La efervescencia social desplaza recurrentemente de la agenda pública la discusión de una nueva Constitución. Eso no quita que académicos y políticos hagan propuestas que renueven este debate, aludiendo a que una reforma de estas características es fundamental pues establece las normas de convivencia de un país.
“1925. Continuidad republicana y legitimidad constitucional: una propuesta” (Catalonia, 2018), es un libro que recién aparece y que plantea otra alternativa para superar la Carta Magna que comenzó a regir en tiempos de dictadura cívico-militar, en 1980.
Juan Pablo Cárdenas, director de Radio y Diario Universidad de Chile, conversó con dos de los participantes de esta publicación: Arturo Fontaine, novelista y ensayista, licenciado de Filosofía en la Universidad de Chile y académico de la misma institución en la Facultad de Filosofía y Humanidades; y Hugo Herrera, filósofo, académico y columnista chileno y director del Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales.
–La propuesta de este libro es que, si se quiere avanzar en Chile a una nueva Constitución, parecería más razonable y práctico tener como base la Constitución de 1925, que rigió hasta la de 1980. Antes de hablar de la Constitución de 1925, ¿qué los lleva a ustedes a desahuciar la Constitución de 1980 de Augusto Pinochet, aunque reformada posteriormente en varias ocasiones?
Arturo Fontaine (AF): Lo que ocurre es que podemos seguir reformando y reformando la Constitución del 80’. Se ha hecho y es una Constitución que ha tenido muchísimos cambios, algunos de ellos sustanciales, como el que afecta al sistema electoral, pero no se logra borrar el hecho de que es una Constitución ilegítima en su origen que la hace sospechosa. Es una Constitución nacida al alero de una dictadura que marcó a Chile, muy importante, pero que siempre va a dividir al país. No es una Constitución que surja de una figura de unidad nacional, como podría ser la de la Quinta República francesa, que surge al alero de un Charles De Gaulle. Pinochet nunca va a tener ese estatus. Entonces, es una Constitución que tiene una cuestión de ilegitimidad de origen y, mientras más tiempo pasa, más incómodo se nos hace vivir bajo una Carta Magna que tiene esa conexión.
–Sin embargo, ustedes mismos consignan que muchas constituciones han tenido ilegitimidad de origen. La propia de 1925 no nace de una Asamblea Constituyente, más bien es una Constitución que se impone y se va legitimando con el tiempo. ¿Qué es lo que sucede con la Constitución de 1925?
Hugo Herrera (HH): Creo que, a diferencia de lo que ocurre con la de 1980 que, como dice Arturo, no logra todavía convertirse –y probablemente no lo logre– en un referente al cual acudir retóricamente en los momentos que el país se vea exigido. La de 1925 fue reconocida por ambos bandos en disputa. La República que se funda en 1925, y que se consolida con el segundo gobierno de Arturo Alessandri, es la llamada República del Compromiso, que fue marcada por una persistente tensión que se logró manejar durante cuatro décadas, pero que después entró en crisis. Pero durante esas cuatro décadas, e incluso durante la crisis, la Constitución se volvió un referente al cual las dos partes podían acudir…. Eso no lo tiene la actual Constitución. En ese sentido, pese a los problemas que tuvo en su origen, como todas las constituciones, tiene esa ventaja. Y la otra ventaja que nos motivó a gran parte de los autores a participar en este proyecto, es que la de 1925 se plantea como una reforma a la del 1833, y aquella como una reforma a la del 1828, entonces, si recuperamos la del 1925, a diferencia de la de 1980 –que se planteó como una discontinuidad con las anteriores– recuperamos toda la historia constitucional del país. O sea, por la vía de una elaboración simbólica, podíamos tener la Constitución republicana que abarca la historia entera de Chile, y esa ventaja no la tiene la de 1980.
–En el libro ustedes señalan que, previo al Golpe Militar, ambos bandos habrían recurrido a la Constitución del 25′ para argumentar sus posturas. ¿Es realmente una Carta Magna ejemplar, teniendo en cuenta que se le hicieron varias modificaciones y críticas severas?
AF: Sí, yo creo que es una Constitución que, si uno examina instituciones, sus estructuras, tiene muchos defectos, y nosotros al pensar en retomar la Constitución de 1925 solo estamos pensando en retomarla como un texto simbólico, que representa la continuidad democrática chilena, pero a la cual habría que introducirle muchas reformas. Por ejemplo, la introducción de la segunda vuelta electoral presidencial es un hecho sobre el cual hay enorme consenso y eso no estaba en la del 1925… y no creo que nadie quiera retroceder en ese punto. No estamos pensando retomar la estructura y el detalle del articulado, sino que tomarlo como texto fundacional para reformarlo, modernizarlo, establecer esa continuidad hacia atrás que nos da legitimidad. Ahora, si tú te vas a lo que fue el momento más crítico de la historia del siglo XX (que fue el año 1973 en términos de polarización, tensión, que finalmente desembocó en el Golpe de Estado) puedes apreciar que el acuerdo de la mayoría de la Cámara de Diputados del año 73′, que acusa a Salvador Allende de haberse salido de la Constitución, es un análisis de la Constitución del 1925 que parte de la base de su legitimidad. Allende les responde en 24 horas, invocando también la Constitución del 25′ y argumentando desde ese texto la tesis opuesta. Entonces, eso tiene un enorme valor simbólico hasta hoy. Mal que mal, esa ha sido la gran escisión política de las últimas décadas. Eso no significa que el texto no haya tenido muchas fallas, y que no deba ser inmediatamente reformado. Nosotros no queremos, por ningún motivo, volver al articulado detalle por detalle de lo que era esa Constitución.
–¿Qué hizo que Augusto Pinochet levantara un nuevo texto constitucional y no siguiera este trayecto que señala Arturo?
HH: Desconozco el detalle histórico, pero lo que es indudable es que hay una novedad radical, en el sentido de que esa Constitución se plantea como discontinuidad con todo lo anterior: Se quiere fundar un nuevo orden, y eso es ajeno a la tradición política anterior. En ese sentido, la Dictadura deja con este invento un problema para el futuro, que todas las remisiones retóricas, invocaciones al orden constitucional –que en definitiva es el marco dentro del cual operamos–, estén marcadas por este punto de discontinuidad. O sea. Se quiso desconocer el pasado, y creo que ningún país que pretenda generar cauces de unidad, entenderse y llegar a su auto compresión, puede renunciar a esa remisión al pasado.
–Existe efectivamente la idea de muchos gobernantes de refundar el Estado, de convertirse en líderes reconocidos por la historia… Arturo Alessandri conn la Constitución del 25; Pinochet con la del 80′; así como la idea de Ricardo Lagos del reformarla y ponerle su rúbrica… En el caso de la de 1980, ¿la gente sigue reconociendo, pese a todas sus reformas, al autor original?
AF: Ese es un gran tema y es una de las cosas que nos preocupa a futuro. Efectivamente el gobierno de Pinochet intentó, en dictadura, partir de cero, hacer un texto nuevo, Chile comenzaba de nuevo. Esa misma actitud es la que vemos hoy día en quienes quieren una nueva Constitución, que no sea la del 80′, como si Chile tuviéramos que re-fundarlo cada cierto rato. Chile tiene una tradición democrática más antigua y respetable que la que tiene Francia o Alemania; Chile no es un país con que tenga una democracia que tengamos que inventar cada 10 o 30 años, como si no tuviéramos nada detrás. Yo creo que eso nos empequeñece como país; eso no es estar a la altura de lo que ha sido Chile, un país democrático importante dentro de la tradición democrática en el mundo. No tenemos por qué avergonzarnos de esa tradición, y tratar de anularla y partir de nuevo a cada rato. Cuando se empieza a hacer eso, se repite el gesto de Pinochet, este gesto bautismal, fundacional; en ese sentido se le hace un homenaje, y lo que vamos a tener a futuro es que muy posiblemente cada candidatura presidencial, movido por lo que tú dices (la voluntad de quedar en la historia), va a contener como parte de su programa una nueva Constitución. Eso le va a dar a Chile una inestabilidad que no hemos tenido, que no tenemos por qué adoptar ahora. Eso es nuestra crítica a lo que puede pasar a futuro.
–Pero de alguna forma ustedes están planteando la necesidad de una nueva Constitución, que salte a la del 80′ y que retome la del 25′, pero también para superarla. Eso sería una nueva refundación, y yo, junto con valorar lo que está escrito en este texto, tengo que llevarlo a la contingencia política. ¿Qué acogida estiman ustedes puede tener una propuesta como la nos hacen con este libro ¿Esta idea es completamente original o compromete a otros círculos académicos?
HH: Este libro surgió a partir de muchas conversaciones, y eso efectivamente se nota en la redacción. Tuvimos dos seminarios con convocatoria amplia, en los que conversamos esto. No hemos operado políticamente, sino que lo planteamos como un texto para la discusión. Lo que creemos relevante, y es importante que el sistema político es que se capte que es una propuesta transversal. Que quiere proponer algo nuevo, pero remitiéndose a la historia completa o a la mayor parte de la historia constitucional del país. Es un texto, en cierto sentido, de propuestas hacia el futuro pero que mira al pasado, en el entendido de que la política consiste en una tarea hermenéutica. Se trata de entender qué es lo que está pasando en el país, y llevarlo a una articulación institucional. Nosotros vemos que con las herramientas institucionales que contamos hoy, a saber la Constitución del 80′, no vamos a poder llevar articulación al país. Eso es una gracia que tiene la de 1925 que, pese a sus defectos, vuelve a recuperar no solo la tradición constitucional previa, remitiéndose a la de 1833, sino que vuelve a recuperar figuras institucionales relevantes, como la Presidencia de la República. La Constitución del 1925, además de los egos involucrados, tiene como objetivo poner fin a uno de los períodos más complejos de la historia política chilena, en el sentido que se produjo una cierta decadencia del sistema por la peculiar forma que adquirió entre nosotros el parlamentarismo, tras la guerra civil de 1891. En ese sentido, es una especie de juego pero que puede tener alcances políticos muy significativos para el futuro, de tal suerte que, tanto en la derecha como en la izquierda, al menos en sectores moderados, debiera haber algún tipo de recepción a esta propuesta.
–Alguno de los seis autores del libro plantea que le es indiferente si esta Constitución tiene origen en una Asamblea Constituyente, o en una discusión parlamentaria. ¿Tienen ustedes algún consenso en eso?
AF: No, tenemos posiciones variadas. Es un tema que no fue parte del consenso básico de las conversaciones. Nos situamos, más bien, en el tema central, y hay bastante unidad en cuanto hay una tesis compartida, y como bien dijiste, que éste no es un libro hecho de parches; es un libro que realmente fue discutido largamente, conversado. Tuvimos dos seminarios, uno en la Universidad Adolfo Ibáñez, otro en la Universidad Diego Portales, con participación no solo de los autores sino que de muchos académicos. Hubo gente que criticó la propuesta muy fuertemente, otra gente que hizo matices, después tuvimos varias jornadas de discusión de los textos mismos, nos los comentamos… Entonces es un libro trabajado como unidad.
–Ustedes también se detienen en personas que han hecho otras propuestas, como Fernando Atria. ¿Son discordantes con personas como él?
AF: Claro, tenemos algunos puntos en común y algunas discrepancias importantes. Hay un ensayo en particular que toca mucho la postura de Fernando, que es el de Renato Cristi. Pero déjame decirte algo: esta idea tiene antecedentes, esto ha ocurrido antes en el mundo. Esto fue lo que hizo Austria, que tuvo una Constitución durante todo el período nazi, y cuando termina esa etapa oscura retoman la Constitución anterior… Fue un tema discutido y ellos prefirieron retomar la Constitución anterior como símbolo de legitimidad, y ese texto es el que rige hasta hoy.
–¿Habría sido más fácil hacer esto al principio, en el inicio de la Transición o posdictadura? Lo pregunto porque hoy esta propuesta podría ser difícil con un gobierno que ha dicho que va a desahuciar la posibilidad de una nueva Constitución… ¿O esto podría ser tomado por el gobierno actual? ¿Qué esperanzas tienen de que una propuesta así sea acogida?
HH: Yo lo pondría en términos parcialmente distintos. Pensemos en esto: el gobierno de Piñera está preocupado de generar grandes consensos. Está con esta idea de las cinco grandes reformas. Pero si uno piensa, si le funciona, el problema constitucional probablemente no va a emerger en estos años. Pero si no le resulta, ¿qué le va a quedar al gobierno de Piñera sino remitirse como base simbólica a la que apelar cuando hable de la unidad del país? ¿Va a ser nuevamente un gobierno de gestión y nada más? El problema constitucional podría emerger; podría activarse de nuevo, en un futuro próximo y, bueno, con las movilizaciones aparece el problema de la constituyente. Por otra parte, creo que hay una conjunción de factores importantes. El esfuerzo que ha hecho, por ejemplo, el Frente Amplio por incorporarse al sistema político es muy notable, desde el punto de vista republicano, porque teníamos una manifestación que estaba fuera, que ahora se incorpora al sistema político. Entonces, creo que la conformación de fuerzas, el mismo hecho que haya sectores en la centroderecha que apuntan más al centro, permiten pensar en que pueda haber una preocupación más política, y por esta idea de qué es lo que nos une como país (más allá de la Teletón…) ¿Qué es lo que nos une como país? ¿A qué podemos apelar? ¿A la bandera? Yo creo que un texto constitucional compartido es un referente simbólico al cual se puede acudir en momentos de crisis y de disenso social y al cual remitirse en los discursos. Entonces, creo que la necesidad de esta referencia es lo que la hace actual y lo que debiera despertar, en las personas con mayor conciencia política, la inquietud por acudir a una solución de este tipo.
–Mucha gente habla que estamos en presencia de otro Piñera, que no es el de la primera administración, que existe su voluntad “de pasar a la historia” y convertirse en el gran reconstructor de un Chile nuevo. ¿Intentará culminar su gestión con un nuevo texto constitucional?
AF: Yo creo que es una posibilidad. Es un tema donde quizás, si acogiera esta propuesta, podría recomponer las mayorías que necesita. Él tiene que construir mayorías, y tiene que proponer algo que cambie un poco la estructura de la discusión. Este es un tema que puede producir una reordenación de fuerzas, y que tenga esas características que tú señalas. Aportar a que Chile recupere su tradición republicana constitucional. Esto sacaría de la discusión el tema de Pinochet. Esto limpiaría el ambiente, y sería una manera de cerrar el proceso de la dictadura, que todavía pena y tiene heridas abiertas. Yo creo que le daría al gobierno un horizonte político. Como dice Hugo, el tema político es central, y fue la gran falencia del período anterior de Sebastián Piñera. Ahora está en una actitud de construir acuerdos, y a lo mejor este podría ser el gran acuerdo que le diera a su gobierno un nuevo horizonte.