La falta de agua y los problemas de sequía son una realidad que golpea cada día, a más personas del mundo. En nuestro país, existen casos emblemáticos como la provincia de Petorca que se ha visto afectada por la intensidad de las actividades agrícolas, o también la región de Atacama que ha visto la disminución de sus recursos hídricos por la explotación minera, incluso en la actualidad regiones del sur, como La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, donde suele llover incluso durante el verano, están enfrentando el segundo periodo estival más seco de los ultimo 50 años.
En el exterior, en el Estado de Sao Pablo de Brasil, está a punto de entrar en una situación crítica donde las autoridades advierten que si no llueve para la recuperación de los embalses que abastecen de agua a la población, comenzará un racionamiento de cinco días a la semana sin agua a partir de abril. Las causas en este caso estarían localizadas en la excesiva deforestación de la Amazonia, principal fuente de evaporación de agua para la formación de nubes y finalmente lluvia.
Sí bien hay casos donde la influencia humana es evidente, aún persisten las dudas respecto a cuán influyente han sido en el cambio climático la actividad post industrial del ser humano, principalmente por quienes sostienen que el clima de la tierra pasa por estos cambios extremos en forma natural.
Independiente de las razones de la sequía, la tendencia de hoy es buscar soluciones a la gestión de los recursos. Roberto Moris, académico del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica establece que hay cambios de paradigma para entender el tema, donde aparecen la gestión hídrica y una de las aristas sería el uso de aguas lluvia (aguas azules).
“La verdad que es un concepto que está cambiando y nosotros lo que necesitaríamos preguntarnos es más bien, cómo ocupamos el agua. No solamente cómo nos deshacemos del agua y eso es un cambio estructural que tiene que ver desde cómo captamos el agua, la ocupamos, cómo sirve para distintos tipos de uso. Las agua lluvia, por tradición tenemos una cultura de cómo deshacernos del agua lluvia: caen y vemos obras para entubarlas y sacarlas de la ciudad”, explicó Moris.
El agua lluvia tiene múltiples usos una vez que es recuperada, tanto para riego como almacenamiento o techos verdes. Algunas zonas serían más aptas para esto, dice Moris, como el sur de Chile, donde hay ciclos más cortos entre lluvia y lluvia. También asegura que para que estos cambios sean posibles es necesario que exista un nuevo parámetro normativo incluso a nivel domiciliario.
“Hay países donde no puedes hacer un techo en la casa si no demuestras que vas a gestionar el recurso para que llegue a ser utilizado en tu propio terreno”, explica.
Otra gestión es la reutilización de las “aguas grises”, o las aguas que se generan en los propios edificios residenciales o comerciales en urinarios y lavamanos, que se pueden volver a utilizar para otros usos. Moris reconoce que existen pocas experiencias que den cuenta de un avance sostenido en la gestión hídrica del país.
“Cuando uno ve la discusión actual, ya no se trata de la existencia del cambio climático, y casi todo se está yendo hacia: ‘qué estamos haciendo para’; ‘cuánto cuesta’; ‘qué nivel de tolerancia tenemos cómo país respecto a estos temas’ o ‘qué costos tiene para el país no tomar decisiones hoy día’”.
En el mismo sentido Raimundo Bordagorry, investigador del Centro de Energía de la Universidad Diego Portales, reconoce que las causas de la intensificación de la sequía son variadas, donde influye también el posicionamiento geográfico y que seguirán siendo dinámicas, tomando cada vez más protagonismo a nivel mundial. Lo importante destaca, debe ser la preparación tanto a nivel industrial como de uso a nivel usuario.
“Las causas son y seguirán siendo dinámicas y difíciles de predecir por lo cual lo importante es tener infraestructura de abastecimiento adecuada para la población y las industrias, con tecnologías que permitan utilizar todos los recursos disponibles y no solamente depender de la lluvia”.
El uso de tecnología sería clave en este proceso, para aprovechar todos los recursos posibles y no depender solo de la lluvia, como ha sucedido en algunos procesos mineros al norte de Chile que están usando y reutilizando agua de mar desalinizada para disminuir el impacto en las cuencas.
Bordagorry advirtió uno de los problemas es que tanto en Sao Pablo como en Chile no se han hecho las inversiones en infraestructura para enfrentar la sequía de manera adecuada.
“El caso de Sao Pablo es paradigmático porque en el fondo el problema era anunciado, ya se sabía y no se hicieron las infraestructuras adecuadas para darle solución. Basta con que un año se acentúe un poquito más la escasez hídrica para que se produzca la emergencia”.
Para Chile pasa lo mismo, advierte, con poco uso de tecnología para infiltrar acuíferos o el retraso en programas para hacer tranques, que se han activado en los últimos dos o tres años.