Amanda Labarca fue una de las educadoras que impulsó la creación del Liceo Experimental Manuel de Salas en 1932, mismo establecimiento donde Alejandra Mizala, académica acreedora 2015 de la distinción al mérito que lleva su nombre, estudió toda su enseñanza escolar.
Directora del CIAE y profesora Titular del Departamento de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas desde 1989, Alejandra Mizala estudió Economía en la Universidad de Chile, “porque reunía el área de las matemáticas con las ciencias sociales”, según comenta. Luego prosiguió su formación en la Universidad de California, Berkeley, donde obtuvo un doctorado en economía.
Fue en su retorno a Chile que la profesora Mizala ingresó al Departamento de Ingeniería Industrial. Ahí, junto a otros académicos como Eduardo Engel, Pablo Serra y Ronald Fischer, conformaron “un grupo de investigación en economía”, que luego dio origen al Centro de Economía Aplicada (CEA) de dicho Departamento.
Luego, a mediados de los ‘90, impulsó en conjunto a otros profesores la creación del Magíster en Gestión y Políticas Públicas (MGPP), programa pionero en América Latina que a la fecha ha formado a más de 600 profesionales de Chile y de 21 países de la región.
Fue también en esos años que comenzó a realizar investigación en educación y se adentró en ese ámbito, coincidiendo en la década siguiente con otros académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), como el profesor Rafael Correa, con quienes impulsaron la formación del CIAE.
¿Cómo la marcó la etapa en el Liceo Manuel de Salas?
Estudié toda mi educación básica y media en el Liceo Experimental Manuel de Salas, así que siempre he estado vinculada a la Universidad de Chile, porque en ese momento estaba muy presente en el Liceo, que verdaderamente tenía un carácter experimental. Teníamos siempre futuros profesores que estaban haciendo su práctica, entonces era muy cercana la relación con la Universidad. Era un establecimiento muy bueno, muy exigente y salimos muy bien preparados. Mi curso entero entró a la universidad, en una época que había muy pocas universidades en el país.
¿Cómo fueron sus inicios como académica en la FCFM?
Veníamos llegando del doctorado junto a otros académicos y traíamos un montón de información y de contenidos nuevos. A poco andar, con Eduardo Engel y en una alianza con el CIEPLAN, donde participaron Patricio Meller y Pilar Romaguera, armamos un nuevo Magíster en Gestión y Políticas Públicas, en 1994, que fue el primero en el país y en la región. Sobre este tema sólo había un programa en México.
¿Por qué era tan necesario este programa para Chile?
Porque estaba partiendo la democracia y necesitábamos profesionales que estuvieran preparados para trabajar en el sector público. Diseñar políticas públicas, implementarlas y evaluarlas requiere de una formación específica. Pero pensamos en esto no sólo para Chile, sino que también para América Latina. Conseguimos en ese tiempo que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) nos diera becas para que profesionales latinoamericanos vinieran a estudiar al programa, y el BID nos apoyó durante seis generaciones. Hoy más de un tercio de los alumnos son de la región. El programa se volvió un referente.
¿Cómo es que usted se acerca al área educativa?
Cuando hice mi doctorado, una de las áreas en las que me especialicé fue economía laboral, estudiando el funcionamiento del mercado del trabajo. A poco andar me di cuenta que muchos de los fenómenos que veía en los mercados laborales de Chile tenían su raíz en la formación de las personas y por lo tanto ahí me empecé a interesar en el área de educación. A partir del año 1994 comencé a hacer investigación en temas de educación y el 2005 me contactó Rafael Correa, del Departamento de Ingeniería Matemática, y me propuso que trabajáramos juntos para tratar de armar algo en educación para la Universidad. Y fue ahí que empezamos con el CIAE.
Hicimos un trabajo conjunto desde el 2006, con un grupo notable de investigadores que se jugaron desde el primer momento, para crear el Programa de Investigación en Educación, dependiente de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos. A poco andar hubo que empezar a conseguir recursos. Se obtuvo financiamiento para un Núcleo Milenio, a algunos FONDEF, a un concurso de CONICYT para centros de investigación en educación. Hasta que el 2013 nos presentamos a un concurso de proyectos basales al que hasta esa fecha siempre se habían presentado grupos del área científica, y ganamos el concurso. Somos el primer centro basal en el área de las ciencias sociales, y por cierto, el primero en educación.
¿En qué momento está el CIAE ahora?
Está en un momento crucial. En noviembre del año pasado, el Consejo Universitario aprobó la transformación del CIAE en un Instituto de Rectoría. Hoy el Senado Universitario está evaluando la propuesta. Otra cosa importante es la creación del Programa Transversal de Educación, donde todas las unidades de la Universidad que están involucradas en el tema tendrán una coordinación que permita realizar actividades en conjunto y que se potencien, además de invitar a otras unidades a trabajar juntas, porque entendemos que la educación atraviesa muchas disciplinas que pueden aportar a su desarrollo al interior de la Universidad.
En relación a esta idea de los aportes, ¿cómo la Universidad puede compatibilizar esos aportes a las políticas públicas con la visión crítica?
Yo creo que el primer aporte de la Universidad es la formación de profesores. La Universidad está con toda la fuerza para formar profesores, y creo que eso es clave porque Chile necesita profesores bien formados y la Universidad tiene la capacidad de formarlos y no solamente formar buenos profesores, sino que formar formadores de profesores. Eso tiene un efecto multiplicador muy importante.
Además de eso, la investigación que se hace es vital porque permite dar soporte científico a las políticas públicas en educación, además de generar la capacidad y las herramientas para evaluarlas, tarea que es fundamental.
¿Qué significa para usted la obtención del Premio Amanda Labarca y qué desafíos imprime el legado de esta importante figura en las mujeres de la Universidad?
Es súper gratificante y emocionante, por lo que ella es como figura en la Universidad de Chile y en el país, por su rol activo en la conquista de los derechos de las mujeres y su rol de educadora. Para mí el premio es muy significativo, además, porque fue una de las propulsoras del Liceo Experimental Manuel de Salas.
Yo creo firmemente que el rol de las mujeres en la Universidad es vital. Por eso acá en la FCFM tenemos un Programa de Equidad de Género, denominado “Más mujeres para la ingeniería y las ciencias”, que promueve que las estudiantes de enseñanza media estudien ingeniería. Este es el tercer año y la experiencia que tenemos es súper buena, porque no solamente ingresan 40 mujeres adicionales, sino que además hay más mujeres que postulan a ingeniería en la Chile, con lo cual estamos llegando a un 27 por ciento del ingreso, cuando antes teníamos un 19 por ciento de estudiantes mujeres.
También hay un programa de equidad de género para académicas, donde las interesadas en realizar una carrera académica estudian el doctorado apoyadas por la Facultad, y a la vuelta las recibe el Departamento que las contrató.
Esto es porque hay claridad de que las mujeres somos un aporte en todos los ámbitos, no solamente en la ingeniería. Tener diversos puntos de vista siempre es bueno, y la Universidad de Chile se caracteriza por eso, por tener todos los puntos de vista. Y en ese sentido, tener más académicas mujeres es un verdadero aporte, sin dejar de lado lo comprometidas que somos con lo que hacemos.
* Fotografía: Felipe PoGa