Hace varias décadas que Alejandro Quintana soñaba con dirigir y estrenar en Chile, pero en cada intento la suerte sentenciaba lo contrario y bajaba el telón a los posibles proyectos que se gestaban en su país natal.
Este sanmiguelino se formó en la Escuela de Artes y Oficios y al poco andar de sus veinte años ingresó a la especialidad de actuación de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales y Escénicas de la Universidad de Chile. Sin embargo, faltando sólo un semestre para terminar debió salir del país y exiliarse en Alemania a causa de la dictadura militar que lideró Augusto Pinochet.
En la RDA finalizó la carrera y junto a otros artistas organizó compañías de teatro y se proyectó como director, pero “siempre con las maletas listas para volver”, cuenta Quintana, quien desde agosto de 2014 está ensayando la obra El príncipe desolado del Premio Nacional de Artes Escénicas, Juan Radrigán.
Este es el primer montaje que dirige en el país luego de 40 años liderando diversas y destacadas compañías alemanas, como es el caso de Berliner Ensemble fundada por el creador del teatro épico Beltolt Brecht, de la que ha sido el único chileno en estar a cargo (desde 1983 a 1993); el Teatro berlinés de la Amistad, y el Departamento de Actuación del Volkstheater de Rostock.
Por sus manos han pasado encarnaciones de textos de Shakespeare, Goethe, Ibsen, García Lorca, Tenesse Williams, Chejov, entre muchos otros laureados escritores. Asimismo, sus puestas en escenas han sido galardonadas con infinidad de premios, lo que lo posiciona como uno de los más reconocidos directores nacionales.
A pesar de sus éxitos, Alejandro Quintana asegura que tenía una deuda con Chile que se solucionó “cuando Juan (Radrigán) me dijo si me interesaría hacer esta obra y yo respondí que sí”, cuenta. “Es un sueño muy querido volver a trabajar en estas tierras. Además, Juan es uno de nuestros autores fundamentales”, resalta emocionado luego de debutar con lleno absoluto en la sala principal de Matucana 100, en el marco del festival Santiago Off.
El príncipe desolado
Pero si de estrenos se trata, la historia le tenía preparada una sorpresa. No sólo debutó él como director, sino que presentó por primera vez esta obra de Radrigán que nunca se había montado completa.
El príncipe desolado “es un pieza un poco diferente a lo que se conoce de Juan. Es una obra con un lenguaje no radriganesco, no es poético y popular, sino que es más elevado, ya que se trata de una tragedia”, explica.
Escrita en 1998, el autor se basó en el mito judeo- cristiano del ángel caído para contar acerca de la situación latinoamericana después de las dictaduras que la azotaron. En ese contexto presenta a Luzbel (interpretado por Francisco Melo) que junto a su esposa, Lilith (Silvia Marín), disintieron de la palabra de Dios, por lo que fueron expulsados de la comunidad. Pasado el tiempo regresaron a las tierras del Edén para solicitar ayuda médica a sus hijos y, de esta manera, salvar a la madre que moría. No obstante, su presencia no fue bienvenida y provocó una innecesaria guerra.
El montaje “muestra con inteligencia y honestidad que la verdadera moral se basa en lo humano, la libertad y el amor, y no en la obediencia a un poder impuesto”, resalta el director.
Relación con Chile
“Temáticamente me conmueve e inspira mucho, porque es nuestra historia. Es lo que pasó con Chile desde el momento que ocurrió lo del 73 y el drástico cambió que sufrió el país hasta ahora”, afirma Quintana. Y agrega: “esta es una puesta en escena que describe a aquellas personas que volvieron del destierro a encontrarse con sus raíces”. Es el caso de Lilith, la madre que retorna enferma de una tristeza que la envejeció, y es, también, la historia del propio Alejandro Quintana, quien tuvo la suerte de torcerle la mano al destino y, después de 40 años, presentarse triunfante en las tablas nacionales.
Su obra se exhibirá hasta el 24 de enero con las actuaciones de Daniel Alcaíno, Daniela Lhorente, Pepe Herrera, Andrés Céspedes, Claudio Riveros, Miguelángel Acevedo y David Hernández, para luego embarcarse en nuevos proyectos que lo traerán de vuelta el 2016 a trabajar con el dramaturgo Omar Saavedra en la obra Fausto Sudaca, reciente ganadora de un Fondart.
“Quiero volver a vivir esta riquísima y aguerrida escena nacional que, a pesar de la dificultad, se hace muy bien”, sentencia: A la vez que agradece la oportunidad que le brindó Juan Radrigán, a quien denomina como “la consecuencia pura, con una capacidad imaginativa interminable, con una posición frente a la vida y a los problemas de la sociedad, que lo hacen atractivo como un clásico en vida”, finaliza.