No obstante los esfuerzos de Estado Islámico por obstruir el flujo de oferta normal del petróleo de su zona de influencia, vendiéndolo directamente a compradores turcos a precio de saqueo; de la guerra civil en Siria; de las amenazas de enfrentamiento saudí-iraní; del descalabro socio político de Libia e Irak, el precio del crudo a nivel mundial ha seguido cayendo hasta sus niveles más bajos en más de una década.
Las causas de este derrumbe son varias, pero la mayoría de los analistas apuntan, en la base, a China, una economía que hasta hace poco era gran consumidora de energía a raíz de su rol de “fábrica del mundo”, pero que desde hace un par de años se esfuerza por derivar su crecimiento hacia el consumo interno y los servicios -con menores gastos de energía- para dar viabilidad a su estrategia de desarrollo de largo plazo e ir reduciendo la enorme deuda asumida en la “década de oro” (1996-2006) cuando las grandes obras públicas, infraestructura e instalación de usinas de todo el orbe, le daban el impulso para crecer a ritmos superiores a los dos dígitos. Pero nada crece infinitamente y la hora de la realidad parece haber llegado.
En efecto, la ralentización de China no es solo un fenómeno derivado de decisiones económicas de su poderoso Partido Comunista, que con sus vaivenes de política monetaria y de cambio aumenta la incertidumbre de los inversionistas, sino efecto de un inevitable ajuste de precios de una economía que había crecido gracias al crédito barato, pero que, con el pasar de los años, ha debido enfrentar la burbuja del sobredimensionamiento de proyectos e inversiones públicas y moderar su marcha cuando los niveles de deudas superan el 115% de su PIB (US$ 10,3 millones de millones)
La mala gestión en muchas regiones, la corrupción, el exagerado optimismo de agentes internos y externos que comerciaban productos chinos en enormes volúmenes y bajos precios, pasaron la cuenta cuando las naciones desarrolladas y emergentes comenzaron a ajustar su demanda, producto de la crisis del 2008. Solo EE.UU. dio marcha atrás en la estrategia de externalización de su producción y, por ejemplo, Detroit, la ciudad del automóvil, que estaba virtualmente en bancarrota, ha vuelto a revivir gracias al apoyo estatal a su industria automotriz (acción por la que Obama fue acusado de “socialista”), generando más de 640 mil nuevos empleos en fábricas como General Motors y Chrysler.
El derrumbe de los precios del petróleo está asociado, además, a la lucha por la supervivencia de los Estados, pues, siendo EE.UU. el principal productor de crudo del mundo, con casi 13,5 millones de barriles anuales (The World Factbook de la CIA para 2012-2013), su aliado y competidor, Arabia Saudí, le sigue con unos 11,7 millones, aunque, a diferencia del primero, el país árabe tiene un costo de producción de alrededor de US$ 10 el barril, contra cerca de US$ 40 del crudo de esquisto norteamericano.
Con valores inferiores a los US$ 25, la negativa saudí de disminuir su producción para reducir la sobreoferta -estimada en más de 1,5 millón de barriles diarios- es una declaración de guerra que ha hecho que hasta la poderosa OPEP pida a los productores extra cartel que ayuden a reducir la producción. Pero las exportaciones de crudo de Arabia Saudí cayeron el año pasado al nivel más bajo en tres años -7,1 millones de barriles por día- ante la fuerte baja de las importaciones desde EE.UU. Se añade a la sobreproducción el próximo ingreso de Irán al mercado con unos 500 mil barriles diarios, luego que EE.UU. y la UE levantaran las sanciones económicas que habían dispuestos en contra del programa nuclear iraní, ya desguazado.
Los economistas creen que los beneficios de una baja del petróleo para la economía global son que los consumidores gastan la renta extra del ahorro energético de forma rápida, mientras que los gobiernos, que se quedan con buena parte de los tributos o ingresos petroleros, suelen mantener sin cambios su gasto público cuando el petróleo cae. Entonces, los gobiernos sin ese dinero extra, recurren a los mercados de deuda o a sus fondos soberanos para mantener su gasto fiscal, tal como Qatar Holding, poderoso fondo soberano de esa nación árabe, que pasó de comprador mundial de empresas como Volskwagen o Xstrata, a pedir un crédito sindicato por US$ 5 mil millones para financiar operaciones de su gobierno. O Rusia, cuyos dos fondos soberanos partieron con US$ 75 mil millones, pero que hoy estarían reducidos a la mitad, tras la decisión de Putin de sostener el rublo, enfrentar las sanciones de la UE por la crisis de Ucrania y reemplazar los menores ingresos petroleros. Y es que la economía rusa marcó en 2015 su mayor contracción en seis años (-3,7%)
¿Cuál es el precio piso? Nadie lo sabe. Algunos analistas estiman que incluso podría llegar a caer hasta los US$ 10 el barril. Sin embargo, con dicho valor, el default de muchas firmas del sector altamente endeudadas y cierre de campos petroleros menos rentables -como está sucediendo- debería revertir la sobreoferta actual e impulsar un nuevo período de alzas que lo lleve hasta niveles en que países como Venezuela o Colombia, que producen a una media de US$ 30; o Brasil e Inglaterra, que lo hacen alrededor de los US$ 50, puedan volver a participar del negocio.
En los hechos, Venezuela ha pedido una reunión ministerial extraordinaria de la OPEP para este mes febrero con el objetivo de tomar medidas para frenar la caída de los precios del crudo. Según Alejandro Arriaza, economista de Barclays, Venezuela está al borde de un “default desordenado”, ya que, si los precios futuros del petróleo son correctos, requeriría del 90 por ciento de sus ingresos para cumplir con los pagos de su deuda, incluida la que mantiene con China. El analista estima que al país sudamericano le quedarían apenas US$ 4.500 millones en reservas hacia fines de año.
En dicho marco, empero, la propia China a quien se suele culpar por bajar los precios debido a la desaceleración de su crecimiento económico podría ser también el beneficiario de estas caídas. Lo que ahorra China por la depresión de las materias primas asciende a US$460 mil millones por año, según cálculos de Kenneth Countis, exvicepresidente de Goldman Sachs para Asia. De esa suma, unos US$320 mil millones se deben al abaratamiento del petróleo, y el resto a otras materias primas de energía, cobre, hierro, carbón y materias primas agrícolas
Para naciones no productoras, como Chile, los bajos precios del petróleo podrían verse como beneficiosos, pero en un mundo de “ricos empobrecidos”, como lo están siendo las hasta hace poco rozagantes naciones petroleras, las perspectivas de una mayor demanda de materias primas no alimenticias que exporta nuestro país, no son muy prometedoras.