En agosto de 2005, el huracán Katrina afectó duramente a Estados Unidos. Una de las zonas que golpeó con mayor fuerza correspondió a Nueva Orleans. Allí, el río Mississippi se desbordó y una de las personas que vio su casa arrasada por las aguas fue el intérprete, compositor y arreglador Allen Toussaint. Aquel río que tanto ha inspirado a escritores y músicos, permitió que el músico, en parte como terapia contraria, creara The bright Mississippi, uno de sus mejores trabajos, y que ahora que Toussiant ha fallecido (este 9 de noviembre de 2015, en Madrid) permite evocar su sonido, entre el virtuosismo de una sala de conciertos y la improvisación y libertad de una taberna.
Poco antes de su muerte, los medios españoles que esperaban su llegada para presentarse en el Teatro Lara de Madrid y luego en la localidad de Bilbao, usaban expresiones como “solemne, afable, poliédrico, pianista excepcional, cantante y, sobre todo, compositor, arreglista y productor de culto”. Esa era la aceptación que había construido a lo largo de sus años y que en los más recientes lo había convertido en un figura que era capaz de trasladar a su audiencia a ese taberna, donde sonaba el piano digno de una sala de conciertos.
Si a sus 71 años, momento del disco mencionado al comienzo, él declaraba que Katrina lo consideraba como un bautizo, como un renacer; al saber de su muerte, en el momento de sus 77 años, tan sólo seis años después de ese bautizo, queda la sensación de una partida pronta y de un final abrupto, una sensación de sentirse arrasado y desprovisto, tal como lo que generó el huracán Katrina.