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Perder la inocencia


Miércoles 13 de julio 2016 9:26 hrs.


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Perder la inocencia parece ser un paso necesario.  Es abrirse a enfrentar la vida. Un avance indispensable en el crecimiento humano.  Sobre todo cuando se van superando las primeras etapas. Es el período en que esa pérdida a menudo resulta atractiva. Pero la inocencia también representa un estadio elevado. Indispensable en la visión que se debe mantener en ciertas acciones del colectivo. Es el candor, la sencillez. Aquello que genera fortaleza, confianzas en el grupo. Cuando eso se pierde en la sociedad, las consecuencias son devastadoras. Para que un conglomerado humano pueda subsistir, es indispensable la confianza.

Hoy, ningún estamento de la sociedad chilena se encuentra fuera de sospecha. Empezando por la política, que cada día aporta nuevos antecedentes nefastos.  Y de allí salpica a los distintos poderes del Estado, a las Fuerzas Armadas, a la empresa, a los más diversos componentes sociales.  La institucionalidad religiosa también hace aportes cuestionables y ésta, en materia de inocencia, resulta indispensable.

Los últimos acontecimientos que hemos conocido involucran a un general en retiro y a un ex dirigente sindical.  Juan Emilio Cheyre, ex comandante en jefe del Ejército (2002-2006), fue exhibido en su momento como el adalid del nuevo militar chileno.  Uno que no caería jamás en la barbarie que caracterizó a la dictadura del general Pinochet. Sus frases altisonantes de respaldo a la democracia abrieron las esperanzas.  Fue el general del “nunca más”. Un militar demócrata por excelencia.  Sin embargo, hoy pesa sobre él el cargo de complicidad en el asesinato de 15 militantes de izquierda, en 1973.

El diputado Iván Fuentes (independiente ligado a la Democracia Cristiana), líder de los pescadores artesanales del extremo Sur del país, es un admirable luchador sindical. Su verba encendida, su compromiso y entrega, lo transformaron en un personaje admirado.  No solo por sus pares, sino por muchos que querían escuchar una voz nueva que defendiera los intereses de los que carecen de poder para hacerse oír. Hoy se sabe, gracias a un reportaje periodístico, que su campaña parlamentaria fue financiada en buena parte por las grandes empresas pesqueras del Sur. Y también se ha conocido que detrás de diferentes organizaciones sociales está el financiamiento, parcial o total, de poderosas empresas de diferentes rubros.  En general, relacionados con el área en que las organizaciones sociales desarrollan su labor.

El caso de Fuentes es emblemático y sirve para explicar muchas actitudes. El dinero para su campaña parlamentaria fue logrado gracias a los oficios del senador demócrata cristiano Patricio Walker. Fue él quien ofreció a Fuentes los fondos que éste necesitaba. Y el dirigente sindical aceptó.

En su defensa, Fuentes ha dicho que jamás ha traicionado ni su manera de pensar ni menos a quienes representó como sindicalista y hoy como parlamentario. Y allí estarían las actas que atestiguan sus votaciones en el área de la pesca. Sin embargo, es justo preguntarse ¿Por qué, entonces, entregan dinero las empresas? Sobre todo que se trata de entidades cuyo fin no es la beneficencia.

Es posible que sean inversiones a largo plazo.  Una manera de mantener control sobre el Estado (y así de la sociedad).  Que éste no pueda manejarse con libertad en áreas que muy sensibles a sus intereses.  Y allí entra también el cuestionamiento al senador Walker. Porque siguiendo sus pasos uno llega a la conclusión de que todo lo que se ha descubierto respecto del financiamiento de la política, no es un aditamento.  Está en lo más profundo del sistema.  Un sistema que instauró la dictadura y que luego remozó y reafirmó la Concertación de Partidos por la Democracia.

Siendo así las cosas, es necesario reconocer la sinceridad del ex presidente Aylwin cuando dijo que la justicia se haría en la medida de lo posible.  Lo posible es lo que permite el poder económico. Claro que esa no era la finalidad para la que él había sido elegido.

Los presidentes que vinieron después de Aylwin no hicieron otra cosa que afianzar el modelo. Uno de ellos, Ricardo Lagos, hoy parece dispuesto a luchar por un nuevo mandato.

La pérdida de la inocencia deja muchas enseñanzas. Con lo que se ha aprendido en los últimos años, el electorado tendrá que decidir. Finalmente es él a quien pretenden representar. Y el voto es la única herramienta tiene para manifestarse. Por eso, en las actuales circunstancias, no votar no es inocencia, es definitivamente ingenuidad.