Esta nueva película de Tarantino se presenta como la antepenúltima de su carrera. El director ha señalado que pretende filmar sólo diez películas al tope de sus capacidades, para luego emprender el retiro. Y aunque no sabemos si este es un truco publicitario o las verdaderas intenciones del realizador, lo que sí es cierto es que a Tarantino se le reconoce como un cineasta relevante cuya manera de filmar ha marcado el cine de las últimas décadas, y él lo sabe.
Parte de la gracia del “estilo Tarantino” tiene que ver con la notable cultura pop del director. Con sus horas y horas de cine diverso visto durante su juventud, mientras trabajaba en un video club, y su notable capacidad para actualizar los referentes del cine popular de las décadas de los sesenta y setenta. Cada película de este realizador está llena de referentes que hacen la delicia del cinéfilo y que presentan a un público menos iniciado contenidos que antes les resultaban ajenos como el Blaxploitation, el cine hongkonés o el Spaghetti Western.
Es esta última influencia está muy presente en las últimas dos películas de Tarantino: “Django desencadenado” (2012) y la recién estrenada “Los 8 más odiados”. El influjo de los directores italianos, especialmente de Sergio Leone, está tanto en la propuesta formal como en la construcción de personajes anti épicos, vengativos y amorales. Y por supuesto en la música. Tarantino ha declarado ser también un melómano bien alimentado y las bandas sonoras de sus películas han permitido redescubrir clásicos de otros tiempos, pero en este nuevo film se dio el gusto no sólo de utilizar temas de quien es responsable de la imagen musical del Spaghetti Western, sino de contar con melodías originales compuestas especialmente para esta película por el maestro Ennio Morricone. Esa sonoridad, sumada a una gráfica particular y una puesta en escena filmada en Panavision 70 -una tecnología que se había dejado de usar hace cinco décadas- hermanan a esta nueva película con aquellas que renovaron el western en los años sesenta y setenta. Aquellas obras se filmaron no sólo en Europa, sino también en Estados Unidos, donde el director Sam Peckinpah actualizó el género con películas llenas de antihéroes y con altísimos niveles de violencia filmada estilizadamente. De este director estadounidense, Tarantino ha bebido mucho en sus últimas películas, especialmente en las escenas de matanzas que tanto divierten al realizador.
Y quizá allí es que las películas se vuelven excesivas. La cantidad de muertes gráficas que hay en estas dos películas pueden generar distanciamiento en el espectador ante tanto artificio sangriento que finalmente hace que se pierda la verosimilitud de los personajes. También puede resultar excesiva la extensión de estos filmes, tanto “Django desencadenado” como “Los 8 más odiados” superan los 160 minutos de metraje, haciendo evidente la ausencia de la talentosa Sally Menke, la editora de Tarantino durante todas sus películas anteriores y que falleció a la edad de 56 años. Ahí queda en evidencia que una película es el resultado de una suma de habilidades y que aunque es el director el responsable de la visión total del filme, sus colaboradores habituales aportan a la calidad y estilo de su cinematografía.
Los fans de Tarantino encontrarán en “Los 8 más odiados” estupendas actuaciones de algunos fieles del director como Tim Roth, Samuel L. Jackson o Michael Madsen, también aquellos diálogos brillantes y personajes complejos que hicieron famoso a este director, pero quizás les exija más paciencia que las estupendas películas que nos regaló en las dos décadas anteriores y que tanto seguimos disfrutando.