Más de un siglo de litigio entre dos países hermanos, que no llegan a acuerdos, que permitan resolver una aspiración muy sentida, inmersa en el ADN de la sociedad boliviana: recuperar su cualidad marítima y volver al océano Pacífico. Pero, al mismo tiempo, este contencioso ha dejado al descubierto, que no es posible pensar en una solución definitiva, sino se suma a un tercer actor en este melodrama: Perú.
En el imaginario político chileno se expresa la máxima respecto a que el candado para definir el acceso de Bolivia al Pacífico lo tiene Chile pero, la llave, la posee Perú. Expresión surgida tras el Tratado entre Chile y Perú, firmado el año 1929, que estableció que la cesión de ex territorios peruanos, como podría ser en el caso boliviano-chileno, debe tener el consentimiento de Lima. Es así, que en este contexto, se hablaba que Chile tenía el candado y Perú la llave de la solución del enclaustramiento marítimo del país altiplánico.
La justeza de una demanda
La visita del Papa Francisco a Bolivia, dentro de una gira por tres países sudamericanos volvió a desatar fuertes declaraciones entre los gobiernos de Chile y Bolivia, a propósito de la decisión del gobierno de Evo Morales de plantear la condición mediterránea boliviana en el marco de la visita papal y posteriormente, con las palabras de la autoridad vaticana de sostener que la aspiración del país altiplánico “es justa”.
Tales palabras, lógicas y esperables, causaron molestia al interior del gobierno chileno quien está en un litigio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya destinado, según Bolivia a exigir que esa Corte “falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe con Bolivia un acuerdo pronto y efectivo que le otorgue una salida plenamente soberana al océano Pacífico”. Más allá de declaraciones altisonantes, Chile y Bolivia, al que debemos sumar a Perú deben encontrar una forma de integración, que vincule el sur peruano, el norte chileno y el occidente boliviano, convirtiéndola en un área de indudable interés político, pero también de creación de relaciones vecinales basadas en la confianza y en la consecución de mutuos beneficios.
Una zona con carácter trinacional, que permita encontrar vías de solución al tema energético, étnico, hídrico, de infraestructura y despliegue de las conexiones Atlántico-Pacífico, como también de los temas vinculados a la biodiversidad y sobre a aquellas materias situadas en el ámbito político. Todo ello en una zona que requiere, urgentemente, vías de soluciones creativas y audaces y que ayuden a superar divisiones y disensos. Una zona integrada con soberanías compartidas, con complementación económica, política y cultural. Sólo de esa manera podemos dejara atrás las divisiones que traban la posibilidad de encontrar caminos de acuerdo y bienestar para nuestros pueblos.
Deseo que se enfrenta a la negativa chilena a ceder territorio bajo conceptos como el de soberanía, inmutabilidad de los Tratados y que si hay algo que conversar esta debe ser mediante un acto bilateral, dejando de lado la necesidad de mirar las relaciones internacionales de una forma integradora, solidaria, mutuamente conveniente y sobre todo donde la amistad y el desarrollo común, prime sobre la soberbia, la tozudez y la conducta refractario, incluso a los llamados de personajes como el Papa Francisco. Efectivamente, en la visita pastoral de la máxima autoridad de la Iglesia Católica, a tres países sudamericanos: Ecuador, Bolivia y Paraguay, el sumo pontífice en el país altiplánica mostró una clara simpatía a los anhelos bolivianos, lo que culminó con declaraciones de franco apoyo a la demanda marítima de ese país.
Evo Morales, al recibir al Papa Francisco sostuvo “Bienvenido a una parte de la Patria Grande a la que se le ha mutilado su derecho de acceso al mar” la respuesta del papa fue considerada conciliadora “estoy pensando acá en el mar. El diálogo es indispensable”. Palabras que posteriormente ampliaron su mirada al reconocer días después, que “no es injusto que Bolivia se plantee volver al mar”. Ello originó escozor en autoridades chilenas y la cancillería del país trasandino. Pero ¿qué esperaban las autoridades chilenas? Acaso que Bolivia no aprovechara una oportunidad magnífica como la visita de un Papa con enorme prestigio internacional para plantear su demanda? No anticipar algo así no habla mal de un gobierno como el boliviano, que está usando todas las herramientas a su mano, y en forma eficiente, para llevar su demanda a todos los rincones del mundo. Habla negativamente de una política exterior chilena, que debería replantearse la forma de hacer política regional y ver el por qué las simpatías y el apoyo están con La Paz y no con Santiago.
Una mesa con tres patas
Las alternativas de retorno soberano al Pacífico para Bolivia sólo tienen dos alternativas, ya sea a través de un corredor al norte de Arica o un enclave situado en territorio chileno. Si el acuerdo implica un corredor al norte de Arica, el Tratado firmado entre Chile y Perú el año 1929 establece, que cualquier cesión de territorio, que alguna vez fue de Perú, requiere la aprobación de los del Rímac, lo que condiciona los acuerdos bilaterales a un entendimiento trilateral. Por ello, cualquier acuerdo trasciende a las negociaciones entre la Paz y Santiago y se debe incorporar sí o sí a Lima. Es claro que una propuesta hipotética de cesión de territorio, para permitir el acceso soberano de Bolivia al mar, esta no será nunca al sur de Arica – la ciudad ubicada en el límite norte chileno – lo que implica contar con una mesa tripartita. Seguir con esta cantinela de bilateralismo, dilata la solución a un problema que ya se arrastra muchos años.
En estos años, ha sido la Bolivia dirigida por el MAS y Evo Morales, a partir de la toma de posesión del primer Gobierno del actual mandatario boliviano el año 2006 el que se ha dotado de una política exterior que permita instalar el tema marítimo como un planteamiento de Estado. Efectivamente, el 20 de febrero del año 2006 el canciller boliviano David Choquehuanca, junto con la plana directiva de la Cancillería boliviana, además de diversos representantes de instituciones y sectores de la sociedad civil boliviana, se reunieron en el Lago Titicaca, para “dotar a Bolivia de una nueva política exterior. Una política que establezca una revisión y un estudio de la agenda bilateral que tiene Bolivia y Chile y que establezca una verdadera política exterior de Estado”. Decisión que se entendía en función de considerar la política exterior chilena como una política de Estado: permanente y coherente, que impedía enfrentar esa conducta, en el terreno diplomático, o en forma exitosa”.
Ese encuentro fundacional, junto a las decisiones de la cancillería altiplánica, permitió enhebrar una política exterior centrada, principalmente, en el estrechamiento de relaciones con los países del ALBA y considerar la recuperación de su cualidad marítima y la reintegración marítima como el objetivo irrenunciable de Bolivia. La nueva política exterior boliviana comenzó a definirse, a partir de la necesidad de dotarse de ella. Bolivia transitó así hacia la conformación de una nueva política exterior, visionada en la perspectiva clara de no vincular la salida al mar con el tema energético. Así, la política de gas por mar, establecida por el ex mandatario Carlos Mesa, no sería el eje dominante de las relaciones con Chile ya que se considera que el tema de la salida al mar para Bolivia tiene mérito en sí mismo, es suficientemente sustantivo para la reivindicación del pueblo boliviano, como para ser vinculada a un mecanismo de intercambio.
El análisis fino de estos años de gobierno masista, en el plano internacional, muestran que su administración se ha dotado de un nivel de simpatía sin precedentes, donde el origen de su mandatario, su base social de apoyo, el evidente desarrollo obtenido por su gobierno en materia de protección social han sido los ejes principales de ese sostén. Chile no tomó buena nota de esto, pues era a toda luz evidente que el tema de la reivindicación marítima boliviana sería colocado en el centro de sus objetivos como país en materias de orden internacional. Se generó así un vasto campo de sustento, tanto de Estados como de opinión pública mundial, permitiendo que Bolivia colocara, como parte de una normalización estratégica de las relaciones con Chile el tema marítimo en sí mismo, sin precondicionarlo discursivamente.
Sumemos a ello una decisión indudablemente inteligente: nombrar al ex presidente Carlos Meza como el vocero oficial de la demanda marítima boliviana ante el mundo “Representante Oficial de la Causa Marítima Boliviana” es el título de su labor, que la ha cumplido con evidente éxito. Con ello se consigue un apoyo transversal la política exterior boliviana. Meza ha hecho un trabajo impecable, sumando apoyos, recorriendo naciones latinoamericanas, europeas, entrevistándose con presidentes y líderes de opinión, dando entrevistas a diversos medios internacionales. Con ello el gobierno de Morales ha permitido situar el problema en un plano no sólo político, sino también comunicacional. Labor que de la parte chilena ha brillado por su ausencia, sustentado en la creencia que la Corte Internacional de Justicia de La Haya sólo resuelve en función de elementos jurídicos. Los próximos viajes de Meza ya están definidos: Washington, Nueva York, China, La India, Japón y Rusia.
Bolivia sostiene que Chile ha expresado promesas y compromisos de volver al Pacífico y sobre esas promesas y esos compromisos se basa la legitimidad de la demanda marítima. El propio Carlos Meza afirma que “los compromisos los que nos referimos fueron hechos el año 1895 a través de un tratado de cesión de territorios firmados por ambos Estados, que no se perfeccionó por un protocolo final no ratificado. Hizo esos compromiso, demás los años 1920, 1923, 1926, 1950, 1961, 1975 y 1983 a través de notas, memorándums y cartas firmadas por Presidentes, Ministros de Relaciones exteriores y embajadores, que en todas esas oportunidades se comprometieron formalmente con Bolivia a otorgarle un acceso soberano al mar, al margen y sin tocar el Tratado del año 1904 que – es bueno decirlo – Bolivia respetó y respeta”.
Chile se encuentra en una posición difícil, parapetada en definiciones que no son compartidas por la comunidad internacional, comunicacionalmente atacada por un gobierno boliviano que sacó el tema del bilateralismo al multilateralismo en forma exitosa. Morales y su gobierno pasaron de una posición considerada ingenua y flexible que llevó a plantearla, por ejemplo, a la denominada Agenda de los Trece Puntos para convencerse que por ese camino nada conseguiría con gobiernos concertacionistas, de derecha o de la Nueva mayoría. Hoy, con apoyo político transversal a sus planteamientos la demanda llevada a la haya muestra los buenos resultados de una estrategia donde lo político y lo comunicacional van de la mano.
Al margen de esta lucha jurídica, política, comunicacional, donde el acceso soberano al pacífico es el eje de la controversia, los gobiernos de Chile y Bolivia tienen algo claro: no hay solución posible sin la presencia de Perú. La cancillería de los tres países lo tienen muy claro. El diferendo Chileno-Boliviano es bilateral en origen pero en el plano de las definiciones es trilateral, establecido así por el tratado del año 1929 firmado entre Chile y Perú “El mapa está clarísimo, sostuvo en su oportunidad el ex presidente boliviano Carlos Meza, está solución será, si es que existe y esperemos que sí, sobre un territorio que fue peruano y por ende la respuesta del visto bueno de Perú es imprescindible. Si esto no es así el fallo de La Haya es irrelevante”.
Con Bolivia existe un conflicto actual, complejo, que es imprescindible y necesario de resolver. No se puede tapar el sol con un dedo y pretender, como lo sostenía el gobierno del ex presidente Sebastián Piñera, que nuestras relaciones avancen por carriles o cuerdas separadas o pretender que el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de La Haya será netamente jurídico, como lo cree el actual gobierno de Michelle Bachelet. Con Bolivia hay un gran tema: el acceso soberano al Pacífico. Es ese y no otro, recuperación de su cualidad marítima con pleno goce soberano. Más de cien años de enclaustramiento, aunque se justifique con que se haya triunfado en una guerra, que los tratados se respetan, que las fronteras son inamovibles, que la sangre chilena derramada en el norte no puede ser en vano. Cualquiera sea la argumentación a la que se esgrima, lo que se requiere hoy, es discutir seriamente con Bolivia respecto a sus aspiraciones y deseos. Y a esa discusión se debe invitar, desde ya a Perú.