Andrés Maupoint: Hay gente que quiere estudiar música y no conoce la Quinta de Beethoven

El músico chileno se prepara para grabar un nuevo disco y estrenar nuevas obras en 2018. En esta entrevista habla de su labor como profesor y hace un duro diagnóstico sobre el nivel educativo de los aspirantes a la carrera de Composición: “Puede ser que nunca haya visto un nivel tan bajo”, afirma.

El músico chileno se prepara para grabar un nuevo disco y estrenar nuevas obras en 2018. En esta entrevista habla de su labor como profesor y hace un duro diagnóstico sobre el nivel educativo de los aspirantes a la carrera de Composición: “Puede ser que nunca haya visto un nivel tan bajo”, afirma.

“A veces, pocos saben que estudié piano ”, es una de las primeras exclamaciones de Andrés Maupoint (1968) cuando tiene que hablar de sus planes. Lo dice porque los más inmediatos están ligados con el instrumento: después de actuar en el reciente festival Toccata Rancagua, en enero viajará a Leipzig para grabar un nuevo disco con obras de Franz Liszt.

No es casual, porque este año ya publicó un registro con piezas del virtuoso húngaro, que presentó con un concierto en la Universidad Federico Santa María de Valparaíso. “Me he embarcado en un proyecto y ya tengo 53 piezas grabadas”, explica sentado en una sala de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.

Su trabajo como intérprete, es cierto, ha sido opacado por su labor como compositor, que también lo tendrá ocupado este año. Ahora, por ejemplo, está trabajando en dos obras que debe presentar el próximo 11 de julio en el GAM, como parte de un proyecto financiado por la misma Universidad de Chile. Esa presentación será grabada, para luego editarse como un disco.

Será la réplica de una experiencia pasada. En 2015, un ensamble conformado por músicos de la Sinfónica Nacional de Chile hizo un concierto monográfico en el mismo GAM que fue grabado y editado, junto al Concierto para piano que Alfredo Perl había estrenado poco antes con la misma orquesta. El mismo año, la Filarmónica de Santiago tocó sus Cinco imágenes.

Y así, suma y sigue. El año pasado, por ejemplo, Luis Orlandini estrenó su primera obra para guitarra y José Luis Urquieta hizo lo propio con la primera para oboe. Ambas, a partir de La tombeau d’une étoile (La tumba de una estrella), una composición en homenaje a Pierre Boulez, que el Ensamble Zero había tocado antes en la Sala Arrau del Municipal de Santiago y que en enero estará en el Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile. 

Es decir, Andrés Maupoint es un compositor que se toca y se graba, a pesar que no pasa todo el año en Santiago. Luego de formarse como pianista y compositor, hizo estudios en Francia y Alemania y desde 1997 se instaló en Leipzig. Hace casi diez años volvió como profesor de Composición a la Universidad de Chile, pero continúa haciendo clases en la Escuela Superior de Música y Teatro Félix Mendelssohn Bartholdy de la ciudad que acogiera a Bach, Wagner y el propio Mendelssohn. “Antes, para ir a Europa había que prepararse como si uno fuera a la Luna. Ahora no es tanto, yo viajo unas cuatro veces al año”, explica.

Para un compositor, ¿qué importancia tiene grabar y publicar discos, en una época en la que predominan los formatos digitales? ¿Es mayor esa dificultad en el caso de la música clásica y contemporánea?

Creo que grabar es importante y no va a pasar de moda. Después, efectivamente los CD ya están pasando de moda hace ratito. La juventud ni siquiera tiene reproductores en la casa, porque todo lo tienen en el celular. Está Youtube, Spotify, todo eso. Yo estoy pensando en subir mis cosas a las plataformas, pero soy un neófito en la materia y, por otra parte, vi el apogeo del CD y todavía aprecio tener algo tangible, que puedes ver, tocar, leer. Si hay fondos que te permiten hacer discos, ¿por qué no?

Ahora, cuando los tienes, uno no quiere salir a venderlos. En realidad, los uso como tarjeta de visita. Sirven porque la gente se da cuenta que estás haciendo cosas, algunos los escuchan y es algo que perdura en el tiempo, un registro. No está la ambición de hacerse millonario con esta cuestión, porque nadie compra nada.

Usted se inició como pianista y luego derivó a la composición, pero ambas dimensiones conviven hasta hoy en su trabajo. ¿Cómo se da esa relación? ¿Tiene predilección por una de ellas?

Lo de la composición ha sido más o menos estable. Estudié aquí (en la Universidad de Chile), paralelamente con el piano, y luego me fui a estudiar a Europa. Seguí creando, desde 2008 estoy en el área de Composición (del Departamento de Música), sigo con encargos de obras que se tocan por aquí y por allá, grabando discos, entonces eso ha sido una constante. El piano no ha sido una constante y no porque no lo haya deseado, sino por las vicisitudes de la vida y las responsabilidades que asumes siendo académico de jornada completa. En un momento me tocó ser jefe de carrera y eso cuesta bastante tiempo y energía. Inevitablemente, el piano quedó postergado. Ahora tengo más tiempo y esporádicamente puedo dar conciertos, toco mucho para mí y grabo. No me atrevería a decir que prefiero tocar piano o componer, creo que conviven. Son como dos grandes amigos: puedo salir con ellos o puedo salir con uno o puedo no salir con ninguno. Están ahí.

Usted tiene experiencia como estudiante y profesor en Chile y en Europa. A partir de eso, ¿cómo ve el nivel de la formación que se le entrega a los músicos chilenos?

Cuando salen de aquí de la facultad, aquellos que se toman en serio la carrera, salen muy bien preparados. No tienen nada que envidiar a la gente de allá y yo diría que hasta salen mejor preparados. La diferencia está en que cuando allá entran a estudiar, llegan mejor preparados que la gente que entra a estudiar acá. Es otra realidad y tienen una mejor base. Por eso, es tan fundamental que ahora en Composición tenemos tres años de etapa básica. En esta facultad somos pobres, tú ves acá y es algo caótico (señala la sala). Allá es otro universo, los alemanes tienen una infraestructura impresionante, que en realidad es lo que debería ser normal. Sin embargo, más allá de lo pobres que somos y lo caótico que puede ser este tremendo elefante que es la Universidad de Chile, la malla curricular es la que nos salva. Sigue siendo bastante potente y eso lo puedo decir con propiedad.

Repito: el estudiante que se toma la carrera en serio sale muy bien parado. Por lo general, se van a estudiar afuera, ganan premios internacionales, tienen encargos de obras, sus obras se tocan en las orquestas. Eso marca una diferencia en Chile y con muchas escuelas que he visto allá. En Composición, la cosa teórica es bastante sólida acá y no tanto en Europa.

¿Eso se puede proyectar al medio musical en general o solo se da en la Universidad de Chile?

Mire, este año postularon 48 chicos a Composición y si comparo con los anteriores, puede ser que nunca haya visto un nivel tan bajo. La mayoría viene de la música popular y, por lo general, son muy pocos los que llegan hablando con propiedad de música clásica o contemporánea. Hay algunos que vienen componiendo algo, porque tienen un poco de experiencia, pero si no te preocupaste y quieres estudiar música porque en tu casa tienes una guitarra, hiciste un par de acordes que te gustaron, escuchas jazz, escuchas Víctor Jara y quieres componer a lo Víctor Jara o a lo Violeta Parra…

Muchos vienen de ahí y llegan diciendo que el prestigio de la Universidad de Chile, qué sé yo, pero cuando empiezas a indagar, inmediatamente te das cuenta que la mayoría te da respuestas parche, que seguramente googlearon hace poco. Stockhausen, Berio, Messiaen, Ligeti, todos esos próceres te los nombran -mal pronunciados- como para dejar una buena impresión, pero cuando les preguntas qué obras conocen, hasta ahí no más llegaron.

Yo también hago un test escrito que mide cultura general. Por ejemplo, pregunto por 21 personajes históricos, no solo músicos, como Cervantes, Goethe, Vargas Llosa, Claudio Arrau, Robert Schumann, y hay gente que no los conoce. ¡Hay gente que no conoce a Napoleón! Después les pongo una serie de obras, trocitos musicales que van desde el Renacimiento hasta nuestros días. La idea no es que reconozcan la obra necesariamente, pero que puedan decir un comentario, de qué época es, qué instrumento es, cosas así. Ahí siempre pongo una o dos piezas que todo el mundo debería conocer, entre ellas, la Quinta Sinfonía de Beethoven. ¡Y hay gente que no la conoce! (tararea la famosa melodía de la obra). Hay gente que no tiene idea lo que es.

Y quieren estudiar Composición…

Exactamente, tú te asombras. Por lo menos para mí y creo que también para mis colegas, fue bastante difícil elegir y tienes que apostar. Por eso es necesaria esa etapa básica. Imagínate si esos chicos entraran directamente al pregrado, el nivel sería bajísimo.

¿Eso habla de la escasa importancia que la música tiene en la educación en general, más allá de quienes quieran ser músicos?

Claro y de las posibilidades que ellos mismos pueden tener de encontrar respuestas serias a sus inquietudes, porque la mayoría anda pululando solo y no sabe dónde puede ir, entonces se quedan con lo poco y nada del colegio y lo que puedan hacer escuchando la radio. Es más o menos triste el cuento.

Ahora, hay que decir que en Europa, si bien hay otra realidad y está lleno de escuelas de música, tienes que tener un talento especial estudiar un instrumento en una escuela superior, por ejemplo. Tampoco es que tengas clases de música en el colegio y estés capacitado para entrar. Hasta en el pueblito más chico hay escuelas de música y ahí está el semillero. La mayoría va por hobby, otros van porque los mandó la abuelita y se aburren, pero de esos cien sale uno que se lo toma en serio, que compite con chinos y rusos y va a dar un examen donde postulan 400 pianistas y quedan 15. A lo mejor ese chico alemán que tenía condiciones tampoco queda, pero todos llegan tocando estudios de Chopin, de ahí para arriba.

Foto destacada: Centro GAM.




Presione Escape para Salir o haga clic en la X