Primera estación: Bonn es Beethoven
No hay letreros ni indicaciones, tampoco información certera en Google Maps que ayuden a localizar la que fuera la casa de Karl Marx en la ciudad de Bonn. Luego de dar algunas vueltas, se lee finalmente en una pequeña placa ubicada en el segundo piso de un edificio que hoy también aloja a un café naturista: “Aquí vivió entre 1835 y 1836 el filósofo Karl Marx”. La vivienda se encuentra a menos de una cuadra de la casa central de la Universidad de Bonn, ubicación que no podía ser más conveniente para el estudiante de Derecho, quien llegaba desde su natal Tréveris (ubicada a unos 170 kilómetros) con solo 17 años.
Marx permaneció un tiempo breve en esta ciudad, hasta que decidió cambiar de Derecho a Filosofía y mudarse a Berlín. De esta época, lo que más se lee y escucha son anécdotas de su vida bohemia como estudiante, y que incluyen la ocasión en que estuvo detenido por ebriedad en la celda que la Universidad disponía para “castigar” a los estudiantes que rompían las reglas. Sería la primera de muchas disrupciones en su vida.
“Es cierto, hay pocas fuentes para el estudio de su estancia en esta ciudad”, reconoce Franz Decker, profesor titular del Instituto Ciencias Políticas de la Universidad de Bonn, quien también organizó el pasado semestre un ciclo de charlas junto a la Fundación Friedrich Ebert (perteneciente al Partido Social Demócrata, y que tiene además a su cargo la Casa-Museo de Karl Marx en Trier). El objetivo fue discutir el legado marxista desde un punto de vista actual, siendo una de las pocas actividades organizadas en torno al bicentenario del intelectual en la ciudad.
De acuerdo al académico, la idea del ciclo era también “confrontar a nuestros propios estudiantes a la figura de Marx”. Para Decker, aquí ya se avizora una primera área de controversia y crítica: “Marx está algo ‘perdido’ en el currículo de las universidades alemanas, por ejemplo en mi área. Pero no hay comparación con el desprecio y la indiferencia con que ha sido tratado por los economistas; aunque hay algunos –incluso de tendencia más neoliberal–, como Hans-Werner Sinn, que han sido capaces de valorar los aportes de Marx en distintos ámbitos”. Así y todo, el académico cree que la obra de Marx –que concierne a la economía, pero también a la filosofía, la historia de las ideas, la sociología y las ciencias políticas– no solo debiera estar más presente en la enseñanza de estas disciplinas, sino también en las bibliotecas y librerías del país.
En este espíritu y con miras también a su propio bicentenario (a celebrarse en octubre), la Universidad ha reactivado la investigación sobre el tema, y prepara también un libro. Según Decker, la publicación responde a la necesidad de examinar con más profundidad aspectos que van más allá de las anécdotas, como “el intercambio de cartas con su padre Heinrich, que se intensifica cuando se muda a Berlín”. En algunas de estas misivas, el padre exhorta al joven Karl a tomar más en serio sus estudios, razón que estuvo también detrás del traslado a la Universidad de Berlín, con fama de ser más estricta.
En Bonn, Marx se dejó llevar por los ideales románticos, e incluso incursionó en la poesía y los relatos breves. De este periodo (1835?) data también la imagen más “joven” del intelectual de la que se tiene registro: es un minúsculo boceto (4,1 cm. X5,8 cm.) hecho a lápiz por su amigo Heinrich Rosbach. Ambos eran probablemente miembros de la misma “Landsmannschaft”, una suerte de fraternidad para los estudiantes que pertenecían a la misma región. El dibujo se encuentra en exhibición a partir de hoy en el Museo de la Ciudad de Trier, Siemonstift como parte de la muestra “Estaciones de una vida”.
Más allá de estos rescates, el contraste con lo que ocurre con otro de los “hijos ilustres” de la ciudad es evidente. “Bonn es Beethoven” es el eslogan con el que el Municipio promociona el calendario de actividades de celebración por los 250 años del nacimiento de Ludwig Van Beethoven, a celebrarse en 2020. Asimismo, su casa-museo -Beethovenhaus- figura hace décadas en las guías de turismo como uno de los imperdibles de la visita a Bonn.
Ante la pregunta de si la falta de atención a la figura de Karl Marx puede relacionarse con que Bonn fue, hasta 1990, capital de la República Federal de Alemania Occidental, Decker no tiene dudas. “En la historia de Alemania occidental en general, Marx está aún bastante oculto. Él y su pensamiento fueron hechos responsables de lo que a partir de él se generó en el bloque de países del este y especialmente en Alemania; y la pregunta para mí es si eso siquiera puede hacerse, considerando que Marx fue, ante todo, un humanista”, explica el académico. Una falta de “cultura del recuerdo” que se explica por la necesidad política de marcar distancia con la República Democrática de Alemania, donde incluso hubo una “Ciudad Karl Marx” (que en 1990 recuperó su nombre original, Chemnitz).
Tréveris también enfrentó dificultades en este sentido, aunque hoy el espíritu es otro, y la ciudad se abre por fin a ser reconocida como la cuna de Karl Marx. A partir de este 5 de mayo y hasta el 21 de octubre, el público podrá visitar cuatro exposiciones simultáneas que proponen distintas lecturas sobre su vida y obra. Un hito que lleva a la segunda estación de la ruta.
Semáforos y cuatro exposiciones para el “hijo de Tréveris”
Reconocida por su pasado romano, la ciudad más antigua de Alemania vive en estos días una suerte de “fiebre” por Karl Marx. Chapitas, poleras, tazones y chocolates con su rostro atestan las tiendas de souvenirs y las de los museos, dedicadas usualmente a las reproducciones de las ruinas imperiales y a promover la cultura vitivinícola del estado de de Renania-Palatinado.
Pero las “herencias” que se respiran en la ciudad también tuvieron un impacto en la biografía de Marx. Su familia era propietaria de un viñedo, y él mismo era un buen conocedor de vinos. La crisis vivida por el sector entre las décadas de 1830 y 1840 en la región del río Mosel lo hizo ver la pobreza de la zona con otros ojos, y despertó en él el germen de la justicia social.
Este es uno de los aspectos que se recogen en la nueva exposición permanente de la Casa-Museo, que se titula “De Trier al Mundo. Karl Marx, sus ideas y su impacto hasta hoy”. A lo largo de la visita, es posible conocer más de aspectos como el aporte que a la sistematización de su obra hicieron su esposa, Jenny Marx, y sus hijas Jennychen y Eleonora; o familiarizarse con los autores que solía leer (entre ellos filósofos griegos y las hermanas Brönte). Punto aparte es la rigurosa formación que recibió en su infancia, debiendo desde pequeño recitar a Shakespeare en inglés o tomar notas en griego. Hijo de un abogado de orígenes judíos que se convirtió a la religión protestante en 1817 por motivos profesionales, Marx mismo debió convertirse, junto a sus ocho hermanos, en el año 1824.
La exposición también presenta objetos recién recuperados, el más valioso entre ellos el sillón en que el intelectual solía leer y trabajar en Londres (donde vivió desde 1849), y en el que se presume también murió, en 1883.
En el recorrido a pie que une la casa-museo con el centro de Tréveris, llaman también la atención los nuevos semáforos con la figura de Karl Marx. Se trata de una iniciativa del alcalde, Wolfram Leibe. Él es una de las autoridades comprometidas con el rescate y discusión de la figura de Marx, y quien hizo un llamado, durante la apertura para prensa de las exposiciones, a redescubrir “una ciudad que reconoce a uno de sus hijos más ilustres, libre de reservas ideológicas y llevada por una conciencia crítica”.
El Museo de la Catedral de Tréveris también se incorpora a la reflexión con “LebensWert Arbeit” (“Trabajo digno”), exposición organizada por el arzobispado de la ciudad y que se centra en los aspectos más éticos de la relación entre trabajo y dignidad humana, tema que recorre la obra del intelectual.
Más centrada en el cuerpo conceptual producido por Marx y en el examen exhaustivo de conceptos como “capital”, “alienación” y “fuerza de trabajo” y su impacto histórico, la exhibición central “Karl Marx 1818-1883. Leben. Werk. Zeit (“Vida. Obra. Tiempo”) se presenta en el Museo Regional (Rheinisches Landesmuseum) con cerca de 400 piezas, provenientes de colecciones locales pero también de otros países. Aquí se pueden apreciar documentos originales, como el título de doctor en Filosofía (que Marx terminó recibiendo de la Universidad de Jena), libros de anotaciones y recortes de prensa -a lo largo de su vida, Marx reunió cerca de 160 de estos cuadernos-, o una página manuscrita del Manifiesto del Partido Comunista, de 1847.
La segunda parte de esta exhibición tiene lugar en el Museo de la Ciudad Simeonstift en la forma de un recorrido pictórico por las distintas ciudades que Marx habitó. Vigilado de cerca por el régimen prusiano, la mayoría de estos viajes respondieron a razones políticas. En París (1843-1845), se enfrentó a realidades como la pobreza infantil, pero también disfrutó del espíritu libertario y del contacto con otros intelectuales, al igual que en Bruselas (1845-1848). En esta ciudad, y habiendo renunciado a la nacionalidad prusiana, Marx compiló el célebre Manifiesto junto a Friedrich Engels (1820-1895). Luego de las revoluciones europeas de 1848, Londres representaría el exilio definitivo, pero también el giro de su trabajo hacia la economía. Su obra más importante, El capital, es el resultado de este periodo. Corrector obsesivo de sus propios textos, Marx solo consiguió terminar el primer tomo. Su fiel amigo Engels se encargaría de la edición y publicación de los dos restantes.
El Marx periodista y fascinado con la tecnología
Berlín suele reconocerse como la ciudad más importante en la formación del joven Karl Marx. Allí entraría de lleno a la filosofía, y es también donde entró en contacto con la dialéctica y con los hegelianos “jóvenes”. Pero Colonia es quizá una ciudad igual de significativa, ya que representa para sus estudiosos el inicio del camino hacia una vida más pública, y de su relación con Engels.
Marx llegó en 1842 al 99 de la calle Schilder (donde hoy hay una tienda de ropa) para desempeñarse como editor en jefe del Rheinische Zeitung, periódico que se centraba en temáticas sociales. La censura no se hizo esperar, y la publicación fue prohibida en 1843. Cesante, es entonces cuando decide casarse con la joven de origen noble Jenny Von Westphalen, quien lo acompaña sin vacilar a París.
El periodismo fue, de hecho, una de las pocas fuentes estables de ingreso que tuvo Karl Marx a lo largo de su vida. La otra era el sustento proveído en forma constante por Engels. En 1848 insistiría con el oficio y con Colonia, reeditando el periódico bajo el nombre de “Neue Rheinische Zeitung”. La iniciativa duraría poco más de un año, debido a problemas financieros y al exilio que debieron enfrentar varios de los editores de origen no prusiano.
Pero su romance con la profesión continuaría a partir de 1852 en Londres. Marx se desempeñó como el corresponsal europeo para el New York Daily Tribune por casi una década, y cubrió eventos como la Guerra de Crimea de 1853. Como bien refleja la exposición del Landesmuseum, Marx fue un entusiasta de los avances en las tecnologías de la información, y vio en ellas una oportunidad para simplificar el trabajo humano. No podría haber previsto, sin embargo, los alcances que ellas tendrían en la reconfiguración de la vida (laboral y también privada) de los individuos.
En relación a este punto, distintas voces coinciden en que hoy vivimos una nueva revolución tecnológica y, en este contexto, hay mucho que se puede aprender de la obra de Marx. Para Malu Dreyer, presidenta del estado federado de Renania-Palatinado, “su producción intelectual responde a preguntas que, aunque formuladas en el siglo XIX, son muy actuales, por ejemplo respecto de la misma condición humana, de la relación entre economía y sociedad, o de los excesos de la producción capitalista, lo que incluso ayuda a explicar mejor la crisis económica que enfrentamos en 2008”.
En esta misma línea, la jefa de investigación de la exposición “Karl Marx: 1818-1883”, Beatrix Bouvier, resalta en la necesidad de multiplicar las fuentes para el estudio de una obra que es, en esencia, universalista y prolífica -y en la que también aparecen temas como la preocupación por la sobreexplotación de la naturaleza-, y de “abrirse a las alternativas a nuestro actual sistema de vida que están latentes en ella”.
Si bien hay temas polémicos que en este bicentenario han quedado fuera de una mayor revisión -como el hijo que Marx tuvo con su ama de llaves y que nunca reconoció, o el hecho de que sus dos hijas cometieran suicidio-, esa es quizá una tarea para continuar en los próximos años. En palabras del alcalde Wolfram Leibe, “permitámonos descubrir a Marx e iluminar su figura críticamente”.