La centralización es un problema en nuestro país, eso no se puede negar. Las diferencias que existen en cuanto a calidad de vida entre Santiago y las demás ciudades son considerables y han repercutido en una serie de movilizaciones sociales exigiendo más atención por parte de las autoridades centrales.
Se han creado comisiones, se han desarrollado una serie de estudios, pero la solución no llega y todas las decisiones continúan pasando por las oficinas ubicadas en el perímetro que rodea el palacio de La Moneda. Pero esta situación no solo se remite a labores administrativas, se vive en cada ámbito de la sociedad, incluso en el deporte.
En el fútbol las cifras son elocuentes. De los 95 campeonatos nacionales profesionales que se han llevado a cabo desde el año 1933, solo 19 han sido obtenidos por equipos que no pertenecen a Santiago, dividiendo esos títulos en tan solo 6 equipos: Cobreloa, Everton, Wanderers, O’Higgins, Huachipato y Unión San Felipe.
De hecho, de los 18 equipos que componen la primera división del fútbol chileno, 7 corresponden a la Región Metropolitana, algunos de los cuales ni siquiera tienen una hinchada suficiente como para llenar en parte los estadios en los que juegan.
En contraparte, plazas atractivas donde se ha hecho una inversión considerable en infraestructura como Coquimbo, Temuco, Puerto Montt, Concepción o Quillota, tienen a sus equipos deambulando entre la Primera B y la Segunda División Profesional, con problemas económicos y lejos de volver a reverdecer antiguos laureles.
Un problema de siempre
Para entender un poco el porqué de ésta diferencia hay que remontarse a los inicios del fútbol chileno. En la primera mitad del siglo XX el balompié en nuestro país era amateur y se dividía en asociaciones regionales. En aquellos años el deporte profesional era mal visto, por lo mismo siempre hubo reticencias a convertir este deporte en rentado.
Pero un conjunto de equipos de la Asociación Central del Fútbol Chileno decidió dar el salto al profesionalismo y con ello nacen los campeonatos nacionales como los conocemos ahora, los cuales durante muchos años sólo se jugaron entre equipos de la ciudad de Santiago.
Sólo a mediados de la década del 40 se incorporaron dos equipos de la Asociación Valparaíso (Everton y Wanderers). De ahí en más no hubo nuevos clubes incorporados en el profesionalismo hasta el año 1958 que se acepta la participación de Deportes La Serena y recién a mediados de los 60 el campeonato se expandió a otras regiones, es decir, 30 años después del inicio del profesionalismo.
Pero fue durante la dictadura de Augusto Pinochet en que el fútbol chileno se expande hasta donde lo conocemos ahora. La Junta Militar, consciente de la fuerza movilizadora y distractora del fútbol, implementó una política de expansión que comenzó en el norte del país.
A fines de los años 70 y para evitar eventuales movilizaciones de los trabajadores del cobre, se fundan dos equipos en Calama y El Salvador: Cobreloa y Cobresal, con una importante inyección de recursos que hizo que ambos equipos fueran protagonistas de los campeonatos nacionales.
Por otra parte y en medio de tensiones con nuestros países vecinos, Pinochet ordena la fundación en el norte de los equipos de Arica e Iquique, con lo cual se buscaba dotar de una mayor identidad nacional a la zona.
Luego a comienzos de los 80 vino el turno de los equipos del sur del país. Presionado por los habitantes de la zona, se consigue la creación de los clubes profesionales de Osorno, Valdivia y Puerto Montt, ampliando el alcance del futbol profesional que, hasta ese entonces, solo llegaba a Temuco por el sur.
De todas formas, de todos ellos sólo Cobreloa logró materializar en títulos el impulso que se buscó en teoría para las regiones, los cuadros de Santiago, encabezados por ColoColo y Universidad Católica, continuaron monopolizando los títulos, en contraste con los apuros deportivos y económicos que vivían el resto de los clubes.
Con la llegada del nuevo milenio y la aparición de las Sociedades Anónimas, esta diferencia se ha hecho más notable y salvo un par de campeonatos, la Región Metropolitana continúa cosechando los mayores éxitos deportivos.
Un grande en crisis
Un ejemplo de los problemas que están enfrentando la mayoría de los cuadros de provincia es la situación que afecta a Cobreloa. Desde que Codelco comenzara a reducir el aporte económico que entregaba al club, sumado a una serie de desaciertos directivos, el otrora “cuarto grande” ha caído en una crisis de la cual está luchando por sobrevivir.
De hecho, para una de sus figuras históricas, el defensa central Mario Soto, uno de los mayores errores que cometió el club fue el haber rechazado los aportes que entregaba la cuprífera estatal, “hay un rol social de la empresa que es la responsabilidad hacia la comunidad. Cobreloa es un aporte para la zona y eso se tiene que pagar”, sostuvo.
“Un equipo de futbol que logra resultados tiene un mérito extraordinario y eso hay que pagarlo, no puede ser gratis. Es necesario que exista un aporte por parte de las autoridades o de las empresas”, agregó el ex seleccionado nacional.
Pero no solamente Cobreloa se ha visto en problemas. Hoy Everton lucha por volver a primera división y otras instituciones sólidas y con arrastre en sus ciudades como Puerto Montt, Valdivia, San Antonio y Osorno deambulan entre la Tercera División y el fútbol amateur.
Faltan recursos
La diferencia entre Santiago y las provincias no solamente se ve en el fútbol profesional; en el ámbito amateur donde existe actividad en las trece regiones del país, la brecha es más acentuada.
Para el presidente de la Asociación Regional de Magallanes, Osvaldo Oyarzo, promover el fútbol amateur en regiones es un trabajo que se hace por vocación debido a que no hay forma de que sea una labor remunerada.
En ese sentido reconoce que sobreviven mediante la autogestión, pero que los recursos alcanzan solo para lo justo.
Respecto de la posibilidad de obtener recursos del Estado, Oyarzo sostiene que se intentó en una ocasión, pero que la burocracia radicada en Santiago resulta imposible de sobrepasar.
“La gente que decide en Santiago no tiene idea de lo que pasa en regiones, cómo es el clima, cuáles son las necesidades, solamente hay un papel. No sabemos ni cómo se toman las decisiones”, criticó.
Para el dirigente tener más recursos significa la posibilidad de ayudar a sacar nuevos talentos que puedan probarse en clubes profesionales e integrar alguna selección nacional.
En ese sentido agrega que los dirigentes del fútbol “arman las selecciones con elementos de Santiago y un par de las regiones aledañas, pero no ven hacia otras regiones donde hay buenos talentos pero que son invisibilizados”, sostiene.
En resumen, los problemas acarreados por el exceso de centralismo también afectan al fútbol, postergando el desarrollo del deporte más popular de nuestro país.