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Hay que ser honestos: esto de la Patria Vieja, de la Patria Nueva, como también la constitución de la Primera Junta de Gobierno en 1810 confunde mucho a la hora de referirnos a nuestra historia como nación independiente. Por eso, tener una institución de corte republicano anterior a la independencia es algo que puede llevar incluso a mayores equívocos. Lo cierto es que se reconoce como la fecha de fundación de la Biblioteca Nacional un 19 de agosto de 1813 y corresponde a la primera etapa de su formación de este ícono cultural chileno. Lo interesante es que José Miguel Carrera, a la sazón la máxima autoridad, vio que en la base de nuestra nación debían existir instituciones que formaran a hombres y no a mujeres, porque la emancipación no daba para tanto, cultos y empapados en los valores humanistas que se transmitían a través de los impresos, de ahí que creara al Instituto y a la Biblioteca Nacional.
Los libros que forjaron el ideal libertario de nuestros patriotas estaban en las bibliotecas privadas criollas, donde las más importantes eran las de las instituciones religiosas y la de la Real Universidad de San Felipe, todas, eso sí, de acceso restringido y con una fuerte presencia de libros religiosos. Esta última fue el fondo editorial sobre el cual se fundó la Biblioteca Nacional en 1813. La Aurora de Chile, nuestro primer periódico impreso, bajo la dirección de Fray Camilo Henríquez, fue efusiva a la hora de exhortar la formación de una Biblioteca Nacional, cuando decía: “Dejemos a la posteridad algún vestigio de nuestra existencia. (…) la presencia de la Imprenta, de esta fiel conservadora del pensamiento, cuantas circunstancias que nos rodean deben excitarnos al trabajo, encender la imaginación y dar nuevo tono a nuestra literatura”. Esta herencia la tomaría Bernardo O’Higgins al señalar la importancia de “formar una biblioteca pública para el uso de los habitantes de esta capital”.
Hace dos años, la Biblioteca Nacional celebró sus 200 años de vida y fue la oportunidad para pensar qué sería de una institución cuya importancia es indudable y que si bien ha sabido enfrentar la era digital, son muchos más los desafíos para este siglo XXI.
Así, surgió un Plan Maestro que ha dado a conocer la directora de esta institución, Ana Tironi, y que significará una nueva etapa en la que se solucionará el gran problema que tiene nuestra actual Biblioteca: la falta de espacio. Si bien el mundo actual ya es digital, la conservación de la memoria hoy pasa por contar con todo lo que se publica en Chile. Esto es gracias a una ley que obliga a todas las imprentas a enviar a la Biblioteca Nacional tres ejemplares de cada libro que se imprima en sus máquinas. Pero no solo eso, están también los diarios y revistas, como también los archivos de literatura, de música, de tradición oral… entre otros. El problema es que la Biblioteca Nacional se ubica en un lugar estratégico de la capital y no tiene mucho para dónde crecer, a menos claro, que se haga hacia abajo, que es la opción que han tomado. De modo que no perderá las áreas verdes que están contiguas y que son un verdadero respiro para los transitan por el centro de la ciudad.
El crecimiento hacia abajo, eso sí, no puede ser a pala y a chuzo, porque se sabe que este edificio fue construido sobre lo que era el Convento Santa Clara, por lo que deberán hacer una prospección arqueológica y lo más probable es que quede conformado una suerte de museo de sitio con lo que allí se encuentre. Se llamará a un concurso internacional para la propuesta arquitectónica y urbanística de un proyecto que aún no tiene fechas claras, pero que dependerá del Colegio de Arquitectos, el Consejo de Monumentos Nacionales, la Municipalidad de Santiago y el Ministerio de Obras Públicas, sobre todo este último el que será el que ponga el dinero, es decir, la voluntad de que se hagan las cosas.
La Biblioteca Nacional está de fiesta hoy y para celebrar sus 202 años se estarán repartiendo ediciones facsimilares de la Aurora de Chile al interior y también al exterior del edificio. Lo interesante es que echarán a andar a esa imprenta que primero imprimió nuestra Aurora de Chile reviviendo la tradición tipográfica y el espíritu que la vio nacer y que tanta falta nos hace hoy.