“Disculpe, pero nos están matando”, fue el mensaje que miles de mujeres manifestaron el pasado miércoles 19 de octubre en distintas ciudades de América Latina. #NiUnaMenos fue una jornada de protesta que buscó visibilizar la violencia género y, sobre todo, concientizar sobre los cambios culturales que se deben asumir para terminar con la sociedad sexista.
Ese mismo día se sumaron a los casos de Nábila Rifo, Florencia Aguirre y Lucía Pérez, el femicidio de Deolinda Tropán, de 41 años, en Mendoza y de Claudia Emperatriz, de 42 años, apuñalada por su pareja en Tucumán, además del secuestro y violación de una joven de 19 años en Mar del Plata.
“Una mujer muere cada 31 horas en Argentina por violencia machista”, comentó Valeria Avenali, integrante del Instituto Municipal de la Mujer de Rosario, al detallar el contexto de alta vulneración que enfrentan en ese país.
“En lo que va de octubre han habido 19 femicidios en el país, alcanzando 276 en todo el año. Son números realmente escalofriantes porque significa que durante este mes una mujer ha muerto cada 26 horas”, precisó.
Bajo este contexto, las organizaciones apelan a la autoformación de las mujeres para que identifiquen aquella violencia no explícita, traducida, por ejemplo, en estereotipos o prejuicios sociales.
La profesora aymara Lucinda Mamami profundizó en su experiencia en la elaboración de material radial contra la violencia hacia la mujer en la comunidad de Pucarani, en La Paz, Bolivia. En ´Mujer hablemos de nuestros derechos “se busca sensibilizar a toda la comunidad”.
Pobres e inmigrantes son las más afectadas
La desigualdad de género opera bajo estereotipos sociales y de clase. En medio de este escenario, el panorama es mucho más complejo para una mujer inmigrante y pobre porque los medios masivos de comunicación muchas veces la asocian al comercio sexual o al narcotráfico, comentó Andrea Hernández, integrante de un colectivo de mujeres colombianas residentes en Chile. “Pasa mucho con las extranjeras a las que matan porque las asocian al narcotráfico y sus casos quedan en la impunidad”, destacó.
Manifestarse por los derechos de las mujeres es también rechazar una violencia ejercida por el Estado que, en distintos planos, no ha garantizado las condiciones para su pleno ejercicio. Para la presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri) Mónica Hormázabal, esto se refleja en el despojo de sus tierras y en los impedimentos para preservar sus soberanía alimentaria.
“La violencia desde el Estado ha sido muy fuerte para las mujeres campesinas, por ejemplo siguen teniendo el control de la tierra en pocas manos, se entregan a empresarios, y día a día se nos dificulta la producción de alimentos y la vida en nuestros territorios”, manifestó.
Los distintos relatos de mujeres que han sufrido acoso callejero, laboral, por parte de familiares y de sus parejas también fueron ampliamente difundidos por redes sociales, en el marco de estas manifestaciones. A través de esta plataforma también se dio paso a un debate donde muchos colectivos de mujeres señalaron que “muchas veces se trata mal el concepto de feminismo y, en general, retrocedemos como sociedad cuando se entrega una visión torcida de un concepto que busca la igualdad de género y defender el derecho de cada mujer”.