Los sueños del 2011 que se rompieron con la Reforma Educacional

A cinco años del primer hito del movimiento estudiantil del 2011, investigamos el desequilibrio entre las demandas de ese año y la reforma educacional presentada este año por el Gobierno de Michelle Bachelet. Complimiento de consignas y poca profundidad acusan estudiantes y expertos en la materia.

A cinco años del primer hito del movimiento estudiantil del 2011, investigamos el desequilibrio entre las demandas de ese año y la reforma educacional presentada este año por el Gobierno de Michelle Bachelet. Complimiento de consignas y poca profundidad acusan estudiantes y expertos en la materia.

Nataly Espinoza fue presidenta de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en 2011. Piensa que ese año se cambiaron para siempre una serie de elementos centrales. “A pesar de que el 2011 no lo planifica nadie – ninguna fuerza política prevé su incidencia en la desestabilización política que llegó a tener en el gobierno de Piñera – no es casualidad que éste se geste en un Chile consumido por las deudas”, señala.

Espinoza explica que el movimiento estudiantil supo utilizar muy bien la visibilización de tres elementos. El descontento con la institucionalidad, donde la iglesia, la policía, el gobierno y parlamento son espacios con valoración negativa. Su desaprobación se encontraba en los niveles más bajos en años.

Un segundo punto sería el ingreso de un nuevo actor a la movilización estudiantil: los estudiantes de universidades privadas representan a los sectores medios bajos de la sociedad chilena, son aquellos que deben trabajar para estudiar y endeudarse a la vez. Estos datos no son nuevos, lo nuevo es que los estudiantes de privadas representan el 70 por ciento del total universitario. La UCEN como principal actor en combatir el lucro en la educación habría sido  un hito inspirador para toda la revuelta estudiantil de ese año.

El tercer punto sería, a juicio de la ex dirigente, que el conflicto ingresa a los hogares, lo que convierte los agentes de acción, en el entendido de que los movilizados son los hijos del Crédito con Aval del Estado y otros fondos crediticios utilizados para el acceso a la educación. El problema educativo ya no era algo propio del estudiante sino de una familia completa que había postergado sus necesidades por aportar a un proyecto educativo “que ya no es individual sino colectivo”, señala.

“El alejamiento de la sociedad sobre las decisiones del país se volvió cada vez más insostenible. Fue el momento en que el canal del Congreso alcanza altos puntos de rating cuando los dirigentes de la Confech debaten con los parlamentarios es un momento que pasa a la historia. Los televidentes exigieron a los canales no cortar a los estudiantes cuando se toman un canal, se envían cartas a los periódicos apoyando las demandas estudiantiles, los trabajadores dando aliento a las movilizaciones, los cacerolazos, las redes sociales. Los estudiantes han abierto espacios de participación que la transición no pudo en 20 años, existe una manera de decir que estoy de acuerdo o en desacuerdo con un tema país”, señala Nataly Espinoza.

14 de Mayo del 2015/SANTIAGO Profesores y Estudiantes se reúnen en plaza italia para dar inicio a la “Marcha Nacional por la Educación”, convocada por el Colegio de Profesores y la Confech, que recorrera la alameda hasta llegar a echaurren. Foto:PABLO ROJAS/AGENCIAUNO

El mítico 4 de agosto 

El 4 de agosto de 2011 fue una jornada clave en el movimiento estudiantil que marcó ese año y que cambiaría el rumbo de la discusión sobre educación en Chile para siempre. Ese día, los estudiantes emplazaron al gobierno a entregar una nueva propuesta que destrabara el conflicto y diera cumplimiento a las demandas de los estudiantes movilizados.

El gobierno indignado ante la convocatoria a dos marchas , denegó los permisos y envió amenazas por los canales de televisión. Amenazas que se concretaron en una actitud particularmente violenta de la policía que terminó con 874 personas detenidas.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos diría posteriormente que ese día el Estado de Chile restringió derechos fundamentales como el de expresión, reunión y manifestación. Esa noche, se convocó públicamente al primer cacerolazo de Chile desde el retorno a la democracia, y las ollas del país completo sonaron en repudio ante la violencia de la policía.

Las demandas que movilizaron a cientos de miles de estudiantes eran sencillas: educación gratuita, de calidad, mejorías en el acceso y fin al lucro.

A 5 años de las movilizaciones estudiantiles del 2011, el Gobierno de Michelle Bachelet ha presentado una reforma que, desde el ejecutivo, da cumplimiento a la demanda de la gratuidad que fuera, por cierto, una de sus promesas de campaña.

Marta Matamala, ex vocera de la Confederación de Estudiantes de Chile, comparó los sueños y las demandas del 2011 con la actual respuesta institucional.

“Creíamos que tenía que existir la educación gratuita, pero ampliando la parte estatal. Fortaleciendo y haciéndose cargo de las instituciones que ya existían. Si uno compara esas demandas con la propuestas que tiene hoy día el gobierno, que es otorgar becas arancelarias, se ajusta a un porcentaje de la población que va a ir en aumento, es como ir convirtiendo el papel y el rol del Estado como garante de la educación de todos los chilenos, simplemente como una especie de estado subsidiario que va a hacerse cargo de un porcentaje simplemente de las personas que puedan y que logren pasar todas las barreras que implica llegar a la educación superior”.

Lucro Educación

Territorializar los conflictos sociales

La posibilidad de tomar una idea, una consigna y otorgarle un nuevo significado, adecuado a los propios intereses es la forma que se define la idea de territorialización. Este fenómeno entonces, tomar la consigna y reasignarle un valor dentro de la estructura del sistema, es uno de los elementos claves que parecen describir lo que ocurre con la reforma.

“Este modelo tiene una capacidad de regenerarse y corregirse dentro de sus propios parámetros. Es un modelo que tiene una capacidad de absorción y de cooptación de críticas y de movimientos contestatarios. Por ejemplo, la gratuidad universal en un contexto de un modelo en el cual el 15 por ciento de la matrícula es pública en el caso de las Universidades, si tu aplicas hoy día la educación gratuidad universal, tu paradojalmente consolidas el actual sistema privatizado”, señala Ernesto Águila, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades y director del Departamento de Estudios Pedagógicos (DEP) de la Universidad de Chile.

La idea de cambiar la educación, fue tomado como una punta de lanza para que los estudiantes del 2011 pudieran cuestionar, no solo la educación que estaban recibiendo, el modelo de lucro y las instituciones, sino que también era percibida como un puntal, como el primer paso en cambiar la sociedad completa.

Mario Sobarzo, investigador del Observatorio Chileno de Políticas Educativas, explica que cambiar la educación no la una solución intrínseca al problema de los conflictos sociales, sino que responde a una forma estructural de entender la relación entre política, economía y otros dispositivos.

“La educación es siempre correlacional, siempre es bastante semejante al sistema social que tiene. La educación es un subsistema del sistema social. Entonces no se trata aquí de cambiar la sociedad sólo a partir de cambiar la educación. Lo que si fue la movilización estudiantil la que despertó justamente a la gente y la hizo movilizarse para pelear por otros temas que también son relevantes con respecto al nivel social. En ese sentido ese subsistema social logró permear a la sociedad para que peleara por elementos profundos, estructurales que son los que hoy día están en cuestión como las AFP, por citar un ejemplo”.

Tal y como señalaba Mario Sobarzo, parece ser que la naturaleza de las condiciones de reproducción del capital impidieran estructuralmente que el sistema acogiera la profundad de las demandas y realizara cambios estructurales.

Pese a esto, la movilización habría servido para incentivar una actitud crítica respecto al sistema y a las opresiones cotidianas, que nos permitiría actualmente, preocuparnos de otras luchas, de otras causas, que unidas podrían atacar el corazón de las dinámicas de explotación actuales.

“Ese año el movimiento estudiantil se convirtió en un actor principal entendiendo que la radicalidad de su fuerza está determinada por la masividad que ésta pueda tener. Además, su capacidad de convocar se juega en su autonomía de aquellos que quieren cambiarlo todo para no cambiarlo nada. Sus demandas como más participación y educación gratuita para todas las capas sociales son banderas que llaman al sentido común. Se sueña a sí misma como un interlocutor válido para proponer nuevas formas de relacionarnos y de construir un proyecto país”, finalizó Nataly Espinoza.





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