Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


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Carta a esos de Punta Peuco


Viernes 30 de junio 2017 7:54 hrs.


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Señor Director:

El himno patrio que les dedica a ustedes una estrofa entera no es verdad. No son valientes soldados, todo lo contrario. Deben de saber que justamente uno de los autores de la canción nacional fue un actor determinante en los inicios de la Sociedad de la Igualdad junto a Francisco Bilbao y Santiago Arcos, ojalá lo entiendan.

Los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas en la historia de Chile han sido recurrentes y causado profundo dolor entre las miles de víctimas. Sus antepasados uniformados mataron a hombres, mujeres y niños en la Escuela Santa María, existió la masacre de Ranquil, o La Coruña, allí en esos lugares cayeron chilenos pobres, fue el hambre lo que los llevó a salir a la calle para pedir derechos, algo más de dinero y trato humano. Ningún uniformado pagó con la cárcel tantos muertos provocados en esas matanzas, ustedes siempre han contado con la impunidad como aliado para sus conductas de criminalidad desbordante. Esperan pacientes que les llegue la hora para pagar los favores de los que se dicen los dueños de la patria. Ustedes, uniformes en permanente oferta y a precio de liquidación, no deberían saludar la bandera con la mano en la visera de la gorra, sino con la mano estirada.

Ustedes estuvieron desde 1973 hasta 1990 controlando un país llamado Chile y haciendo lo que la CIA y los grupos económicos chilenos le pidieron. Le entregaron la patria a una universidad norteamericana para que experimentara un modelo económico que significa hambre, millones de personas en la pobreza y una violenta desigualdad. La entrega de casi todos los recursos naturales a depredadores sin salvaguardar estos recursos para el futuro de nuevas generaciones. Estos motivos ya son suficientes para que hayan sido llevados frente a un tribunal y rendir cuentas por sus actos de traición a la patria.

El 11 de septiembre de 1973, fecha que marcha un Chile antes y el Chile del después, ustedes lo convirtieron en un lugar para asesinar y hacer desaparecer a miles de chilenos que ustedes los consideraban enemigos de la patria, supuestamente vendidos al comunismo internacional. Como uniformados usaron la violencia como método de exterminio, así mataron a campesinos, estudiantes, artistas y pobladores, trabajadores, hombres y mujeres. A ninguno le dieron la posibilidad de una legítima defensa, todo lo contrario, lo acusaron obteniendo confesiones arrancadas bajo tortura, el más abominable de los delitos contra la dignidad humana practicado por ustedes.

Sus compañeros de armas no dudaron en sacar a presos políticos que se encontraban cumpliendo condena en las prisiones para que sean fusilados por antojo y orden de su comandante en jefe, al que se le encontraron pruebas irrefutables de haber robado dinero fiscal, y que fue llevado en cureña con lápida de delincuente. Arellano Stark murió con los zapatos mojados y amparado por una supuesta demencia senil. Fernández Larios se entregó al FBI… así son ustedes.

Ustedes, los que están en Punta Peuco son uniformados mentirosos y cobardes. Llegaron temblando a los tribunales para negarlo todo, para decir que no se acordaban de lo sucedido por el paso de los años. Los familiares de las víctimas y Chile si conocen todo y cada uno de los detalles de su política de exterminio, para eso está el Informe Rettig y Valech, esos escriben la historia, no la de falsas batallas ganadas con lenguaje mercurial con el amparo de los agentes del Estado en su práctica de terrorismo.

Es de público conocimiento que ustedes reciben millonarias pensiones y conservan sus grados militares a pesar de estar cumpliendo condena dictadas por la justicia. Eso deben agradecerlo a Pinochet que fue quien negoció con la concertación un poco antes que ustedes abandonaran la casa de los presidentes. Nadie espera que renuncien a estas granjerías fiscales, son ese segmento que vive como menos dignidad que un pordiosero en las puertas de una iglesia.

No muchas cosas han cambiado desde 1990 hasta los tiempos actuales, pero hay un hecho que estableció una gran victoria, una justa batalla ganada contra la impunidad y la amnistía. Más de un año detenido en Londres permaneció su capitán general y en Chile sus acólitos como lloronas pidiendo clemencia y ayuda, gastaban las perlas del rosario. El mundo se encargó de aumentar el listado de dictadores y asesinos en el largo recorrido del tiempo en la historia de la humanidad. Hasta allí les duró esa foto de pantalones blancos bien planchados.

Los que fueron agredidos de forma violenta, a los que ustedes les mataron a sus hijos, padres, hermanos y amigos durante años pidieron justicia. Es verdad que hay sobradas razones para que los militares fueran llevados a la plaza pública y allí mismo se diera el cúmplase de la condena. Pero eso que podría haber sido justo no es correcto, aún ustedes miserables, la bestialidad abominable ejercida nunca antes conocida, aún así, se merecía que sus mentiras tuvieran su espacio en un folio procesal para fortalecer la verdad y la razón de todo un pueblo agredido y violentado.

El lugar en el que se encuentran actualmente es el indicado. Los delitos se pagan con la prisión. Deben agradecer a la concertación, a Ricardo Lagos y Eduardo Frei, los que hacen que vivan en condiciones que deberían tener también violadores, pederastas y narcotraficantes porque ese es el nivel de ustedes con sus pares que se encuentran en todas las cárceles chilenas.

Los que esperamos volver para terminar lo que ustedes nos robaron, nos sentimos pagados con saber que ninguna calle llevará sus nombres, ni una población en un pueblo sencillo, y que nunca un maestro de alguna escuela rural contará la verdad que ustedes niegan y que los hace militares traidores y mediocres.

Nos alegra que no los veremos en ninguna estatua saludada por niños en ninguna fiesta de la patria. Para nosotros el día 11 de septiembre es una fecha para pensar de cómo hacer mucho mejor la tarea inconclusa con la historia, esa causa pendiente que estamos ciertos volveremos a colocar en este país esperanzado, para responder a la dignidad de millones de hombres y mujeres, que trabajan para escribirla en el muro de los tiempos y nuestra anhelada nueva historia.

Qué buen lugar habitan por estos días para llegar lentamente a esa hora que esperamos… ansiosos.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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