lo tercero ha sido generar una institucionalidad para la descolonización, junto con propiciar el desarrollo del debate en el mundo académico. Actualmente existe un vice-ministerio a cargo de la tarea, pero comprometiendo al conjunto del Estado. Su encargado, Félix Cárdenas, nos recuerda que nuestros países han sido fundados en una institucionalidad colonial, donde desde la educación, las leyes e incluso la religión los indios han sido relegados a un sitio subordinado.

La lucha es, por decirlo de algún modo, porque Bolivia se mire al espejo y vea con orgullo lo que realmente es: un país indígena plurinacional. Ya lo dice la Constitución, pero que lo diga el sentido común supone un proceso que trasciende a uno, dos o tres periodos de gobierno. Un ejemplo ayuda a comprender: la lucha para terminar con la definición de “mestizo” en el Censo. Muchos indígenas usaban ese término para sentirse de algún modo parte del blanco, o para no decir que se era aymara o quechua. La opción se borró y ahora no hay espacio para nombrarse como lo que no se es.

En una época y en un país como el nuestro donde los gobiernos no proyectan nada más allá de lo que duran, no deja de impresionar que una generación de dirigentes bolivianos se ponga una meta que está más allá, incluso, del horizonte de sus vidas.





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