La debilidad internacional del dólar norteamericano, que ha caído más de 4% en lo que va del año respecto de una canasta de monedas, y que seguramente continuará así, mientras la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, no dé señales de avanzar hacia una nueva alza de las tasas en EE.UU., ha estimulado mayor apetito de los inversionistas por activos más riesgosos, aunque con mejor renta, tales como acciones, materias primas y bonos de mercados emergentes.
En efecto, según Wall Street Journal, de acuerdo al Índice de Demanda de Riesgo Global de Morgan Stanley, el petróleo Brent ha observado un alza de 23% durante el año, no obstante su abundante oferta; el Índice de Commodities GSCI, 13%, aunque también con baja demanda debido a la escasa actividad mundial; y el de Mercados Emergentes MSCI, 1,3%, área menos apetecible por las incertezas de esas economías, al tiempo que el Índice del Dólar WSJ ha caído 4,5% en el mismo lapso, lo que muestra cierta correspondencia lógica, pues, con una tasa de interés cercana a 0% e inflación en EEUU de 0,9% en 12 meses, mantener activos en el billete verde implica pérdida de su poder adquisitivo. Las mayores tasas de interés, de otro lado, lo tornan más atractivo, dada su seguridad implícita.
Las dudas de los mercados oscilan respecto del período en que la FED mantendrá las tasas en sus actuales niveles, luego que, a inicios de año, la entidad anunciara que realizaría al menos cuatro alzas durante este ejercicio. Sin embargo, los débiles datos de empleo e inflación y la baja actividad internacional, parecen haber recomendado mantener una economía más líquida por más tiempo y solo 13% de los analistas estiman posible una suba en junio, mientras que el consenso apunta a diciembre. De ser así, es presumible que el dólar continúe debilitado y que, por consiguiente, las inversiones sigan fluyendo especialmente hacia la renta variable, algunas a las materias primas y hacia ciertos mercados emergentes más estables.
Pese a esta ventaja financiera, a inicios de las sesiones de esta semana, nuestra principal materia prima, el cobre, anotó su quinta sesión consecutiva a la baja, cayendo 1,5% a US$2,15 en la Bolsa de Metales de Londres, con lo que llegó a su menor nivel en cuatro semanas. Tras este negativo resultado, el commoditie -aún con un dólar debilitado, lo que debería estimular la compra, pues, al cotizarse en la divisa norteamericana, es más barato para monedas fortalecidas- acumula una pérdida de 6% en las últimas cinco sesiones.
Y es que, para el metal rojo, más que el dólar -que no es irrelevante-, la clave de su actual bajo precio está en las malas cifras del comercio exterior de China, principal consumidor mundial del metal, cuyas exportaciones cayeron 1,8% en abril respecto a igual mes del año pasado, mientras que sus importaciones se desplomaron 10,9%. El guarismo sugiere que la demanda doméstica china sigue débil, pese los aumentos de gastos en infraestructura y crecimiento del crédito interno del primer tercio.
El cobre es una materia prima cuyo valor y demanda se vincula directamente con la actividad económica real, en la medida que es insumo para mega producciones tales como la automotriz, infraestructura eléctrica, construcción o industria. Y si esa demanda cae, también lo hace su precio, sosteniéndose entonces en la gestión especulativa, cuando el metal muta en instrumento financiero. Así, en un entorno en el que la actividad se muestra debilitada en los tres grandes espacios con que Chile comercia (China-Asia-Norteamérica-Europa), la materialización de proyectos de infraestructura, industriales o construcción se han postergado, impactando su demanda y valor por un lapso que, cada vez más, analistas alargan hasta 2017-18.
Y si bien el déficit comercial de EE.UU. en marzo se redujo 13,9% hasta US$ 40.440 millones, la cifra más pequeña desde febrero de 2015, con importaciones de bienes que llegaron a su nivel más bajo desde 2010 -marcando la escasa demanda interna- y envíos que también bajaron, las cifras muestran cierta potencial mejora del crecimiento de esa nación en el primer trimestre.
Entonces, si en vista de una mayor actividad previsible, la FED, dado el periodo de elecciones, decidiera subir las tasas en abril o en junio, fortaleciendo el dólar, y ya sin peligros de inflación, seguir reduciendo los desequilibrios comerciales y aumentar la demanda interna vía importaciones más baratas, el cobre podría recibir un golpe “financiero” adicional a su actual valor. Este fenómeno, empero, solo duraría un tiempo, puesto que, no obstante su encarecimiento en dólares, un billete verde fuerte favorece los envíos y actividad de Japón, Europa y China, mejorando las perspectivas de sus empresas exportadoras, hecho que podría incentivar una recuperación de la demanda por el metal, al emerger nuevos proyectos de economía real desde aquellas zonas.