Economía chilena: Hacia el desastre institucional

Sin posibilidades de políticas contra cíclicas protagonizadas por un Estado que no tiene “un puto peso”, trabajadores temerosos de perder el empleo, por lo que reducen su demanda; empresarios sin la decisión confiar y arriesgar en los muchos proyectos de infraestructura que podrían mejorar la productividad nacional, pareciera que todos estuviéramos colaborando al unísono a que, muy luego, caigamos realmente en “recesión técnica”, paso penúltimo para un desorden social que materialice la profecía autocumplida, últimamente tan repetida: el verdadero desastre institucional.

Sin posibilidades de políticas contra cíclicas protagonizadas por un Estado que no tiene “un puto peso”, trabajadores temerosos de perder el empleo, por lo que reducen su demanda; empresarios sin la decisión confiar y arriesgar en los muchos proyectos de infraestructura que podrían mejorar la productividad nacional, pareciera que todos estuviéramos colaborando al unísono a que, muy luego, caigamos realmente en “recesión técnica”, paso penúltimo para un desorden social que materialice la profecía autocumplida, últimamente tan repetida: el verdadero desastre institucional.

Los envíos mineros caen a menos del 50% del total de las exportaciones chilenas, Moody’s, BBVA y economistas como Jorge Desormeaux, Ricardo Ffrench Davis y otros afirman que el país se estancó o está al borde de caer en una “recesión técnica” y, debido a la presunción del mercado que la FED aumentará en cualquier momento de septiembre la tasa de interés en EE.UU., el cobre se derrumba en Londres a niveles cercanos al piso sicológico de US$ 2 la libra, mientras Codelco realiza esfuerzos gigantescos en sus divisiones para reducir el costo de producción del metal rojo y ajustarse al valor promedio de largo plazo situado en dicho monto.

Malas noticias que, además, llegan en momentos en los que diversos actores sociales y políticos forcejean por aumentar el Presupuesto Nacional 2017 destinado el pilar solidario -que no para cambiar el modelo de capitalización individual por uno mixto o de reparto intergeneracional- que corrija las malas pensiones actuales; o para mejorar la indigna situación de miles de niños en situación irregular que mal atiende el Servicio Nacional de Menores; o pagar las cuantiosas deudas de salud y optimizar los deficientes servicios estatales en esta materia; o para avanzar en la gratuidad universitaria y eliminación del CAE; o capitalizar Codelco o al Transantiago y una muy larga lista adicional.

Mientras, la más reciente encuesta del INE revela que ya se esfumaron 23 mil puestos de trabajo y que la desocupación y empleos por cuenta propia aumentaron a máximos desde 2011, al tiempo que recientes encuestas (Cadem) reflejan que más del 70% de los entrevistados opina que el empleo va “mal o muy mal”. El Banco Central, por su parte, recorta la proyección de crecimiento para 2016 y 2017, por lo que descarta subir las tasas por los siguientes dos años, en un entorno en que, empero, cae la inflación a cero en agosto y a 3,4% en 12 meses y las remuneraciones suben promedio en 12 meses 5,4% (ICMO). Pero, igual, los supermercados anuncian el cierre de 40 salas de venta a julio pasado, por razones de seguridad ciudadana, otro tema respecto del cual la ciudadanía pide “más lucas” para incrementarla.

El Ministro de Hacienda, en todo caso, lucha por los equilibrios fiscales que nos mantengan como “país serio” y tener acceso fácil y barato al financiamiento cuando se requiera y, en su esfuerzo, logra identificar al menos US$ 5 mil millones que podrían ser reasignados desde programas de mal desempeño hacia otros más eficientes y requeridos -como los de la lista anterior-, al tiempo que la campaña No+AFP consigue que más de 516 mil cotizantes hayan trasladado sus ahorros al Fondo E, impulsando así un mejor desempeño de los bonos corporativos, gracias a su mayor demanda, mientras, los resultados a julio de la Super de AFP, indican que “todos los fondos sumaron ganancias en los últimos dos meses”, no obstante que el Imacec de julio marcó un pobre 0,5%, el peor en 24 meses y Felipe Larraín advierte que, si el 5% de mayor cotización que aportarían las empresas para mejorar las pensiones se destinara al pilar solidario y no a las cuentas individuales, se producirá la pérdida de unos 120 mil empleos, aunque hasta The Economist haya dicho que la propuesta del Gobierno podría dar “una nuevo aire a las AFP”.

Es cierto que las señales económicas en Chile y el mundo no son alentadoras: Ecuador se ha visto obligado a iniciar la explotación del sitio ITT en plena reserva ecológica amazónica; la presidenta de Brasil es destituida por su parlamento por “peinar” el Presupuesto para poder gastar más; Europa no logra repuntar su economía, mantiene sus altos niveles de deuda y las tasas de interés en cero, desestimulando el ahorro, pero también la demanda, ante los aún elevados guarismos de desocupación; el Reino Unido, junto con despedirse del viejo continente, levanta un muro de cuatro metros para frenar a inmigrantes y en Alemania ganan elecciones sectores de ultraderecha nacionalista y populista, mientras España no logra conformar Gobierno. En EE.UU. por su parte, el candidato populista acorta distancia de la candidata del establishment, mientras China no consigue levantar la nariz del avión cuando intenta su drástico cambio de modelo desde una economía exportadora, a una de mayor consumo interno.

Así las cosas, Chile está enfrentado a unas muy duras y excepcionales presiones que provienen tanto desde un ambiente internacional difícil y complejo -que es por lo que caen tan bruscamente sus exportaciones en más de US$ 10 mil millones este año- al tiempo que el pesimismo del empresariado interno -que dura ya más de 24 meses- y la poca disposición al diálogo entre las fuerzas políticas, más preocupadas de sus posiciones de poder que de la situación real, ayudan a obstruir soluciones, sea por tozudez ideológica o por defensa ad absurdum de los propios intereses, incapacitados así para negociar, pues “negociar” es “repugnante”.

Sin posibilidades de políticas contra cíclicas protagonizadas por un Estado que no tiene “un puto peso”, trabajadores temerosos de perder el empleo, por lo que reducen su demanda; empresarios sin la decisión confiar y arriesgar en los muchos proyectos de infraestructura que podrían mejorar la productividad nacional y el ánimo laboral e inversor, así como movimientos sociales y ciudadanos sin la debida conducción política de largo plazo o liderados por dirigentes sin más combustible que el de sus propios intereses y capacidades, pareciera que todos estuviéramos colaborando al unísono a que, muy luego, caigamos realmente en “recesión técnica”, paso penúltimo para un desorden social que materialice la profecía autocumplida, últimamente tan repetida: el verdadero desastre institucional.





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