Inédita. Olvidada. Perdida entre una montaña de archivos.
Por casi 30 años, el manuscrito de la obra Diálogos de desaparecidos de Enrique Lihn se mantuvo guardada entre los documentos del escritor.
No obstante, recientemente, ediciones Overol, gracias a la colaboración de Andrea Lihn, hija del poeta, decidió publicar el texto que fue escrito a finales de los años 70.
“Esta obra nos pareció pertinente y, especialmente, contemporánea. Se lee muy bien como libro, más allá de que sea una obra de teatro. Además, toca un tema que es plenamente actual y que se relaciona con un perfil mucho más político de Lihn que también nos interesaba potenciar: la situación de los detenidos desaparecidos”, comenta Andrés Florit, editor de Overol.
“Pero la gracia que tiene y que comparte con otros libros, ya sea de poesía o de ensayo, es que no corresponde a un panfleto sobre los desaparecidos. O sea, es una obra que pone en tensión la propia causa. Entonces, es una obra que permite el cuestionamiento y que aborda en profundidad la experiencia política vivida en esos años. Además, lo importante también es dar cuenta de que Lihn no estaba encerrado en su pieza escribiendo poemas e ignorando la situación, por el contrario, estaba absolutamente involucrado con lo que sucedía en Chile”, dice.
Diálogos de desaparecidos presenta cuatro escenas en la que los detenidos desaparecidos deambulan como fantasmas, visitan a sus familiares y los increpan directamente; unos quieren ser borrados de las listas de desaparecidos, otros buscan explicaciones sobre su muerte. Incluso, en un episodio torturador y torturada se enfrentan en un diálogo:
Torturada: Nada. La gente muere una sola vez. Usted se acuerda de mí, ¿no es cierto? (…)
Torturador: Estoy loco, veo cosas. Hablo solo, disparo al vacío.
Torturada: (…) Todo el mundo aquí conoce su profesión y le tienen un miedo pánico. Usted podría asesinar, si lo quisiera, a su señora esposa y nadie se atrevería a intervenir en esa disputa doméstica. (…)
Desde ese punto de vista, Florit señala que el texto es revelador respecto de cómo se van tensionando elementos: “La obra habla de situaciones humanas muy amplias y, a partir de eso, logra profundizar en distintas situaciones que sobrepasan el tema de los detenidos desaparecidos”, comenta.
“Está el rol de la Iglesia, el drama que significa para las familias la desaparición. O sea, aborda experiencias concretas”, añade.
Lihn, el teatro y las críticas
El vínculo de Lihn con las artes escénicas tiene sus antecedentes en el Teatro de Mimos fundado a principio de los años 50 por Enrique Noisvander.
A partir de este contacto, Lihn comenzó a realizar un trabajo que luego derivó en distintas performances.
Sin embargo, no fue sino hasta los años 80, cuando Lihn comenzó a exhibir sus obras: La Meka (1984), Niú York cartas marcadas (1985) y La radio (1987). Incluso, en más de una ocasión participó como actor.
Pero el trabajo teatral de Lihn fue mirado con distancia por la crítica. Una nota publicada en El Mercurio de 1985 se lee, por ejemplo: “Antes de que Enrique Lihn estrenara su primera obra teatral, en diciembre pasado, aseguró que buscaba el teatro para ´tener la respuesta del público a favor o en contra en forma inmediata’. La recibió. No fue muy buena. La Meka seguramente no pasará a la historia del teatro chileno”.
En el mismo artículo, sin embargo, el escritor responde a los cuestionamientos: “Algunos la consideraron aberrante: unos, por razones políticas; otros, porque era una chacota circense, disparatada y grotesca. Pero a los jóvenes les gustó. O sea, recibí respuesta. No de todo el sector que quería, pero llegué a algunos. Eso jamás me pasó con los libros”.
En este sentido, Florit advierte que el teatro de Lihn aún es un área que debe revisarse, sobre todo porque éstas piezas no lograron comprenderse en su época.
“Lihn era un principiante que estaba empezando a entender cómo funcionaba el lenguaje teatral. O sea, si Lihn hubiese tenido más tiempo se hubiera ido perfeccionando un poco su manera de trasponer su escritura al lenguaje escénico. Son textos son muy interesantes, pero muy difíciles”, concluye el editor.