En cuestión de tres semanas, el mercado bursátil de China ha experimentado una caída del 30 por ciento, uno de los mayores cracks bursátiles de la historia, pasando desde los 5 mil 166 a 3 mil 700 puntos en Shanghai. La situación actual, empero, parece estabilizada, gracias a la decidida intervención del Estado, el que desplegó su inmenso músculo financiero para detener la caída de los mercados.
En efecto, Grecia, cuyas negociaciones sobre su rescate y deuda han copado la atención del mundo en las últimas semanas, implica recursos por “apenas” unos 350 mil millones de dólares, mientras que China, en tan sólo un mes, ha visto como se evaporan del mercado tres millones de millones de dólares, es decir, ocho veces más que la “tragedia griega”.
La bolsa de Shanghai fue restablecida durante las reformas económicas de Deng Xiao Ping, convirtiéndose en un potente medio para conseguir el capital que necesitaban, insuflando así un mayor ritmo de crecimiento para las empresas y economía. Sin embargo, se trata de un mercado aún poco profesionalizado, ya que más del 85 por ciento de los compradores y vendedores operan en el mercado minorista y hasta hace poco, se limitaba drásticamente el ingreso de agentes extranjeros.
En los hechos, aún hay disparidad de precios dentro del conjunto de acciones de una misma firma, pues, no es igual el valor transado para inversores chinos que los de papeles disponibles para inversionistas internacionales. Si se suman las bolsas de Shanghai, Shenzhen y Hong Kong, China es en la actualidad el segundo mercado de capitales más grande del mundo, detrás de EE.UU.
Recientemente, se produjo una verdadera explosión de nuevos inversores, entre los cuales casi el 70 por ciento no tiene siquiera educación secundaria, hecho que genera una gran avidez por información, así como inestabilidad de valores específicos, debido a grandes masas de inversores que, tras algún dato –casi como en un casino- se desplazan de un papel a otro, utilizando para ello las facilidades que otorgan los smartphones y otros adminículos TIC.
El gobierno ha fomentado la inversión en bolsa, al tiempo que se permite e incentiva la compra de acciones a crédito utilizando para ello la vivienda propia como como garantía, una operación de alto riesgo, tanto para las finanzas personales como para el total de la economía. El actual nivel de riesgo se puede medir en que cuando el índice de Shaghai alcanzaba los 4 mil puntos, su relación “precio-utilidad” media era de alrededor de 70 a 1, cuando la media mundial es de 18,5 a 1 y la que los especialistas consideran como “techo” en situaciones de crecimiento es 14 a 1.
De esta forma, el valor de las acciones de una misma empresa para inversionistas chinos ha llegado a duplicar el de papeles para inversores foráneos de Hong-Kong y se sabe de cientos de historias de familias completas que han dejado sus trabajos para transformarse en “day traders” en la bolsa, usando fondos prestados o incluso hipotecas sobre sus casas.
Por fortuna, el mercado chino tiene tras suyo al Estado, cuya situación financiera es sólida, no obstante que altos dirigentes consultados han confesado su temor de que un proceso acelerado de pérdidas, termine afectando la imagen política del Gobierno, miedo que ha impulsado medidas estabilizadoras recientes, como baja de tasas de interés, moratoria temporal de seis meses para nuevas salidas a bolsa; prohibición de venta de acciones por parte de los directivos de las mismas o de aquellos accionistas que tengan 5 por ciento o más de la empresa y creación de un fondo de estabilización bursátil de US$ 19 mil 300 millones, ordenando a sus brokers a comprar acciones para sostener los precios.
Adicionalmente el gobierno chino ha puesto en marcha un fondo de estabilización de US$ 483 mil millones de dólares, el China Securities Finance Corp (CSF), que podría llegar a tomar prestado hasta tres millones de millones de dólares para intervenir en el mercado. Así y todo, miles de inversores de clase media han visto sus ahorros evaporarse, razón por la que el Gobierno chino ha adoptado con urgencia el conjunto de decisiones señaladas.
En este marco, las previsiones de un repunte de la economía china, de modo que al mismo tiempo aumente el precio del cobre –que cerró a US$ 2,4 la libra en la partida semanal- no parece una buena apuesta respecto de lo que la ralentización de China importa para Chile y, más bien, recomienda toda la prudencia en el gasto fiscal anunciada por las autoridades económicas.