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La plutocracia reinante

Columna de opinión por Hugo Mery
Sábado 18 de abril 2015 10:10 hrs.


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Una proyección de los actuales escándalos financieros es la necesidad, hoy más que nunca, del llamado a una Asamblea Constituyente. La Presidenta Bachelet fue ambigua al señalar que una nueva Constitución se obtendría a través de uno de los mecanismos institucionales vigentes. Eludió precisar si uno de ellos sería el llamado a asamblea.

La situación no está para que sean los parlamentarios quienes constituyan ese cuerpo, desprestigiado como están, como la clase política en su conjunto. Sin que las instituciones del Estado estén necesariamente en entredicho, los integrantes de todas ellas sufren una pérdida de credibilidad, incluido los detentores del gobierno y la misma Presidenta de la República.

El Poder Judicial y la magistratura pública viven momentos de suspenso después que tuviesen, por muchísimos años, un desprestigio que hoy se mantiene en los niveles de la gente común y corriente. Los políticos no sólo no logran remontar su bajo desempeño por las declaraciones de intenciones que prodigan majaderamente, si no también, por las luchas internas en que están enzarzados. Incluso el partido más “estalinista” la UDI cayó en el juego de poderes. Costó mucho elegir un nuevo presidente, después de la caída de dos. Hernán Larraín tuvo que negociar con el Jovinismo, después que el dirigente histórico que lo encabeza advirtiese públicamente que ningún dirigente o militante que haya contribuido a construir el partido sufrirá suspensión o sanción alguna, aunque haya cometido irregularidades el mismo Jovino Novoa. Está acusado de perpetrarlas, por lo que actuó como juez y parte. Larraín tuvo que contradecir sus dichos anteriores en contrario, pero agregando la frase “salvo que se hayan cometido faltas”.

La ex candidata presidencial Evelyn Matthei, fiel a su estilo, dijo que Novoa iba a destruir el partido y que debía irse de él, como otros en situaciones similares.

Por el lado del oficialismo, también han surgido disensiones internas, de parte de la Democracia Cristiana pero también del Partido por la Democracia. Algunos estiman que el descredito de la Presidenta, iniciado por el caso Caval, es irremontable o al menos costara mucho superarlo. Con el caso de las boletas expedidas por el Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, hace imperiosa la necesidad de que los facilitadores individualicen y especifiquen los documentos emitidos, para que no hayan más sorpresas por cuenta gotas.

Obviamente, entre los grandes cuestionados por la corrupción están los empresarios, que a través de su poder económico han presionado para que se legisle de acuerdo a sus intereses. Dan vida así a una forma de plutocracia.

Lo irritante no es que los hombres de negocio expidan dineros a representantes de candidaturas opuestas y a personeros de distinto signo ideológico, sino que los beneficiarios no reparen en que algunos casos las platas provengan de donantes que adquirieron sus empresas a vil precio durante la dictadura cívico-militar, en especial el yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou.

Ahora se están oponiendo con todas sus fuerzas a la reforma laboral. Y de nuevo caen en una suerte de “populismo empresarial” cuando tratan de allegar a sus aguas a los pequeños y medianos empresarios.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.