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Advertencia sobre el futuro

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 30 de noviembre 2015 8:40 hrs.


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Solo como advertencia, todo lo que se diga de aquí en adelante es solo un pálido reflejo de lo que verdaderamente sucedió. No porque las palabras no puedan dar cuenta de la realidad, sino más por las posibilidades que tiene esta cronista para ajustarse a este espacio. No más dilaciones y al grano. El sábado, a eso del mediodía, se iniciaba la versión número 29 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México. Reconocida como la más importante de la lengua castellana y la segunda en el mundo después de Frankfurt. Una feria que ha crecido de manera explosiva, si consideramos que es más joven que la de Buenos Aires y la de Santiago, pero que de manera estratégica se posicionó geopolíticamente cercana a Estados Unidos, como una manera de atraer a los bibliotecarios de ese país que tradicionalmente han sido los mayores compradores de libros en castellano. Luego, porque detrás de ella está la Universidad de Guadalajara y las redes de poder que se cruzan en el Estado de Jalisco, permitiendo abultados presupuestos para invitar a centenares de autores, intelectuales, artistas, libreros, periodistas, editores y bibliotecarios, entre tantos otros. Las estadísticas señalan que este año son 650 escritores que provienen de 1900 editoriales de 44 países, donde los que más presencia tienen son los españoles, europeos, argentinos, franceses y colombianos, en estricto orden. En lo nueve días que dura la Feria, se realizarán 550 presentaciones de libros en un espacio ferial que supera los 34 mil metros cuadrados y que son equivalentes a 17 canchas de fútbol, donde no solo se disponen espacios para la venta de libros, separados en un área nacional y una internacional, sino además en muchas salas, para dar cabida a diversas actividades, desde las clásicas presentaciones, conferencias, mesas redondas y 1548 talleres de fomento lector para esos más de 160 mil niños que recibirán, además de los más de 600 mil visitantes y donde todos pagan… una cifra de cerca de mil pesos el público general  y casi la mitad los menores y la tercera edad.

Con este panorama ya se puede entender que ingresar a la FIL Guadalajara implica encontrarse con mucho público, sobre todo, el fin de semana desde las 9am y hasta las 21, ya que desde el lunes y hasta el miércoles son las jornadas profesionales, permitiéndose entonces solo el ingreso para aquellos que vienen a hacer los negocios que es la parte más dura y que sostiene a esta Feria.  A partir del jueves y hasta el domingo, se retoma el impulso inicial que llega a su clímax el viernes, cuando se cierra más tarde,  debido a la venta nocturna, con importantes descuentos. Como este punto es sensible, vale la pena señalar que los libros en México están exentos de IVA y si se considera que el valor de la entrada es también módica y que la FIL se encarga durante todo el año de levantar las expectativas de lo que se viene, esto es simplemente multitudinario.

El invitado de honor de este año es Reino Unido y los ingleses llegaron con Sir Salman Rushdie a la cabeza, lo que tienen a algunos algo nerviosos por ciertas amenazas de ISIS, y hace recordar hace unos años, cuando un cártel dejó a más de una docena de cadáveres en un auto bajo la escultura Los Arcos del Milenio. Espeluznante imagen que pocos vieron y que prontamente fue borrada por el éxito permanente de una fiesta ciudadana que hace olvidar a sus visitantes que se encuentran en México, uno de los países más peligrosos,  donde un puñado de narcos tiene el poder de atemorizar a millones de personas.

La sesión inaugural de la Feria del Libro en la que se entregó el que nació como Premio Juan Rulfo pero que por disputas de derecho de autor pasó a llamarse premio en Lenguas Romances, y que recayó en el escritor catalán Enrique Vila Matas contó con la presencia de Fernando del Paso. El ensayista y novelista mexicano tiene 80 años pero una débil salud y cuando se le presentó y ante su imposibilidad de levantarse, pues fue toda la amplia audiencia la que se puso de pie por él para aclamar al último premio Cervantes. El presídium estaba integrado por más de una docena de hombres, la mayoría políticos, y solo dos mujeres, la directora de la Feria y la jurado que leyó el acta.

En la aceptación del Premio, Enrique Vila Matas hizo un discurso que tituló El futuro. Un texto lleno de ironía en el que compartió su decisión de estar permanente desplazando las fronteras de su escritura, para quedar en callejones sin salida, en la idea de que una vez terminado un libro no le era posible escribir otro, hasta que se abría un intersticio por donde se colaba una nueva forma de narrar y exigirse. Su alocución recordó a la Premio Nobel Svetlana Alexievich, cuya obra se basa en una recopilación enorme  de víctimas de la guerra y de accidentes nucleares, por lo que remató diciendo: “Me van a perdonar, lo que dicen las voces de Chernobyl, el gran coro, es el futuro”. Una dura sentencia para comenzar una fiesta del pensamiento y la cultura, que no fantasea a pesar del ánimo festivo, porque de lo que aquí se habla es del presente en las voces de quienes lo piensan y lo quieren cambiar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.