Mente y norte demasiado estrecho

¿Cómo es posible que producciones como "Norte estrecho" sigan pasando por los márgenes de nuestra cultura? ¿Por qué estos trabajos que permiten acercarnos, conocernos y reconocernos como pueblos hermanos, deben ser exhibidos como cine de algunos, cuando están llamados a ser de todos? No solo el norte es estrecho, también las mentes de quienes tienen a su cargo las políticas públicas.

¿Cómo es posible que producciones como "Norte estrecho" sigan pasando por los márgenes de nuestra cultura? ¿Por qué estos trabajos que permiten acercarnos, conocernos y reconocernos como pueblos hermanos, deben ser exhibidos como cine de algunos, cuando están llamados a ser de todos? No solo el norte es estrecho, también las mentes de quienes tienen a su cargo las políticas públicas.

Es necesario persistir en la crítica de lo inaceptable que resulta que nuestra región, en pleno siglo XXI, no pueda hacer fluir su producción cultural con natural libertad. Nuestra región, para quienes piensan en global, es la sudamericana, la que compartimos en el Cono Sur con argentinos, peruanos y bolivianos, y hay quienes nos resistimos a los cercos comunicacionales y políticos que quieren imponernos desde el norte o, lo peor, desde nuestras propias cancillerías con el hostigamiento hacia nuestros vecinos en lugar de buscar el diálogo y el conocimiento mutuo.

Desde el punto de vista cultural, no nos cansamos de repetir lo absurdo que resulta que la literatura que se produce al otro lado de la cordillera y más allá del desierto nos parezcan tan lejanas como si se tratara de expresiones culturales provenientes del otro lado del planeta y en idiomas milenarios. La lectura es un hábito de minorías en esta zona y en el mundo, sin embargo, la cinematografía no, cuando nuestros ojos lo que hacen todo el día es consumir imágenes desde diferentes fuentes, sean las redes sociales, la televisión o el cine.

Por eso que el esfuerzo que llevan haciendo desde hace diez años las agregadurías culturales de las embajadas de Iberoamérica acreditadas en nuestro país, es un pequeño grano pero algo al fin. Así, el Espacio Cultural Iberoamericano en Chile (ECI) “es una iniciativa que contempla en la Carta Cultural Iberoamericana, aprobada en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Montevideo en 2006, y representa a un vasto conjunto de naciones que comparten raíces y el rico patrimonio cultural fundada en la suma de pueblos, sangres y credos diversos”. Producto de esas citas en la cumbre que vemos a través de las fotografías donde aparecen los mandatarios y mandatarias sonrientes quedan algunas cosas, que podrían ser más grandes, más conocidas, más aprovechadas, pero al menos se mantienen.

Así, es como se ha venido desarrollando la 10ª Muestra de Cine Iberoamericano en la que participan las embajadas y consulados de Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, México, Panamá, Perú, Portugal, Uruguay y Venezuela en colaboración con una serie de instituciones culturales chilenas que desarrollan una muestra cinematográfica de excelencia, con alrededor de 30 películas que itineran por la región Metropolitana y algunas ciudades de Chile. El proyecto también permite que cinco realizadores vengan a presentar sus películas, como también a dictar talleres formativos de carácter gratuito.

Es el caso de Omar Limbert Villarroel, productor, escritor y director boliviano que ha venido a presentar Norte estrecho, una película coral cuya voz principal es la de Jorge, un sesentón boliviano que trabaja arduamente en el estado de Washington, Estados Unidos, en su microempresa que ha denominado Contacto en vivo. El servicio que presta Jorge es de videoconferencias, permitiendo que inmigrantes como él puedan contactarse con sus seres queridos a través de televisores dispuestos en salitas privadas. Allí está la señora mexicana que trabaja arduamente como asesora del hogar en una opulenta residencia estadounidense para enviar a fin de mes los dólares que su hijo necesita para estudiar en la universidad en México. También el joven actor argentino que ha venido a probar suerte, quien solo ha logrado trabajar en un local de comida rápida haciendo burritos y cuya novia desde Buenos Aires lo espera desde hace un año. Los minutos que comparten frente a la pantalla les permiten acceder a una intimidad precaria e insuficiente que los tensiona y frustra. También está el joven padre que ha dejado a su hijita de nueve años en manos de una tía en Bolivia y ahora que se ha casado con una latina que tiene green card, como se llama el permiso de trabajo, y con esto podrá llevarla a Estados Unidos. Las realidades que se ven fuera de la pantalla completan las historias de sacrificio por alcanzar el sueño americano.

Omar Limbert esboza la precariedad de estas vidas que han decidido vivirse en un Norte estrecho, como el título de la película, demasiado estrecho que apenas les permite desarrollarse, que los maltrata, los rechaza. Así, un director boliviano ha hecho una película de vocación latinoamericana que nos toca a todos. Una producción que esta  Décima Muestra de Cine Iberoamericano le ha permitido exhibirse pero que claramente se le hace poco, cuando películas como éstas debieran pasar al circuito comercial y, por cierto, a nuestra televisión abierta.

Entonces volvemos a lo mismo, ¿cómo es posible que estas producciones sigan pasando por los márgenes de nuestra cultura? ¿Por qué estos trabajos que permiten acercarnos, conocernos y reconocernos como pueblos hermanos, deben ser exhibidos como cine de algunos, cuando están llamados a ser de todos? No solo el norte es estrecho, también las mentes de quienes tienen a su cargo las políticas públicas.





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