Argentina a dos semanas de la gran decisión

Hace algunas semanas, cuando el liderazgo de Cristina Fernández ordenaba la política en Argentina, todos querían parecerse a ella. Daniel Scioli decía ser su sucesión y Mauricio Macri apoyaba políticas incompatibles con el dirigente neoliberal que es. Ahora, luego del cataclismo de la segunda vuelta, los dos contendores se han reinventado según la victoria con sabor a derrota de Scioli, al revés de lo que le sucedió a Macri.

Hace algunas semanas, cuando el liderazgo de Cristina Fernández ordenaba la política en Argentina, todos querían parecerse a ella. Daniel Scioli decía ser su sucesión y Mauricio Macri apoyaba políticas incompatibles con el dirigente neoliberal que es. Ahora, luego del cataclismo de la segunda vuelta, los dos contendores se han reinventado según la victoria con sabor a derrota de Scioli, al revés de lo que le sucedió a Macri.

Crecientemente, el candidato oficialista ha jugado a desmarcarse con elegancia de la Presidenta, bajo el supuesto de que la pelea se dará en el centro y en el peronismo desencantado, y apostando a que el Kirchnerismo no lo abandonará y concurrirá a votarlo de todos modos en la segunda vuelta. En entrevista televisiva su pareja, Karina Rabolini, hizo una distinción entre estilos, entre el presente y el futuro, entre la izquierda y el pragmatismo. Entre otras afirmaciones, dijo que “hoy la Argentina tiene un escenario completamente distinto. En su momento había que tomar otras decisiones, que son distintas a las que hoy se necesitan. Por eso Daniel dice que va a sostener todo lo que haya que sostener y cambiar lo que haya que cambiar”.

Por su parte Macri, que ha denunciado una campaña del Terror en su contra, se ha atrevido a hacer anuncios que antes había omitido, como su propósito de reducir gradualmente los impuestos en caso de llegar al poder. El candidato de derecha, que ha hablado durante su campaña de “fortalecer lo público”, afirmó sin embargo que “cuanto menos impuestos cobre el Estado, más trabajo va a haber para los argentinos”.

En el plano económico, una de las principales diferencias entre ambos candidatos es el nivel de apertura de la economía. Mientras Macri plantea que hay que ir decididamente en esa dirección –al estilo de lo que han hecho países como Chile, Perú o México- Scioli apuesta por una política de protección que permita el desarrollo de las industrias y garantice el empleo. En los efectos de ambas opciones hay un debate instalado: Macri plantea que los controles cambiarios del Kirchnerismo han sido los responsables del menor crecimiento y que deben ser derogados ya. Desde la candidatura contendiente se advierte que con una medida de ese tipo el precio del dólar sería fijado por el mercado y no por el Banco Central, lo que daría lugar a una fuerte devaluación con efectos recesivos sobre la actividad, el poder adquisitivo y el empleo de los argentinos. En palabras de Scioli, “hay que defender el rol del Estado. La propuesta de devaluar para mejorar la competitividad -formulada desde algunos sectores de la oposición- significa ir para atrás en algo que es fundamental, que es lo que debe viene dando la sustentabilidad de la Argentina: el poder de compra de los trabajadores y la distribución del ingreso”.

Estas diferencias sustantivas han llevado a los grupos empresariales a tomar partido. Gran parte de ellos apoyan a Macri y así se comprobó con el alza en la Bolsa de Buenos Aires al día siguiente de la primera vuelta, pero temen que las medidas “impopulares pero necesarias” que tome, si gana, produzcan una inflación significativa y, más complejo aún, problemas de gobernabilidad que pueden terminar afectando a la actividad económica. Por el lado de Scioli, los apoyos provienen de sectores más pequeños, pero donde existen cientos de miles de pymes y que son intensivos en mano de obra, como las manufacturas del cuero, la industria del calzado y la textil, además de la industria nacional editorial y del libro.

Cuando se tratan de traducir estas diferencias económicas a la historia reciente del país, aparece lo que Macri denuncia como “campaña del terror”: la década del 90, la de Carlos Menem, la del neoliberalismo, la del Consenso de Washington, la de privatización de las empresas públicas, la de la paridad cambiaria y, al fin, la que hizo vivir a la Argentina en una burbuja que explotó dramáticamente en 2001. En sus discursos, Cristina apunta a “los nostálgicos del pasado”, “a los que quieren volver a los 90”, es decir, a Macri.

Pretendiendo ignorar el rayado de cancha al que se le lleva, Macri –fundiéndose aún con políticas del “peronismo izquierdista” del Kirchnerismo, ha dicho que si gana mantendrá en manos del Estado la petrolera YPF y Aerolíneas Argentinas, además mantener la Asignación Universal por Hijo y el sistema estatal de pensiones.

En los sectores a la izquierda del Kirchnerismo, en tanto, también se ha instalado un debate que puede ser crucial, teniendo en cuenta lo estrecha que se prevé la segunda vuelta. Las posiciones oscilan entre anular o votar en blanco, aludiendo al supuesto carácter derechista de Scioli, o hacer un gesto de aprecio por las conquistas sociales consolidadas en los últimos 12 años, aunque las juzguen insuficientes y que no han tenido avances sustantivos en indicadores tan sensibles como la desigualdad. En el análisis se considera, también, que un triunfo de Macri incidirá en la realidad regional, partiendo por las conflictivas coyunturas en Venezuela y Brasil.

Este fin de semana, los medios pertenecientes a la SIP, que han entrado a la contienda sin pudores en favor de Macri viendo una opción inmejorable para revertir la Ley de Medios impulsada por el Kirchnerismo, publicaron una encuesta donde éste superaría por 8 puntos a Scioli. Pero, ya sabemos, cuán imprecisas han sido las encuestas en todas las últimas elecciones en América Latina. Ya se nos enseñó que hasta el cómputo oficial nada puede decir convencidamente.





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