Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 20 de abril de 2024


Escritorio

Violeta

Natalia Fernández Díaz-Cabal

  Lunes 20 de junio 2016 10:07 hrs. 
natalia fernandez

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No. No voy a hablar de esa Violeta del sur, que vino al mundo en el Bío-Bío, y le cantó a la vida hasta que la vida le enseñó las fauces y la apagó para siempre. No. La Violeta de la que yo quiero hablar es del norte, de Coquimbo, se apellida Medina, nació en 1968, y vive al otro lado del Atlántico, en el corazón de Madrid, desde que descubrió que a su espíritu libre le convenía cambiar la desazonante verticalidad de la Cordillera por los infinitos cielos velazqueños que se extienden hasta la meseta castellana.  Así es como esta periodista y poeta llega a España, hace ya más de veinte años, para hacer un doctorado. A ella le gustaría más que dijera poeta y periodista, y con razón. Porque Violeta es ante todo una poeta de raza. Siempre acompañada de Gonzalo Rojas, su maestro, como subraya ella con esa tenacidad del agradecimiento y de quien sabe cuánta fortuna significa haber sido arropada por un demiurgo. Porque solo un demiurgo te dice que hace falta leer más Mistral y menos Neruda.

El cine chileno le debe mucho a Violeta, responsable de prensa y promotora. En la práctica, la que se encarga de “colocar”  las películas en las salas de proyección de toda España. Recuerda con estupor lo que le costó que se aceptara el premiadísimo documental de Patricio Guzmán “Nostalgia de la luz”. Tras un “no” rotundo de los principales cines, consiguió un pase único en la Cineteca de Madrid. Para ella se trataba de algo más que un documental. Tras un periodo en su vida de varios duelos consecutivos, aquel documental que mira a las estrellas como un alivio y a las arenas de Atacama con esperanza, le traía algo de sosiego a las grietas del adentro; al asomarse al cosmos, se relativizaba el alcance de las heridas. Me imagino su satisfacción en la sala tras la proyección. Habrá hablado locuazmente con los presentes, se habrá colocado su inseparable sombrero y se habrá difuminado en las sombras de la calle sin hacer ruido. Violeta es entonces Ultra-Violeta, la que habita esa parte del espectro electromagnético que no es visible para el ojo humano.

Es autora de varios poemarios -”Juegos de humedad”, “Penta Gramas”, “Vidrio en la piel” (una performance, que culmina con “Piel de vidrio”).

hasta la cintura próxima que envuelve con giros

que atrapan y muerden

todo en ti muerde

Me abres con la punta de tu obsidiana

En su poesía convive una cierta violencia con una celebración permanente de los sentidos: los olores se mastican, los colores se tocan, la piel se huele, los pétalos se oyen. Una sinestesia permanente.

¿cómo te envío un olor?

rosado

abierto en el medio

carnoso

¿cómo te envío la evidencia?

Y la provocación:

            me voy a dejar la barba

para ser

bien hembra…

Pero los poemas nunca se quedan muertos en el papel -habitual tumba de versos dolientes o jocosos-. Violeta escribe poesía y, en su sentido más genuino, la hace, la lleva al escenario, hace suyos los espacios, integra actores, provoca y alienta con imágenes…algo que nada tiene que ver con un recital al uso, quizá porque Violeta tampoco es una persona al uso y porque, como ella misma aclara, un recital de poesía no tiene por qué ser una ceremonia de pompas fúnebres…

El hogar de Violeta Medina es el mundo, donde va esparciendo, viva y palpitante, una palabra que se resiste a morir en las páginas de un poemario. Ha dejado su huella en España, en Siria, en Australia, en Chile, en Noruega, en Italia…Y sobre todo, en India -no en vano ha antologado a varios autores contemporáneos de ese país recogidos bajo el título  de “Pared de agua”-. Allá está ahora. Deseando que la poesía se haga diálogo para que todo tenga sentido. Porque de la poesía no se vive, está claro. Aún añade ella con sorna: “al poeta no lo espera nadie”. Bien cierto. La poesía no se espera: se celebra-. Y como la espera no existe Violeta se permite sus ritmos, se toma su tiempo y se mueve como un gato, ágil y lúdico, por el perímetro de la luz.

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