Los crìmenes sin nombre cometidos por Pinochet y sus secuaces durante 17 años contra una parte de los chilenos han impedido hasta aquì calificar como corresponde el sombrìo periodo que ha debutado en 1989. En efecto , si el tirano y sus generales felones torturaron y asesinaron al mismo tiempo que destruìan nuestra institucionalidad , los gobiernos civiles que le sucedieron han cumplido una tarea que bien podrìa considerarse, en muchos aspectos, como el acabamiento de la obra de destrucciòn nacional iniciada con el putsch del 73.
Ni en el plano econòmico, ni en el plano social ni en el polìtico los gobiernos de la Concertaciòn y de la Alianza por Chile, no han hecho nada que pudiera poner en entredicho el testamento antipopular y antinacional de la dictadura.
Muy por el contrario, la fragilizaciòn de vastos sectores sociales , como lo dejan al descubierto las calamidades naturales, asì como los obstàculos que se oponen a la organizaciòn social , en particular a los sindicatos, y la aplicaciòn de la ley antiterrorista a los mapuches de nuestra poblaciòn, han sido las manifestaciones màs execrables de la voluntad del poder polìtico de mantener un pie sobre nuestras cabezas para impedirnos enderezar las rodillas.
En el plano institucional, el naufragio es completo con un parlamento deslegitimado por sus mecanismos de elecciòn, sus pràcticas nepotistas y sus nauseabundas complicidades con los peores intereses privados, es decir los defraudadores del fisco y los explotadores insaciables de nuestros trabajadores. Agreguemos a ellos la incompetencia manifiesta que pulula en los gabinetes ministeriales donde militancia partidaria y parentesco pesan màs que la preocupaciòn por el buen gobierno.
No es de extrañar pues que los intereses de nuestro paìs sean tan mal defendidos en el extranjero cuando se trata de otra cosa que de facilitar la venta de kiwis y de cobre en bruto. La impericia de nuestros seudogobernantes es vergonzosa cuando hay que hacer frente a las presentaciones de nuestros vecinos , y no serìa sorprendente que debamos soportar aùn otras desconvenidas como la sufrida recientemente frente a Perù.
Hemos estado viviendo pues una situaciòn a la que solo la movilizaciòn de la ciudadanìa podrà poner un término, reeditando las jornadas que hicieron morder el polvo de la derrota a Pinochet y a sus esbirros.
José Manuel Aguirre Cerda
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