Felipe Berríos, desde Antofagasta, parece estar siempre ocupado. Su rol como sacerdote dentro del campamento La Chimba es de verdadera relevancia, aunque esa afirmación debe hacerlo sentir incómodo. “Perdón por no contestar antes, pero estaba en una asamblea”, dice apenas contesta el teléfono. A pesar de eso se toma su tiempo y habla con calma y de forma pausada sobre la realidad política y social del país.
El ministerio de Desarrollo Social publicó un Atlas de Acción Social en el que señalaba que en Chile hay más de 518 mil hogares que viven en condiciones de hacinamiento. ¿Qué evaluación hace usted de un país cuyo discurso se enfoca en alcanzar el desarrollo prontamente, pero que sigue teniendo problemas como este?
Cuando fue una graduación del Centro de Formación de La Chimba, cuando me tocó hablar, dije que a veces cuando uno levanta una bolsa de basura que está llena, se desfonda. Levantar la bolsa significaría desarrollar un país, pero un país no se desarrolla si tú solamente tratas el crecimiento económico, eso es levantar la bolsa. Para hablar de desarrollo es necesario no solo hablar de crecimiento económico, sino también poner la mano en el fondo, ayudar a los que se han ido quedando atrás por bajos salarios, mala educación… A veces confundimos desarrollo con crecimiento económico. Es imposible un desarrollo sin crecimiento económico, pero no solo es eso. Hace falta cultura, arte, ciencia. Hace falta poner la mano en la base de la bolsa para que no se desfonde.
Cuando usted dice que a veces priorizamos el desarrollo económico por sobre todas las cosas, ¿a qué se refiere con ese primera persona plural? ¿Políticos, ciudadanos..?
En general en el mundo hoy se ha optado por una economía de mercado. Le damos carácter humano. “Hoy día el mercado respondió”, “el mercado amaneció nervioso”, como si tuviera vida propia. Nos vamos fijando en los índices económicos, que son importantes, pero no es lo único. Tiene que ir acompañado de otras cosas, en ese defecto hemos caído todos. Poner como sinónimo crecimiento económico y desarrollo. De hecho ahora ha habido otros índices que se han preocupado de la felicidad, porque se dan cuenta de que no basta con puro crecimiento económico.
¿Cómo llegamos a convertirnos en seres que valoran más el desarrollo económico que cualquier otro aspecto más humano?
Al final de la Guerra Fría, cuando cae el Muro de Berlín y se adopta un sistema global, se cae en ese lenguaje. Tiene que haber un equilibrio. No podemos abandonar la parte del crecimiento, que haya trabajo para la gente, que puedan tener salud y educación cubierta, pero no basta con eso. Hay que invertir en mayor cultura. Somos más ricos en Chile económicamente pero culturalmente nos hemos empobrecido.
Usted mencionada estos índices que miden aspectos no netamente económicos. ¿En Chile el discurso político está en esa sintonía o se queda en el pasado?
Me ha llamado la atención la agresividad que hay en el discurso político en el país. Tal vez es una agresividad que responde a que la sociedad de consumo nos ofrece una felicidad que se compra, y cuando uno compra en productos esa felicidad no nos satisface. Nos deja vacíos y eso crea rabia. Nos va creando cada vez expectativas más altas, que nos obligan a endeudarnos para tratar de llegar a esas expectativas. Se ha proyectado en esta campaña una agresividad muy grande. Yo noto que hace falta un sueño de país, un proyecto. Qué es lo que nos gustaría hacer como país, qué estamos dispuestos a renunciar para ese sueño, qué privilegio estoy dispuesto a compartir.
¿Esa incertidumbre de proyectos políticos, de sueño, viene de todos los sectores?
Yo creo que viene de ambos lados. Ahora hay un tercer actor, que fue el Frente Amplio (FA), que propuso un sueño, pero todavía no termina de madurar. Se anduvieron enredando al final. Nos falta como país un proyecto país en el que yo pueda decir “¿estás dispuesto a postergar ciertos privilegios, a renunciar a ciertos derechos, o posponerlos?”. Todos queremos todo para nosotros, al final así no nos vamos a desarrollar íntegramente. Se nos van a quedar atrás los más débiles.
Eso del sueño, que usted menciona, ¿no siente que el FA lo lleva de forma más genuina?
Claro, pero todavía les falta unidad. Les falta consolidarse como partido. Todavía está creciendo, no podemos exigirle tanto. Se ve que hay algo nuevo que surge en el FA que me parece muy interesante, como también veo que están surgiendo en la misma derecha y en la Nueva Mayoría, donde empiezan a surgir nuevos grupos. Nos hemos quedado demasiado en el poder por el poder y hemos perdido el sueño. Demasiado whiskysito, demasiado Cachagua y nos hemos ido alejando de los sueños.
¿Es poco aterrizada la élite política chilena con la realidad que viven las personas?
Se ha ido como diluyendo el ideal. Si yo me meto en el área pública no es para ganar plata, es para servir al país, es porque tengo un sueño de sociedad que quiero cumplir. Tengo que tratar de ser lo más consecuente con ese sueño de sociedad.
¿No siente que la derecha tiene un sueño bien configurado y que ha sido consecuente a la hora de buscarlo?
Yo no sé si un sueño… Tal vez en estos grupos nuevos, como Evópoli, se ve más como un ideal. No puede ser solamente detener la delincuencia y el crecimiento económico. Tiene que haber algo más.
Manuel José Ossandón patentó el concepto de la “derecha social”. ¿Existe una “derecha social”? ¿Es posible que exista?
Él ha tocado una tecla que es interesante. Hasta el momento el discurso estaba demasiado basado en el crecimiento económico, que como te digo es necesario, pero hay otras cosas, que es lo que al parecer defiende Manuel José Ossandón. Todas estas cosas al final, para que no sean ayuda de beneficencia, tienen que tener una ideología detrás, que mire el país en su conjunto, hacia dónde apuntamos como sociedad. Ahí yo creo que nos falta. Mi sensación es que no lo tiene la derecha, no lo tiene el centro y lo ha perdido la izquierda.
¿Entonces, a su juicio, no son excluyentes los principios que promueve la derecha -una defensa al sistema neoliberal-, con un enfoque social profundo?
Aquí estamos en dos tensiones. Una tensión es que algunos desconocen el pecado original y creemos que todos los seres humanos sin incentivos vamos a trabajar igual y vamos a ser generosos de por sí. Hay otros que se aprovechan del pecado original, del deseo que tenemos de competir, de arrasar con el otro, de asegurarme a mí mismo, de centrarme en mí. Esas son las dos tensiones. Yo cada vez creo menos en esas declaraciones abstractas, no solo en la política, sino que cuando alguien me dice que es católico, que es evangélico, que es judío… A mí me gustaría ver cómo lo aplica en la práctica, ahí es cuando uno demuestra en el Dios en el que cree. Todos esos proyectos sociales, apoyos a la clase media… Yo quiero ver en la práctica cómo se traducen.
¿Le cree usted a los candidatos presidenciales de hoy?
Yo les tengo buena a todos los que son capaces de meterse en un proyecto político y ser candidatos. Los voy a apoyar siempre. Yo creo en la democracia, con todos los defectos que tenga, creo que es la mejor manera. La alternancia y la voz del pueblo que escoge a sus líderes es la mejor manera que hasta el momento tenemos de organizarnos. Yo creo que los candidatos son un poco el espejo de lo que somos como sociedad. Nos conformamos con que nuestros hijos tengan más, que tenga más puntaje, no nos convence mucho forzarlo para que sea mejor persona.
Usted dice que los candidatos son un reflejo de la carencia de sueños…
Que son un reflejo de la sociedad, sí. Entonces a veces criticamos a los otros candidatos pero los candidatos están ofreciendo los deseos más íntimos nuestros. Si todos nosotros consideramos de mayor valor la música que un auto, obvio que el candidato va a ofrecer más música y menos autos.
Si fuesen un reflejo fiel de la sociedad, iría a votar más gente, ¿o no?
La economía de mercado incentiva el individualismo total. El individualismo te lleva a eso. Miro a mi país no como una comunidad donde yo pueda servir, sino que como una máquina dispensadora, en la que yo meto una moneda y saco lo que quiero, y me importa un cuesco lo demás. Desde ese punto de vista se entiende cuando dicen “me da lata ir a votar”.
Usted dijo que creía en la democracia, con todos los defectos que tuviese. ¿Qué defectos considera usted que tiene hoy la democracia chilena?
Mucho poder, mucha estrategia para retenerlo. Eso ha tapado los ideales y el contacto con la gente. Hay demasiados egos.
Afirmó también que al FA le faltaba madurez. Las vueltas que se han dado respecto de sus apoyos en segunda vuelta, el antipiñerismo, el guillierismo, ¿son reflejo de esa fragilidad?
Puede ser. No quiero juzgarlos porque es muy temprano, pero los apoyo porque son jóvenes que no están conformes con algo, pero no se quedan en eso. No se quedan en la indiferencia, sino que son capaces de tratar de aterrizar eso en un proyecto político, de unirse. Eso lo valoro mucho y hay que aplaudirlo. Lo complicado es cuando tú alegas pero no haces nada por resolverlo. Estos gallos se han arremangado las mangas y eso es muy positivo.
¿Este domingo se decide entre dos caminos?
Eso es como cuando decíamos siempre “ahora es el fin de la transición”. Estamos muy encima para tener una claridad sobre la historia. Yo creo que Chile ha progresado, con todo lo que nos falta, pero hemos progresado bastante porque hemos sido capaces de ser lúcidos. El arte de la política es ver cuál es el siguiente paso posible. Yo creo que hay dos propuestas sobre eso, pero no veo que en esas dos propuestas uno sea el caos y el otro no. Yo creo que hay una propuesta que va a ser un paso mucho más positivo que el otro, pero no veo que una sea el caos ante la otra.
¿Cuál es ese caso más positivo que el otro?
Me la guardo.
Pero de todas formas identifica una candidatura que tiene mayor sintonía con los principios y valores que usted está planteando en esta conversación.
Claro, no veo que las dos sean iguales. A los dos candidatos les ha faltado fuerza para mover a la gente. La gente está media escéptica, pero los candidatos no los convencen mucho. Esa impresión me da. Pero no son lo mismo, obviamente. Yo tengo mi opinión, todos tenemos una ideología detrás, pero yo me la reservo porque yo como sacerdote tengo una ideología, y me interesa la política, pero no creo que me corresponda identificarme con un partido, coalición o candidato públicamente.
Usted tiene una ideología, como todos. La jerarquía de la iglesia, ¿también?
Claro que la ha tenido. No podemos vivir sin ella. El Concilio Vaticano II planteó una visión ideológica del mundo y del evangelio y que después fue frenada por Juan Pablo II y ahora estamos en esta tensión que se ve en la jerarquía. El Papa Francisco trata de volver al Vaticano II en el siglo XXI y ve que no es muy acogido por toda la jerarquía.
Acá en Chile tampoco…
Los obispos están a la expectativa. No se ve que vibren fuertemente con lo que dice el Papa Francisco. Él habló sobre la comunión a los divorciados y eso no ha tenido la resonancia que han tenido otros temas.
Hay debates que ha propuesto el Papa que no han agarrado mucho vuelo…
Los obispos no se han opuesto, pero se han mantenido silenciosos.