La película “Talentos Ocultos” ha sido toda una sorpresa en la taquilla norteamericana. Lleva más de 130 millones de dólares recaudados y en sus primeras dos semanas en cartelera superó a grandes producciones del momento como “Rouge One”. Toda una hazaña para una película basada en hechos reales y protagonizada por mujeres.
La gracia de “Talentos Ocultos” –“Hidden Figures” en inglés, con un lindo guiño a las matemáticas- se sostiene en lo extraordinario de estas mujeres. Tres afroamericanas que trabajaron en la Nasa desde la década de los cincuenta y que enfrentaron todos los prejuicios de raza y género que reinaban en el Estados Unidos de la época, y que eran aún más profundos al interior de una organización que –como casi todas las relativas a las ciencias, la ingeniería y la tecnología- es considerada territorio de varones.
Nominada a tres premios Oscar –Mejor Película, Mejor Guión Adaptado, Mejor Actriz Secundaria- la cinta ya ha recibido una serie de reconocimientos sobre todo para su elenco, entre ellos el del Sindicato de Actores. El trabajo en conjunto del trío de actrices protagónicas -Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe- es impecable y equilibrado. Hay acá un gran trabajo en la dirección de actores para ir definiendo con precisión los momentos en que manifestar la calma tenaz y el apasionamiento de estas mujeres que fueron pioneras en un lugar que no estaba preparado para ellas.
La película instala a sus protagonistas en medio de dos luchas que fueron centrales para la historia de Estados Unidos del siglo XX. Por un lado la carrera espacial en plena Guerra Fría y por otro los movimientos de reivindicación de los derechos de la población negra. En ese contexto estas tres mujeres ponen sus brillantes mentes y su determinación a disposición de un organismo que inicialmente ni las ve ni las valora. Y aunque la película –como casi toda biopic- se toma varias licencias respecto a la temporalidad de los hechos, efectivamente estos hechos si ocurrieron y no deja de conmover al espectador la cantidad de barreras que estas mujeres debieron superar para hacer historia.
La película está eficientemente construida para enfrentar al espectador a ese momento y a esas luchas. Y aunque ha pasado más de medio siglo de los hechos que relata este filme, y aunque se pueda pensar que hay muchísimo en lo que se ha avanzado, las ciencias duras siguen siendo un lugar hostil para las mujeres. Los prejuicios siguen haciendo que nuestras adolescentes, que cuando niñas eran tan buenas como sus compañeros en matemáticas, saquen luego menores puntajes en todas las pruebas de medición. Es en el momento en que las niñas deben transformarse en “señoritas” en que comienzan a dudar tanto de su capacidad como del lugar que el mundo tiene destinado para ellas. Desde padres, hasta maestros y comunicadores, gran parte de nuestra sociedad sigue insistiendo que hay carreras y áreas de desempeño que son definidas por lo que uno tiene entre las piernas y no por las posibilidades de su cabeza.
Esta película es un aporte en el sentido de honrar a mujeres notables que fueron capaces de permitir que sus mentes brillaran contra todo, pero nos deja la pregunta sobre la cantidad tremenda de talentos que se perdieron –y lo siguen haciendo- por estar escondidos detrás de los prejuicios que dictan que es lo que puede y no puede hacer una mujer.