En Chile existen 1.150.000 personas en situación de allegamiento y/o hacinamiento. Estas cifras están disponibles en la última encuesta CASEN (año 2015) y muestran una realidad dura, pero invisible. Según señalan desde Fundación Vivienda, la problemática no ha sabido de un buen diagnóstico y es por esa razón que han lanzado una campaña para visibilizar una realidad que, en relación a sus dimensiones, ha sido abordada tangencialmente.
¿Qué se entiende por hacinamiento y allegamiento?
Allegamiento es el hogar que tiene que compartir la vivienda con otra persona u hogar. No se vive en una vivienda propia. Existe el concepto de la familia receptora -la familia titular de la vivienda- y los que se allegan, que son los que se agregan al grupo familiar ya existente. El hacinamiento, por otro lado, es una condición transversal. No tiene que ver siempre con el allegamiento, pero en las condiciones de allegamiento se da con mayor énfasis. De las cifras totales de hacinamiento en Chile el 90 por ciento son en condiciones también de allegamiento. Al tener que compartir un espacio que no estaba acondicionado para recibir a dos o más hogares, se producen condiciones de hacinamiento.
Chile posee un déficit habitacional de cerca de 500 mil hogares, ¿cómo se traduce esto en las cifras de hacinamiento y allegamiento?
Ese déficit ha ido bajando, pero en los últimos años hemos visto que hay un porcentaje de la población que sufre déficit habitacional y se mantiene súper estable. Si bien baja un poco hay un porcentaje que ha sido invariable. Hoy, si tienes un déficit y estás enfocado en un porcentaje menor de ese déficit, hay un problema de visión y de política pública. No puede ser que, si tienes un 90 por ciento del déficit situado en las familias allegadas y hacinadas, no haya políticas públicas específicas que permitan hacerse cargo de ese problema puntual. Eso tiene que ver con un desconocimiento del fenómeno. El fenómeno es mucho más complejo que una simple situación de alguien sin vivienda. El hacinamiento no se resuelve entregando viviendas. Tiene que ver con cómo se está construyendo la ciudad, con la localización, con la construcción de redes. Las personas no se allegan exclusivamente porque no tienen vivienda. Podrían obtener un subsidio habitacional del Estado, pero no están dispuestos a recibirlo porque se entregan en lugares absolutamente lejano a sus redes y eso tiene muchos perjuicios.
Si las soluciones no han tenido el foco correcto, ¿qué se está haciendo mal y qué se debería hacer?
Las mismas familias nos están diciendo que hay una cuestión valiosa de vivir bien localizado. Algunos ejemplos de buena localización mal implementada son los mal llamados ghettos verticales. Son edificios hiper densos de familias que quieren vivir en ese lugar. No es que quieran vivir en poco espacio. Entonces hoy tenemos una ciudad que está consolidada y pareciera ser que el único camino para que más gente viva en la ciudad es expandiéndola. Eso es lo que estamos haciendo mal. La ciudad no debiese seguir expandiéndose, porque vamos a tener un problema de segregación si nos llevamos a las familias a la periferia. Además, son más costos para el Estado, que va a tener que cubrir con infraestructura aquellos lugares en donde estamos generando más ciudad.
¿Cómo evitar esa expansión?
La alternativa que proponemos es densificar la ciudad y regenerarla. Hay lugares que están consolidados y que podrían generar una regeneración e instalar nuevamente viviendas y hay otros lugares que se pueden densificar. Hay sitios disponibles que tienen la posibilidad de recibir a las familias que viven en esos sectores, construyendo y densificando a pequeña escala. Proponemos varios proyectos de mediana escala, la lógica de la acupuntura urbana, que se va metiendo de forma estratégica en ciertos sectores y entonces va a aprovechando todos los beneficios y recursos que se han invertido en una ciudad ya consolidada. Así nos evitamos construir más infraestructura. Hay que registrar bien los lugares que efectivamente pueden recibir más familias. Entonces son dos cosas: identificar lugares propicios para recibir mayor carga de familias e identificar aquellos lugares a los que todavía les falta infraestructura para recibirlas. Hoy han existido subsidios que promueven la densificación, pero en los últimos 10 años esos han representado el 0,5% de los subsidios.
¿Cuáles son las consecuencias que derivan del hacinamiento y el allegamiento?
Eso tiene dos lados. Cualquier persona que no tiene un espacio propio -y eso no quiere decir en propiedad, puede resolverse a través de un arriendo-, se va a ver mermada en cosas tan básicas como la privacidad, la autonomía, con relaciones familiares fracturadas y con una vulnerabilidad bien dramática. Al no ser propietarios, los allegados en cualquier minuto pueden quedar en la calle. Basta con que haya una pelea y los perjudicados son los allegados. Lo otro, es que esto supera la lógica de problema habitacional, y tiene que ver con problemas sociales duros. Violencia intrafamiliar, abusos y una serie de problemas asociados a tener que compartir un solo espacio. Hasta aspectos de educación y de salud también se ven directamente afectados.
¿Cuál es la relación que tienen esos factores con la inmigración?
La inmigración, así como el envejecimiento de la población, sin duda agrega dos fenómenos nuevos. Uno es el cultural. Esas mismas familias buscan estar bien localizadas, y todo el ecosistema -tanto del arriendo como de subsidio habitacional- no está preparado para recibir a estas personas, entonces se ven forzadas a entrar dentro del circuito del arriendo irregular, y absolutamente abusivo, y por un tema de recursos tienen que compartir piezas y cités con muchas más familias. Los migrantes experimentan mayor hacinamiento que las familias chilenas.
¿Cuáles son las zonas con mayores índices de hacinamiento y allegamiento?
Son zonas pericentrales de la Región Metropolitana, cercanas al anillo Américo Vespucio en general. Hay comunas que tienen la doble componente de familias chilenas y migrantes. Estación Central, por ejemplo. Quilicura, La Granja, La Pintana, Recoleta… Las ciudades de Iquique y Antofagasta en el norte y, hacia el sur, Biobío. En general, el hacinamiento se tiende a ver donde hay ciudades y mayor cantidad de población. No por cualquier razón buscan ese tipo de contextos. La ciudad siempre será una oportunidad para aquellos que migren. El campo no tiene las posibilidades que ofrece la ciudad.