Falta de coordinación en el trabajo territorial; desconsideración de los parlamentarios en el diseño de campaña; profesionalización y urgentes ajustes en el comando, son algunos de los reclamos de los parlamentarios de la Democracia Cristiana a la campaña de Carolina Goic.
Las críticas se iniciaron en el propio bando de la Senadora. Fue el diputado Fuad Chahín, uno de sus cercanos colaboradores, quien sancionó el actual del equipo de campaña, salvaguardando la figura de la candidata.
En conversación con La Tercera, el parlamentario alegó el rol de Alberto Larraín, Jorge Pereira y María Laura España, cercanos consejeros de Goic que impulsarían decisiones contraviniendo las tomadas, por ejemplo, por los propios diputados.
Otro de los focos de críticas era la figura de Pablo Badenier. El ex ministro, que en marzo asumió la coordinación general de la campaña, era públicamente cuestionado por militantes DC. Se lo acusó de estar poco empoderado en su cargo, de no mantenerse en la primera línea de las acciones del comando, también de sucumbir ante los amigos de Carolina Goic, razones que fueron sumando malestar en la interna partidaria y desazón en el propio involucrado, quien había reconocido sentirse sin poder frente al equipo que dirigía.
Así y luego de casi tres meses de ejercicio, abandonó la candidatura. La renuncia la habría presentado este martes, abriendo nuevas cicatrices a un camino a La Moneda al que se le siguen sumando obstáculos.
El 2.1 de la discordia
Nadie en la DC esperaba muy ansioso el resultado de la encuesta CEP. Se sabía que el escenario no sería favorable para Carolina Goic, por eso, semanas antes de publicarse el estudio, había voces que aseguraban que de no despegar, había que finalizar el arrebato presidencial de la Democracia Cristiana. Uno de ellos era el senador Jorge Pizarro.
Contra toda crítica, la senadora por Magallanes declaraba que por ningún motivo abandonaría la lucha. Horas antes de conocer los números de la encuesta, insistía en que las encuestas no pautearían su futuro político.
Pese a la porfía, el 2.1 por ciento obtenido en la medición presidencial caló hondo en las huestes demócrata cristianas. Nadie quiere revivir el bochorno de Claudio Orrego en 2013, antesala del papel de segunda línea que jugó la DC en este Gobierno.
Desde ahí se han elevado los cuestionamientos. La primera crítica apunta a la decisión del camino propio emprendido en abril. Los más preocupados son los militantes que aspiran a un cupo parlamentario: la división con el resto de la Nueva Mayoría no les conviene electoralmente, por eso, se ha visto activamente a Matías Walker trabajar para que (por las buenas o por las malas) se los sume a una lista parlamentaria única con el resto de los partidos, todos los que apoyan al senador Guillier.
La falta de calle
Mientras el resto de los candidatos a La Moneda definen sus estrategias territoriales, los críticos de la campaña de Goic miran con temor el resultado del ejercicio interno.
Así, y en contraste con el júbilo con el que la propia candidata y Jorge Burgos miran el ingreso de algunos laguistas como Karen Poniachik, José Joaquín Brunner y Vivianne Blanlot a la campaña, expresan su disconformidad por la carencia de voces territoriales en el armado de su equipo.
Entre las exigencias impuestas por el grupo de diputados falangistas estaba la incorporación de nuevas caras en el equipo. Ahora, con la salida de Badenier queda un cupo disponible, el que podría ser ocupado por alguien que sirviera para aplacar la crítica, o bien, los distanciara aun más.