La sola pronunciación de esta ciudad colombiana de Medellín nos remite en nuestro imaginario a un pasado reciente donde vivió el temido narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. Medellín es una ciudad que se reinventó y para eso los colombianos no necesitan mucho esfuerzo. En el país del realismo mágico, donde antes hubo dolor y muerte, hoy surge una ciudad transformada “por el poder de la cultura para tocar las más profundas fibras del ser humano y de su inmensa capacidad de construir equidad”. Estas palabras que hablan del poder trasformador de la cultura como instrumento de equidad no provienen de un poeta sino que del alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria Correa, e interpelan, sobre todo a nosotros, a los chilenos que vivimos en una de las sociedades más inequitativas del planeta. Hay una Nueva Medellín y para construirla los colombianos han decidido hacerlo sobre la cultura y para ello, han venido realizando una serie de acciones de gran envergadura. La Fiesta del Libro y la Cultura es una de ellas. Y si bien durante muchos años han venido realizando ferias del libro decidieron, desde hace nueve, refundar el concepto y llamarle Fiesta porque su objetivo está en el goce de la lectura, en el contagio colectivo por los libros y su capacidad de sensibilizarnos, de maravillarnos.
La Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín que se inició este fin de semana se realiza en el Parque Botánico de la ciudad. No por la necesidad de naturaleza porque Medellín debe ser una de las ciudades más verdes de América Latina. Ubicada a 1.600 metros de altura sobre un valle angosto, las calles y edificios serpentean los cerros y planicies, mientras una tibia brisa despeja el cielo azul de la también conocida, ciudad de la eterna primavera y de las flores.
Y si bien la ciudad cuenta con un centro de convenciones donde en el pasado se realizaron las antiguas versiones de Ferias del Libro y otras exposiciones, la decisión de hacerla en un espacio abierto, pleno de vegetación como es el Parque Botánico y que equivale a lo que es nuestra Quinta Normal, tiene “una clara vocación de impulsar la lectura entre los ciudadanos”, como explica su director, el escritor Juan Diego Mejía. El público tiene ingreso gratuito porque la sustentan dineros del municipio, explican, y toda su programación está destinada a que sea una experiencia placentera. El slogan de este año es “Leer la vida” y busca que sus más de 300 autores invitados, donde 60 de ellos son extranjeros, se contacten con un amplio público a través de una programación cultural generosa y diversa que se va desarrollando en salones y también al aire libre.
Dice su director que acá lo importante no es la venta de libros, sino que lo que le pasa al público, por eso han ido ampliando su espacios. Ya lo hicieron hace un año con el Salón de Nuevas Lecturas, como han preferido llamar al lugar que acoge las propuestas de los contenidos digitales. También tienen un Salón del Libro Infantil y Juvenil con particular presencia de editoriales latinoamericanas que no son precisamente las transnacionales, sino que iniciativas más modestas, muchas veces, que debido a la dificultad de la circulación del libro en nuestro continente encuentran escasos lugares donde reunirse. Un gesto importante ya que esta Fiesta del Libro de Medellín tiene como socio principal, a la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra, del superventas escritor español del mismo nombre. Y este año, han inaugurado el Salón Iberoamericano del Libro Universitario, un encuentro de la producción editorial que se realiza con lo que han producido universidades españolas, portuguesas, brasileñas, colombianas y otros países, entre las que se cuentan seis editoriales chilenas.
¿Y la presencia chilena? Carla Guelfenbein, Lina Meruane, Carlos Franz y la aquí firmante somos los que hemos llegado hasta Medellín a participar en diálogos abiertos junto a otros escritores latinoamericanos y a presentar nuestros libros. Y no dejamos de asombrarnos de la naturalidad con la que el público disfruta de esta Fiesta del Libro, porque los verdaderos invitados son ellos, los lectores.
No extraña entonces que en la trama invisible que sustenta a esta Fiesta sea el Plan Municipal de Lectura y Escritura que están definiendo para los próximos tres años, y que tiene a la conversación como parte esencial de la tríada junto a la lectura y a la escritura.
No se vienen con cuentos los colombianos y no se dejan intimidar cuando las editoriales presionan porque quieren más espacios para la venta y exhibición de sus libros. Con el modo gentil que los caracteriza, señalan que esta es una fiesta para lectores y que si hay ventas, pues bien, pero su éxito no radica ni lo están midiendo en ventas, sino que en fomento lector. Vaya que tenemos que aprender de los colombianos.