Era una frase que a Daniel Muñoz le rondaba hace tiempo. Estaba en algunas viejas cuecas. Estaba en boca también de algunos de sus maestros. Son dos simples palabras de resonancia coloquial: tirar pata.
“Es como lanzar un tejo, tirar algo lejos. Es como tirar la pata para que empiece a caminar. Es lenguaje de roto chileno para hablar del viaje”, explica Daniel Muñoz en una de las escasas pausas que tiene por estos días, repartido entre las grabaciones de Genoveva -la serie que Andrés Wood dirige para TVN- y la promoción de Tirando pata, el disco que acaba de editar con Los Marujos, la banda que formó luego de abandonar 3×7 Veintiuna.
El próximo sábado 8, el actor estará en el escenario del Teatro Cariola junto a Horacio Hernández (voz, tañador y cucharas), Francisco García (voz y piano), Rodrigo Salgado (guitarra, charango, quena, cajón y bombo legüero), Ignacio Hernández (acordeón y piano), Sergio Fresco (violín y viola) y Sebastián Moya (contrabajo) para presentar un disco que testimonia andanzas de norte a sur. “Es el producto de viajes que hicimos a eventos folclóricos, fiestas costumbristas, festivales. Decidimos regalar una cueca a cada lugar, así que son cuecas que nacieron en este ir tirando pata de allá para acá, recorriendo Chile”, explica.
Será también una nueva oportunidad para un truco que Daniel Muñoz & Los Marujos vienen desarrollando hace tiempo: incorporar géneros como tango, foxtrot y milongas en una puesta en escena que va más allá de lo musical. “Hay conversación entre nosotros, le pregunto a cada uno cómo llegaron al grupo, qué piensan de la cueca, cosas así. Es absolutamente teatral, como volviendo a mis raíces de actor. Hace mucho que no hago teatro y a través de las presentaciones de Los Marujos me he reencontrado con eso. Somos un grupo de música popular donde la cueca es la columna vertebral, pero en el fondo es hacer música latinoamericana y, además, contar una historia”, relata.
Tirando pata reúne 15 cuecas que hablan de Quinchao, de Talca, de Punta Arenas, del barrio Franklin y del norte chileno. La mayoría son de Horacio Hernández, aunque también hay versos y melodías de Hernán “Nano” Núñez y al menos una (“La noche de San Juan”) compuesta por el propio Daniel Muñoz.
Para tocarlas convocaron a invitados poco frecuentes en el mundo de la cueca: el trombonista Héctor “Parquimetro” Briceño y el trompetista Mauricio Castillo, además del arpista Diego Barrera y el baterista Cesar Vilca. “Rodrigo Salgado, el director musical del grupo quiso darle un sello más musical al disco, salir un poco de la estructura de la tradición y experimentar incluyendo instrumentos poco convencionales, sin apartarse de lo característico de la cueca”, explica Daniel Muñoz.
¿Por qué hacer esos experimentos?
Fue por algo bien puntual. El grupo fue transformándose con los años. De tener mucha gente, con bailarines y todo, se redujo a cinco músicos. Cueca (2013) lo grabamos de manera muy tradicional y en las presentaciones empezamos a incluir ritmos para los que necesitábamos un par de músicos que nos ayudaran a potenciar lo que no era cueca. Así llegaron Ignacio Hernández y Sergio Fresco. En el ensayo, para no tenerlo sentado esperando que termináramos de cantar cueca, le dijimos a Sergio que se metiera e intentara algo con el violín. Cuando ya surgieron temas como “La cueca y el tango”, el violín y el contrabajo eran gravitantes. También se incorporó porque llevaba un tiempo con nosotros y entendió el espíritu de la cueca, incorporando lo que tenía, como ha ocurrido con otros instrumentos a través del tiempo. El acordeón, por ejemplo, no siempre estuvo en la cueca. Tampoco el piano o la batería, que ahora son comunes.
Ese inicio con el violín fue lo que inspiró a Rodrigo para incorporar otras cosas. Invitó a “Parquímetro”, que toca un instrumento poco común como el trombón, pero es un conocedor del espíritu de la cueca. Tiene el alma, entonces es como escuchar a un roto chileno tocando el trombón, le saca el sonido preciso y aniña la cueca como buen rotito. Es justo lo que queremos: que a través del alma de la cueca se adhieran nuevos colores y sonidos, pero sin perder la esencia.
Pero en “Cielo estrellado del norte” ya suena derechamente una banda de bronces.
Sí, es un arreglo de Rodrigo. Después que cantamos esa cueca nortina, la idea era hacer algo más y homenajear grupos que nos han inspirado, como el Inti Illimani y Quilapayún, que son corales y usan la música andina. Cuando la tocan, tienen un sello característico. En la segunda parte de esa cueca nos apartamos bastante de lo clásico. Es como la Cantata Santa María, lo que abre otras ventanas al grupo.
“Noche de San Juan” también es una cueca, pero se toca y canta con más suavidad.
Es más cercana al campo. La escribí cuando fuimos a Rari, invitados a la Noche de San Juan. De hecho, la tenía escrita y calzó justo. También hice la melodía, cosa que me costó bastante porque no soy muy ducho. Rodrigo me dijo que sería bueno que la cantara solo y fuera más minimalista, muy cercano a la simpleza del campo chileno.
Es más parecida a una tonada…
Sí, es como cantaría una cantora campesina. Es romántica, aunque el tema es religioso, de las tradiciones antiguas de la Noche de San Juan, con cierto grado de picardía, pero siempre manteniendo el tono de tranquilidad, bucólico, que tiene el campo. En el fondo, es mi origen, porque soy de San Fernando, es como el legado de mis dos abuelas. En ellas está el espíritu de esa cueca.
Hace años ya que la cueca tuvo un gran auge y se estableció un circuito. ¿Te gusta lo que pasa hoy?
Es lo que nunca esperamos que pasaría, que se transformara en algo más cotidiano y no fuera solo para el 18. Ahora la gente no tiene problema en tocarla y bailarla todo el año. Hay lugares dedicados y otros que están abriendo sus puertas a la cueca, lo que uno nunca pensó. Hay grupos de música pop que la incluyen dentro de sus composiciones o al menos su toquío.
Creo que se reencontró con el espíritu de libertad. La gente joven la adoptó, yo ya perdí la pista de los grupos jóvenes, no solo relacionados con el huaso y la china. Dejó de lado el sello folclórico y tomó su espíritu de música popular, como la cumbia y la ranchera, y participa libremente de la fiesta. Yo feliz, porque ese era el sueño del viejo “Nano” (Núñez). Él luchó por reencontrar al pueblo con su cueca, así que es un homenaje para él y todos los hombres y mujeres que sabían que tenían la razón y, por el cariño que le tenían, nunca abandonaron la cueca. Se les cerraron muchas puertas y estuvieron casi en el olvido, pero se produjo algo mágico y floreció, se reencontró con el ADN de los chilenos.
Sin embargo, al hacerse más masiva, hay quienes piensan que no se respetan sus reglas.
Me gustaría que alguien me dijera que eso es verdad. Cada día me sorprendo más de que una expresión como la cueca tenga tanta variedad. El mismo viejo “Nano” tenía la postura de que la cueca nunca debía repetirse, siempre debía tener variedad de letra y melodía; tener reglas estrictas para trascender libremente. La manera de hacerla más cueca era darle más libertad. En la medida que se estructuraba, perdía su esencia e incluso su forma. Hay mucha gente que le hace la cruz a estas manifestaciones porque piensa que la tradición se va a perder y no entienden que justamente la tradición está viva porque se mueve. El equilibrio, en el fondo, no está en algo estático, sino en constante movimiento. La cueca estuvo a punto de desaparecer, nadie la pescaba porque estaba muy estructurada. Por suerte perdió eso. Toda creación artística necesita un dejo de insolencia, de falta de respeto, para poder avanzar. El miedo es lo que frena las cosas. Ahora, la gran mayoría de los que hacen cueca son conocedores, han vivido de la tradición. Nosotros mismos hemos aprendido de los viejos y replanteamos ese conocimiento en base a las nuevas propuestas que tenemos, pero tenemos una raíz sólida.
Tirando pata es un disco de viajes y Daniel Muñoz relata el origen de algunas de sus cuecas acá:
“Punta Arenas”: Fue la primera que nació en todo este viaje. Estábamos en el Festival de la Patagonia, íbamos con el espectáculo Cueca y un grupo grande, casi el mismo que llevamos al Festival de Viña del Mar. En una pausa, en una habitación del hotel, estaba el (Cristián) Mancilla, “Torito”, Horacio y el resto de los amigos y surgió esa cueca. Es la que más guarda la tradición de cueca a la rueda, donde uno parte y los otros van complementando. Surgió mirando desde la ventana del hotel: “Estando yo en Punta Arenas / qué lindo que estaba el día, ay morena / se divisan los techos…”. ¡Es lo que estaban viendo por la ventana!
“Camarones”: Está dedicada a la Fiesta del Camarón, en la región del Maule. Es íntegra de Horacio Hernández y está dedicada a los camaroneros de tierra, que sacan un camarón más chiquitito. Esa vez comimos muchos camarones, nos requetecagamos de frío y la cantamos. Creo que fue la segunda cueca que se hizo.
“A Quinchao me voy”: Nos invitaron a una fiesta costumbrista y ya teníamos la costumbre de crear cuecas en cada lugar. Íbamos en un bus hacia el Canal de Chacao y en ese trayecto se fue armando la cueca, con una frase que otro complementaba. La melodía surgió en el trasbordador mismo. Estaba el “Torito” Alfaro y nos faltaba la muletilla, pero estábamos arriba de la muletilla. El “Torito” dijo “¡en transbordador, poh!”. Justamente: “Viajando pa’ Puerto Montt / y en transbordador / Salimos de la capital / a Quinchao me voy”. Esas fueron las dos muletillas y así se armó la cueca.
“El chancho de Talca”: El asado es parte del patrimonio nacional, también en otros países, pero para qué íbamos a ir a un asado si estaba la Fiesta del Chancho Muerto de Talca. A mí me trae recuerdos agradables y otros no tanto. Es una fiesta gastronómica donde el chancho es la vedette y la primera vez fui con 3×7 Veintiuna. Aceptamos porque íbamos a degustar las bondades del chancho, nos sacamos la mugre cantando y cuando llegó la hora de cenar, como nos invitó una producción aparte, nos llevaron a un restorán donde ellos tenían convenio, fuera de la feria. Ahí nos sirvieron un plato de tallarines blandos y asquerosos, nos fuimos echando puteadas y dijimos que jamás íbamos a volver. Bueno, nos volvieron a invitar, fuimos con Los Marujos y Horacio hizo la cueca. Ahí nos desquitamos totalmente, por eso salió la cueca jajaja.
“Yo conozco el Barrio Franklin”: Es la única que habla de Santiago junto a “Dekeruza y dekereke”, que está inspirada por los dichos de un personaje emblemático de la Estación Central. Es de Horacio, que participó en el Festival del Huaso de Olmué con esa cueca y no quedó, producto de oscuros manejos que no vienen al caso. Es una cueca hermosa que refleja toda su historia, la dedicó a sus amigos del barrio y quisimos rescatarla, porque es muy buena. Ahora se quedó con nosotros. Ahí Rodrigo Salgado se inspiró e invitó a “Parquímetro” y a Diego. Se fusionan los instrumentos, lo que es rarísimo, pero la escuchas y es más cueca que muchas otras, porque tiene el espíritu. Es muy aniñada.
Daniel Muñoz & Los Marujos
Sábado 8 de agosto, Teatro Cariola (San Diego 246).
Entradas en venta en Puntoticket y en las boleterías del teatro, entre $8.000 y $18.000.